Augusto nos tiene acostumbrados a textos innovadores y fuerte, pero este rompe con muchos paradigmas. No logro postergar mis prejuicios para hacer un análisis objetivo de la carta pero el tema es impresionante y prometo un post dedicado cuando tenga el tema más manyado
Carta Rede Social 172 (11/09/08)
Autor Augusto de Franco
Traducción Reflexiones Siesteras
Voy a hablar hoy del autodidactismo como una de las expresiones del libre aprendizaje humano en una sociedad inteligente.
Para comenzar, ya es hora de rescatar a Ivan Illicht, que publicó, hace casi cuatro décadas – en una época en que las personas no podían captar plenamente el alcance de su visión innovadora –, el célebre Deschooling Society (1971) (1).
Se trata de invertir en procesos y programas educativos extra-escolares – como el home schooling, el community schooling, el unschooling y el autodidactismo (2).
Las razones son casi obvias y ya fueron expuestas en mi ‘Carta Red Social 170’ (14/08/08) (3). Retomo aquí, en forma resumida.
Aunque se declaren instituciones laicas, las escuelas son, en el fondo, iglesias; o sea, órdenes jerárquicos (sacerdotales) que deciden lo que las personas deben (saber) reproducir. Los grados de aprendizaje (en verdad, de enseñanza) son ordenaciones: miden su capacidad de replicar una determinada orden. No es casualidad que la educación a distancia encontró una fuertísima resistencia en la academia. Por los mismos motivos, los citados procesos y programas educativos extra-escolares son duramente combatidos por las corporaciones de profesores, que argumentan – sin que den cuenta de que, con eso sólo están revelando su carácter sacerdotal – que no se puede dejar la educación en las manos de legos…
Todo aprendizaje depende de la capacidad de establecer conexiones y reconocer patrones. Hoy en día, un niño con acceso a la Internet en su casa y con nociones rudimentarias de uno o dos idiomas hablados por grandes contingentes poblacionales (como el inglés o el español, por ejemplo), ya es capaz de aprender mucho más – y con más velocidad – que un joven con el doble de su edad que haya estado matriculado diez años antes en una institución de enseñanza altamente conceptuada. Si supiera leer (e interpretar lo que leyó), escribir, aplicar conocimientos básicos de matemática en la solución de problemas cotidianos y banda ancha, cualquiera puede arreglárselas solo. Ahora, esto es terrible para los que quieran adiestrar personas con el propósito de hacerlas ejecutar ciertos papeles predeterminados. Esto es un horror para los que quieran formar el carácter de los otros e inculcar sus valores en los hijos ajenos.
La educación en una sociedad-red
En una sociedad-red, la educación es una consecuencia de los medios interactivos disponibles en la red. Son esos medios que conforman ambientes sociales (clusters) capaces de enseñar aquellos tipos de interacciones caracterizadas como educativas. O sea: ¡la escuela es la red! Dominar la lectura y la escritura, saber calcular y resolver problemas, tener condiciones de comprender y actuar en el entorno social, tener habilidad para analizar hechos y situaciones y tener capacidad de recurrir a información y de trabajar en grupo, son presentados generalmente como objetivos de un proceso educativo básico. Sin embargo, además, muy además de eso, los nuevos ambientes educativos en una sociedad-red tienden a valorar otras calificaciones o habilidades, como la de identificar homologías entre configuraciones recurrentes de interaccione que caracterizan clusters (y, consecuentemente, reconocer potenciales sinergias y aprovechar oportunidades de simbiosis), saber no sólo visitar, sino producir y diseminar información y conseguir no sólo trabajar en grupo, también hacer amigos y vivir y actuar en comunidad.
Las sociedades en que las redes son las escuelas serán las sociedades desescolarizadas, como quería el visionario Ivan Illitch.
En cierto modo, todo lo que resulta realmente necesario para la convivencia o la vida en red, como la educación para la democracia, la educación para el emprendedorismo y para el desarrollo de la sostenibilidad, no aparece en los currículos de las escuelas. No puede ser por casualidad que esto suceda. Tal vez se corrobore la constatación de que la escuela es una de las instituciones que más resiste el surgimiento de una sociedad-red.
Sobre el home schooling, el community schooling y el unschooling, el lector puede encontrar más detalles en la nota (2).
