Efraín nos pedía acá cuando hablábamos de lo que había que hacer Para leer al Pato Donald :
Después de este libro que fué un acierto y hoy, creo, un clásico en el análisis de discursos, los autores se separaron en cuanto al soporte, Dorfman se dedicó a la literatura y el periodismo, con la calidad y seriedad de siempre.Pero, Armand Mattelard siguió con la sociología y pude ver hace años unos artículos muy interesantes, sobre las nuevas tecnologias:comunicación por satélites,etc.que ya comenzaban a aparecer en el mercado y que eran de invento y propiedad del imperio.Sería interesante si tuvieras algo de eso a mano poder reelerlo.
Luego de algún intento fallido de publicar el post creemos interesante este texto.
Pensamos en tanto kirchnerista despistado luego de la 125, la insistencia de marcar las contradicciones de clase por un lado y el discurso sectorial de D´Elía planteando la necesidad de afianzar los movimientos piqueteros como sustento ideológico del nuevo progresismo nac & pop de los K.
Bibliografía gratis de Armand Mattelard de acá
Para los que no quieren leer todo:
Entrevista de Mario Kaplún en la Habana 1988
Michéle: Pues bien: en cuanto al surgimiento de esa revaloración del receptor, aunque desde afuera se la pueda ver como una ruptura, debo decir que en mí la siento más bien como una continuidad. Porque recuerdo siempre un estudio que efectuamos en el año 72 en Chile, bajo la U. P., sobre la lectura concreta que las audiencias populares hacían de los mensajes de la comunicación de masas.
Para esa investigación, tuvimos que improvisar una metodología con los precarios instrumentos de que disponíamos en ese momento. Aún así, descubrimos algo que sigue siendo relevante hasta hoy:
la necesidad de reconocer al receptor como productor de sentido. Siento que fue algo capital, la piedra angular que después me ayudó y preparó para captar mejor los cambios que se dieron al interior de la teoría de la comunicación masiva.
En aquel momento tuve intuiciones que no pude formular y que debí esperar a todo lo largo de la década de los 70 para poder precisarlas.
¿Y qué preguntas debieron plantearse?
Armand: Por ejemplo: ¿qué es un género dentro de la cultura de masas? ¿Es factible o no invertir el signo: utilizar los mismos formatos de la comunicación de masas e invertirles el signo político, el signo ideológico?(5) Preguntas que no se habían podido formular antes porque no se habían dado procesos con esas características. Preguntas que sólo lograron desarrollarse embrionariamente y apenas ser parcialmente respondidas; y que exigían conocer y saber mucho más acerca de la relación del receptor y de la forma en que éste recibe y decodifica los mensajes masivos.
Así aparece en tu derrotero, como interrogante y como desafío, la cuestión del receptor.
Armand: Así, con esa fuerza y esa urgencia. Michéle rescata de ese momento sus incipientes investigaciones acerca de la recepción; pero de mí también te puedo decir que, quince días antes del golpe, yo estaba trabajando en los cordones industriales de Santiago para evaluar los primeros periódicos y boletines, los primeros medios de comunicación producidos e impresos por los trabajadores en su lucha contra el boicot y el sabotaje instrumentados por las grandes federaciones patronales para desestabilizar al gobierno de Allende.(6) Así, en medio de aquel combate político, pudimos darnos cuenta de la importancia que, para formular una alternativa, reviste el nivel de conciencia de los actores.
Porque es interesante señalar que, desde la perspectiva de la comunicación, el proceso chileno se podría dividir en dos períodos: en el primero, son los intelectuales y los dirigentes políticos los que marcan las pautas, los que -explícita o implícitamente- formulan y orientan la política comunicacional; pero, a partir de octubre de 1972, cuando la reacción se moviliza y se desencadena la gran huelga de los dueños de camiones y de los gremios patronales, comienza a gestarse un nuevo período. Surgen otros actores paralelos, que proponen un nuevo tipo de organización y un nuevo tipo de comunicación. Eso nos impactó muchísimo, nos llevó a revisar todos nuestros esquemas.
Y esa irrupción de los movimientos sociales, ¿cómo incide en los estudios de la comunicación?
Michéle: Ella cambia -y cambia hondamente- el modo de abordar no sólo a la comunicación de masas sino también a la cultura popular. Porque
aquella cultura política que descansa sólo sobre la noción de clase, parte de una representación reductora de lo popular, de una matriz racional e iluminista que la lleva a trazar un perfil heroico de esta clase trabajadora.
Para ella el emblema de lo popular es la clase obrera, incrustada en el mundo de la producción y dotada de una capacidad ilimitada de entrega y de lucha. En tanto la visión de movimiento se articula con otra representación de lo popular: una representación más ancha, que desborda el mundo de la producción y que no se agota en la dimensión de lo racional y en esa visión del trabajador-productor heroico sino que se vincula con todo ese otro mundo de la vida cotidiana del pueblo que incorpora la vertiente de lo sensible, de lo afectivo, del sentir.
Allí veo el cambio que se ha operado en el enfoque de la comunicación y de la cultura:
el pueblo ya no es visto sólo bajo la acepción de clase, de clase vanguardia de la Historia. Es un pueblo más asumido en sus múltiples facetas, lo que enriquece con una caracterización mucho más compleja y cotidiana la noción de lo popular.
Armand: Retomando tu pregunta, entonces: ¿dónde está nuestra continuidad? Yo diría que ella está dada por la permanencia de ese eje central. Por el hecho de haber tenido y seguir teniendo presente que en las relaciones sociales, en la relación de fuerzas -tanto a nivel internacional como a nivel nacional e incluso local-, hay siempre un problema de clase. Porque siempre hay un grupo de poder, un sector que busca dominar, humillar y oprimir a otro. Ese eje es irrenunciable para un investigador sano y comprometido.
Empero, a esta problemática de clase que nos parece ineludible para la construcción de un proyecto colectivo, le hemos añadido progresivamente -en función de un estado de conciencia pero también como respuesta a una realidad que percibimos y reconocemos dinámica y cambiante- esa otra problemática de movimiento
.
“Añadido”. Pero no sustituido.
Armand: Exactamente. Tratamos de combinar, de articular las dos aunque a veces no resulta fácil.
Armand: ... Eso: unívoca; que lo habían dejado de lado en función de ese modelo teórico lineal "estímulo/respuesta". Y digo que implica un enorme salto cualitativo porque esa rehabilitación del consumidor como sujeto se inscribe en una problemática mayor: la del papel de la sociedad civil en la construcción de una democracia (estoy hablando, obviamente, de la democracia como proceso y no como hecho ya dado). Si se da esa insistencia en tener en cuenta el uso que hace el consumidor de los mensajes y de las nuevas tecnologías, es porque éste es un problema central para la construcción de una auténtica sociedad democrática. El uso de los medios se ha convertido en un terreno de lucha social, en un espacio clave del enjeu social. Y es fundamental decirlo y reconocerlo así.
Empero, una vez dicho esto, hay que decir lo otro. Y aquí reaparecen las ambigüedades y las ambivalencias. Esta valoración del consumidor no es territorio exclusivo de los investigadores preocupados por la democratización de la sociedad y la liberación de los pueblos; es también, al mismo tiempo, un instrumento del capitalismo moderno.
En resumen, pues, hay esa otra razón para ser cautelosos y tomar conciencia de que, cuando nos volvemos hacia el consumidor, entramos y nos movemos en un terreno ambiguo: y es que no estamos solos en ese empeño sino que éste es un campo común a los investigadores críticos y a la estrategia capitalista.
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