Voy a hablar ahora de la necesidad de insistir en una vieja-nueva modalidad educativa: el autodidactismo. Vieja porque fue así como todo comenzó. Nueva porque, en los días que corren, un niño, una persona adulta o anciana navegando, leyendo y publicando en la Web es, fundamentalmente, un autodidacta.
No ganamos nada con arrugar la nariz. En la sociedad que se viene, todos serán autodidactas, por más que queramos inducir a la contrición de la formación escolar y académica.
La escuela como medio de exclusión
Como escribí recientemente, en Escuela de Redes: Nuevas Visiones (2008), en una sociedad-red “usted es importante en la medida de su capacidad de desarrollar una de estas tres funciones: [hub, innovador o netweaver] y no de su exhibicionismo, basada en la opinión muy favorable sobre sí mismo o en su currículo” (4).
Coleccionistas de diplomas y títulos académicos no tendrán muchas ventajas en una sociedad inteligente. Sus ventajas provienen de la idea de que la sociedad es burra (y ellos, por lo tanto – que componen la burocracia sacerdotal del conocimiento – son los inteligentes). Para destacarse de los demás – cuando lo deseable sería que se aproximaran de los semejantes – los sabios necesitan que la sociedad continúe siendo burra.
Estamos viviendo hace siglos bajo el control de una burocracia sacerdotal del conocimiento. Permítaseme otra auto-cita, también de la Escuela de Redes: Nuevas Visiones. “Usted ha hecho un estudio interesante sobre un asunto determinado, pero la burocracia sacerdotal del conocimiento académico no le da crédito; usted intenta leer (o escribir) algo inédito, pero no consigue entender (o ser entendido) por razones extrañas a la racionalidad formal (lógica y metodológica) o sustantiva (semántica incluida) del texto: ciertamente hay algún tipo de intervención jerárquica, que selecciona algunos caminos en la red en detrimento de otros. Algún programa particularizó una región de la red instaurando códigos de reconocimiento y permisos.
Si usted no posee las credenciales (un título, por ejemplo, con lo cual los mismos de siempre se condecoran mutuamente en un circuito cerrado de quien leyó las mismas cosas, participó de las mismas conversaciones, quiere decir, compartió las mismas vueltas al asunto o la misma manera de abordarlo), su acceso está prohibido. Para este tribunal epistemológico — que se arroga el derecho de decir lo que es y lo que no es válido en términos de pensamiento — de antemano todos son culpados de herejía. Usted tiene que ser redimido por él, de antemano, para ser acepto” (4).
Es así que la escuela, en los últimos siglos, no fue un medio de inclusión, sino de exclusión. En ese tipo de platonismo (como todo platonismo, autocrático), el “doctor” (el sabio) era un representante del mundo de los incluidos, que se destacaba del mundo de los excluidos (los ignorantes). Hasta hoy, en Brasil, si fuera sorprendido cometiendo un crimen, quien tiene un curso superior merece prisión especial: su diploma le confiere el derecho de no habitar la misma celda de los sin-diploma (los ignorantes). Sí, su supuesto conocimiento atestado por títulos le da una condición superior y es la propia ley que le reconoce el derecho de destacarse de los semejantes. ¡Barbaridad!
Está claro que hoy las cosas devienen – y ya pueden – ser presentadas de otra manera, desarrollando redes o comunidades de aprendizaje, sobre todo en lo que se refiere a la alfabetización en casa (home schooling) y a la educación comunitaria (community schooling), esta última en un sentido más amplio que en la comunidad socio-territorial, desarrollando clusters de aprendizaje (o sea, comunidades como redes con alto grado de distribución y conectividad). Se habla hasta, por analogía con los APL (arreglos productivos locales), de “AEL” (arreglos educativos locales), pero el sentido de local aquí debe ser extendido para abarcar, además de comunidades territoriales, todos los tipos de redes identitárias.
La sociedad-escuela
La sociedad sin escuela de Illicht debería ser, así, rebautizada como sociedad-escuela, donde queda claro que se trata de la sociedad-red; o sea, estamos hablando de una ciudad educadora, o, más precisamente aún, de comunidades educadoras que se forman en la sociedad-red.
En ese sentido, no son las pomposas jerárquicas educativas, enquistadas dentro de la sociedad, que educan básicamente: en la medida en que la sociedad de masa va dando lugar a la sociedad en red, es la propia sociedad (local, en el sentido ampliado) que educa, por medio de las comunidades (clusters) que necesariamente se forman en su seno.
Las comunidades educadoras son, antes que cualquier cosa, comunidades de aprendizaje, quiere decir, comunidades-que-aprehenden. Y la persona, como continuum de experiencias personales intransferibles y, al mismo tiempo, como serie de relaciones, aprehende por estar inmersa (conectada) en un ambiente educativo (5).
Lo fundamental es aprender a aprehender.
La educación básica no se debería basar en la transferencia de contenidos temáticos secundarios y sino en la diponibilidad de herramientas de autoaprendizaje y de común-aprendizaje. Para reprogramar la educación básica deberíamos comenzar preguntándonos qué es necesario para que un individuo y una comunidad puedan hacer su propio guión de aprendizaje.
Desde el punto de vista del autodidactismo, tenemos entonces una respuesta en 10 puntos:
1 – Reconocer patrones
2 – Establecer conexiones
3 – Leer en su lengua natal
4 – Interpretar lo que leyó
5 – Escribir en su lengua natal
6 – Hacer cuentas (las operaciones matemáticas básicas)
7 – Aplicar los conocimientos básicos de matemática en su vida cotidiana
8 – Leer en otra lengua (de la globalización, quiere decir, hablada por un gran contingente popular esparcido por varios países y más de un continente)
9 – Argumentar (rudimentos de lógica)
10 – Navegar y publicar en internet
Esos son los requisitos y las herramientas contemporáneas de la inclusión educativa. Quien dispone de ellos puede caminar solo; o sea, la posesión de tales instrumentos, cada uno, en función de sus opciones personales, puede trazar sus propios itinerarios de formación y compartirlos con sus redes de aprendizaje. Esos son los requisitos para el autodidactismo.
El llamado preescolar (o mejor, la educación de la primera infancia) debería concentrarse en los dos primeros ítems (además del habla, es claro). Y el paso siguiente debería ser – sea por medio de la escuela básica, sea por medio de la educación extra-escolar: en la educación en casa (home schooling) y en la educación comunitaria (community schooling) – promover el aprendizaje de los ocho ítems restantes. Pero si la escuela básica se dedicara primordialmente a esto, aún así no se le podría soltar la mano a la educación en la casa (la primera red en la que el ser humano se conecta), ni de la educación comunitaria (la primera expansión de esa red, evolucionada a los vecinos, los amigos y conocidos más próximos).
Educación para la democracia y para el desarrollo
Pero además de la escuela, esas dos redes serán también indispensables en la próxima etapa curricular, en la cual deberán comparecer los primeros contenidos temáticos sustantivos. No, no se trata de nada (o casi nada) de lo que actualmente compone las currículas escolares. Se trata, por increíble que pueda parecer, de la educación para la sostenibilidad, quiere decir, para la vida (en un sentido ampliado, incluyendo los ecosistemas, inclusive el ecosistema planetario) y para la convivencia social. Esto comprende dos “disciplinas” (si fuere posible hablar de este modo) interligadas: la educación para la democracia y la educación para el desarrollo.
La educación para la democracia (en un sentido deweyano del término) (ver el libro del mismo autor Alfabetización democrática) comprende la educación para vida comunitaria, para los modos cooperativos de resolución de conflictos y para las formas de relación que enseñan la regulación social emergente (las redes).
La educación para el desarrollo (humano, social y sustentable) debe comprender, por su parte, el empreendedorismo (y la llamada pedagogía emprendedora) y el desarrollo local (o comunitario).
Todo lo que resta es suplementario. ¡Grábenselo! Pero esto es así. Salud (incluyendo educación física, alimentación y nutrición), artes y literatura, oficios, historia, ciencias, filosofía y espiritualidad – son contenidos importantes, pero no son educación básica en un sentido sistémico de acceso a ambientes amigables con el aprendizaje. Eso no quiere decir que las personas no deban aprender estos tópicos. Cada uno debe aprender lo que quiera, lo que sea necesario para el desarrollo de sus potencialidades y para la ejecución de los roles sociales por los que optó. Pero a la educación societaria (o comunitaria) – a la educación como dominio público – le cabe concentrarse en aquellos diez requisitos para el autoaprendizaje y en aquellas dos dimensiones temáticas de la educación para la sostenibilidad (democracia y desarrollo) que tienen a ver con los patrones de vida y de convivencia social.
La educación para el libre aprendizaje humano en una sociedad inteligente
La educación para el autodidactismo debe ocuparse básicamente en eso, en la educación como dominio público. Esa es la formación “básica” del autodidacta – que construirá un ser humano inteligente en la sociedad inteligente del futuro – que debería ser priorizada por la red familiar, por las redes comunitarias y por las jerarquías escolares básicas (la es escuela fundamental en sus primeros años).
¿Y después? Bien, después serán los autodidactas los que – ellos mismos estando en condiciones de caminar con sus propias piernas, desde que aprendieron a aprehender – van a decir lo que quieren y lo que no quieren aprender. En una sociedad libre, no podemos quedarnos hilvanando contenidos en la cabeza de otros para cumplir con los papeles que deseamos que ellos cumplan. Sobre todo no deberíamos, en base a la falta de posibilidades (en general económicas y sociales) en la mayoría de la población, de de elegir dentro de un abanico más amplio de alternativas, quedarnos enseñando corte-y-confección para las niñas y carpintería o mecánica para los niños. Eso puede interesar a los dueños de las fábricas de confección, de muebles o de las fábricas metalúrgicas y de las terminales automotrices, que quieren que los hijos de los otros aprendan tales oficios, pero raramente se dispone a matricular a sus propios hijos en estas escuelas técnicas, reservándoles un lugar en alguna carrera académica, “superior”, en las cuales ellos van a aprender a mandar a los otros o a tener mejores condiciones para aspirar a altos salarios, logros y otros beneficios. Como se puede ver, aquí no estamos más en el terreno de la educación como dominio público, aunque muchas de las escuelas (estatales) que se dedican al adiestramiento de la fuerza de trabajo sean (llamadas) públicas.
Algunos retrucan que ese tipo de educación para el autodidactismo no puede tener evaluación del aprendizaje, pero eso es falso. La evaluación pasa a hacerse dentro de colectivos más amplios, pasa a ser una evaluación de la sociedad – una evaluación pública stricto sensu – y no una evaluación privada de la cofradía sacerdotal. En vez de las notas y de los títulos que otorga una corporación de profesores, una banca académica, los autodidactas serán evaluados por lo que producen. Es el árbol evaluado por sus frutos y no por los certificados que recibió de la organización de los botánicos.
Esto ya sucede con los escritores. Escritor es quien escribe y quien es reconocido por los lectores (que leen sus libros y los recomiendan) y no quienes reciben autorización para escribir de una corporación cualquiera de escribas o de un conjunto de opiniones favorables de los críticos literarios. Solamente en regímenes autocráticos las personas tienen que tener autorización para publicar lo que escriben. Pero aún en regímenes formalmente democráticos existen quistes autocráticos (como corporaciones profesionales o académicas) que quieren imponer prohibiciones a tal ejercicio (como ocurre hoy, por ejemplo, con la obligatoriedad del diploma de curso superior de periodismo para ejercer periodismo).
Las academias científicas también imponen restricciones autocráticas. Las revistas científicas reconocidas son dirigidas por consejos editoriales – que se constituyen, como venimos viendo, en verdaderos tribunales epistemológicos (y, en el caso de las áreas humanas y sociales, frecuentemente también en aduanas ideológicas) – a los que cabe decirles lo que un estudioso puede o no puede publicar (a comenzar por la exigencia de diplomas del autor como condición previa a aceptar siquiera recibir y examinar su paper). Muchas veces un joven estudiante de astrofísica queda meses esperando una opinión favorable a la publicación de un artículo en que relata los importantes descubrimientos que hizo.
Todo eso forma parte de la organización sacerdotal del conocimiento (etimológicamente, una jerarquía), que ya no es compatible con la sociedad en red que está emergiendo.
Pero en la sociedad-red que está emergiendo, nuestro astrofísico ya encontró una salida: ahora él publica sus descubrimientos inmediatamente en su propio blog, sin pedir autorización a nadie. Otros astrofísicos, que también tienen sus blogs, leen lo que él escribió e interaccionan con él. El único resultado es que mientras el tribunal espistemológico de los post-PHDs en astrofísica están pensando si aceptan o no su artículo, la ciencia avanzó por la polinización mutua de las ideas y diez nuevos artículos sobre el mismo tema aparecen en lo sucesivo. Se formó una red. Y la red evaluó el aprendizaje de aquel joven astrofísico por medio de un proceso creativo, generando más aprendizaje colectivo.
Si no hay retroceso en el proceso de emergencia de la sociedad-red, todo sucederá así. Las notas, los certificados, los diplomas y los títulos continuarán existiendo, pero las personas que realmente importan – quiere decir, que se conectan para aprender y producir juntas – darán cada vez menos importancia a esas avales jerárquicos.
Por otro lado, los autodidactas son personas capaces de aprender también a auto-evaluarse. Y a compatibilizar su autoevaluacióne en grupos de estudio.
Volver a leer: El camino del autodidacta
El viejo alquimista Altus (1677) que diseñó el Mutus Liber (un bellísimo libro de grabados), escribió en toda obra sólo una frase, en su décima-cuarta página: “Ora, lege, lege, lege, relege, labora et invenies”. Llamo la atención a la insistencia de una parte del lema alquímico: lee, lee, lee, relee... Al alquimista, como autodidacta, cabía encontrar el camino (o construir su propio camino) por medio de la lectura.
Para quien ya adquirió la condición de autodidacta, muchas cosas pueden hacerse por medio de programas alternativos de lectura – individual o en grupo.
Para quien ya adquirió tal condición – o sea, para quien ya aprendió a aprehender –siempre es mejor hacer un esfuerzo autodidáctico al leer las obras fundamentales de cualquier asunto que calificase en un curso superior y permanecer asistiendo a clases de profesores que reproducen las modas de la época, indican bibliografías (en general fotocópias de partes de textos clásicos, reseñas y análisis que interesan más a los trabajos académicos que ellos están haciendo en ese momento que al alumno) y que, como regla, no leyeron, ellos mismos, la mayoría de los textos básicos sobre la materia que enseñan.
Sí, sobre cualquier tema es necesario leer por lo menos una parte de los textos básicos: algunos clásicos, con certeza, pero también algo contemporáneo. La lista completa puede llegar, dependiendo del tema, a centenares de títulos. Digerir todo es medio impracticable, sobre todo si consideráramos que no basta leer los textos. El estudiante debe buscar informarse sobre el autor y sobre las circunstancias en que produjo su obra. Debe leer uno o dos artículos de especialistas contextualizando la obra. Y no debería cambiar la lectura de los textos (fuentes) por la lectura de lo que dijeron sobre esos textos. Al contrario de lo que se practica en las academias, es preciso que el estudiante vaya primero a beber directo de la fuente para después hacer lo que quiera (o que pueda).
Las clases no sirven de mucho. Si hubiese un grupo de media a una docena de estudiantes interesados y que ese grupo pueda organizar seminarios regulares sobre cada uno de los textos, sería el ideal. Lectura individual y conversaciones. Y pronto. O casi.
Por último, es bueno que el estudiante escriba un pequeño comentario (corto como un artículo de periódico, pues la capacidad de producir una síntesis es uno de los indicadores de comprensión) sobre el texto que leyó. No es para resumir, reseñar, “fichar” o copiar (o repetir con otras palabras) lo que dijeron el autor o sus comentarista y críticos. Es para descubrir cosas nuevas, formars una opinión propia que intente añadir algo a lo que ya se ha dicho. Si adoptáramos tal exigencia en nuestras universidades, el índice de reprobación sería multiplicado por 10 (o, quien sabe, por 20). De hecho, en los postgrado, bastaría prohibir las citas (obligando al estudiante a decir lo que realmente piensa sobre el asunto) para eliminar un 90% de las tesis de másters y doctorados, en especial en las áreas de “humanidades”.
En rigor ningún conocimiento puede ser transferido. El conocimiento es siempre creado y vuelto a crear o reconstruido; en cierto modo, inventado. Quién no inventa nada, no aprende nada.
La prueba “final” de un curso autodidáctico es escribir algo original, inventada. Inventada, sí: no crea nos que van a decir que eso tiene que ser “así” o no puede ser “asado”. Produzca, publique sin pedir autorización a nadie y después hágase cargo de las consecuencias exponiéndose a la crítica.
El árbol se conoce por los frutos. No es necesario un fiscal para decir si el fruto es bueno o ruin según sus concepciones y sus gustos. Si las personas pudieran llegar hasta el árbol, cosechar los frutos y experimentarlos, sabrán se vale la pena comerlos hasta el fin. Punto.
El fin de los coleccionistas de diplomas
Ya hay bastante gente que está pensando así. Headhunters inteligentes se impresionan muy poco con la colección de diplomas presentados por un candidato a ocupar una plaza en una institución cualquiera.
Quieren saber lo que la persona está haciendo. Quieren saber lo que ella puede ser a partir de lo que pretende (de su proyecto de futuro) y no lo que ella es como continuidad de lo que fue (de la repetición de su pasado). Está correcto: como se dice, el pasado “ya fue”. El nuevo puesto al que se aspira, no será ocupado en el pasado y sí en el futuro. Entonces lo que es necesario evaluar es la línea de actuación o de pensamiento que sigue el candidato.
En breve, las evaluaciones de aprendizaje se harán directamente por medio de los interesados en asociarse o en contratar (latu sensu) una persona. Redes de especialistas de un área o sector continuarán evaluando los especialistas de su área o sector. Pero esa evaluación será cada vez horizontal. Y, además de eso, las personas evaluarán a otras personas a partir del examen de sus expresiones de vida y conocimiento, por que todo eso estará disponible, será de dominio público y ya no quedará guardado por una corporación que tiene autorización para visar y licencia oficial para interpretar tales datos.
Cada persona tendrá su propia wikipedia. En vez de aceptar sólo las oblicuas interpretaciones doctas, pasaremos a verificar directamente la wikipedia de cada uno, aquello que David de Ugarte (2007) llamó de contextopédia: el archivo-vivo que contiene las definiciones de los términos habituales, los puntos de vista, las referencias, los trabajos y las conclusiones sobre los asuntos de su esfera de conocimiento y de actuación (6). Quién guste de lo que vio, que contrate o se asocie al autor de aquella contextopédia. Punto final.
Notas e referencia
(1) ILLICHT, Ivan (1971). Deschooling society. New York: Marion Boyars, 1971. El original está disponible on line en este link:
http://en.wikiversity.org/wiki/Ivan_Illich:_Deschooling_Society
(2) Sobre homeschooling, aprenda más clicando en este link:
http://pessoas.hsw.uol.com.br/homeschooling.htm
Sobre communityschooling, aprenda más leyendo el artículo de Erwin Flaxman (disponiblel solo en inglés): “The promise of urban community schooling” en The Eric Review vol. 8, Winter 2001, que pode ser accedido desde la dirección de abaijo:
http://permanent.access.gpo.gov/lps50000/ERIC%20REVIEW%20ARCHIVE/vol8no2.pdf
Sobre la unschooling, consulte el site:
http://www.unschooling.com/index.shtml
(3) Para leer cliquee en link de abaijo:
http://augustodefranco.locaweb.com.br/cartas_comments.php?id=255_0_2_0_C
(4) FRANCO, Augusto (2008). Escola de Redes: Novas Visões sobre a sociedade, o desenvolvimento, a Internet, a política e o mundo glocalizado. Curitiba: Escola-de-Redes, 2008.
(5) Como articulador do Comitê Científico do X Congresso Internacional de Cidades Educadoras (São Paulo, 24 a 26 de abril de 2008), propus um conjunto de 27 questões provocativa para o debate dos participantes, cujo sentido geral era explicitar duas dimensões ainda não suficientemente exploradas ao longo de quase duas décadas de experiências desse interessante movimento surgido em 1990 em Barcelona: a) as relações entre cidade educadora e democracia (democracia entendida aqui quer como regime político formal, quer como experiência de convivência social, na base da sociedade e no cotidiano do cidadão); e b) as relações entre cidade educadora e os processos individuais e coletivos de aprendizagem potencializados pela emergência das redes sociais distribuídas. Em uma proposta de resolução – que não foi objeto de apreciação pela plenária final do Congresso – propus sobre isso treze pontos como conclusões. Para ler clique no link abaixo:
http://www.vintequatro.com/cidades-educadoras/
(6) Cf. UGARTE, David (2007). O poder das redes. Porto Alegre: CMDC/ediPUCRS, 2008.
Foto de acá