Relaciones entre escritura y acción política en la obra de Rodolfo Walsh.
Hace unos día publicábamos la introducción a tesis doctoral de Silvia Beatriz Adoue, : RODOLFO WALSH, O CRIPTÓGRAFO. Relações entre escrita e ação política na obra de Rodolfo Walsh. Originalmente en portugués, Reflexiones Siesteras acaba de concluir la traducción de y pone a disposición el PDF para su lectura.
Un fragmento sobre Operación Masacre
En el conjunto de la obra, el narrador en primera persona organiza la inserción de diálogos reconstruidos por los testigos, citaciones de testigos en estilo directo, textos de telegramas, largos tramos de declaraciones reproducidas de periódicos o ante juez, tramos de versiones taquigráficas de testimonios de los acusados a la Junta Consultiva. El registro de la narración pasa de la jerga judicial y policial al coloquial, a veces provocando contrastes de efecto irónico: “A un individuo, Livraga, se lo detiene un día en que están en vigencia las leyes ordinarias. No se le acusa formalmente de nada, pero todavía no hay delito en esa detención. Es cierto que le dan unos golpes: olvidémoslos“ (p. 170).
En la tercera parte, que correspondería a la probatio judicial, el narrador desarrolla todo el edificio probatorio valiéndose de argumentos y contraargumentos que responden a la refutación resultante de la publicación de la serie de reportajes, rechazados por los acusados durante los procesos judiciales y publicados o comentados por la gran prensa.
Las tres partes, sin embargo, pueden remitirnos al texto fundacional de la ensayística argentina: el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento. También en ese texto de 1845 hay tres partes. En la primera hay una descripción geográfica del llano, en la segunda hay una descripción de los tipos humanos que en él viven y sólo en la tercera aparece la crónica histórica. El orden supone una relación causal: es la naturaleza que determina el carácter del pueblo y es esa naturaleza casi zoológica que genera la historia. El substrato ideológico es conformado por las teorías climática y racial y el darwinismo social spenceriano. Es sobre esa base que se fundó el ideologema “civilización y barbarie” como modelo explicativo del retraso relativo de las naciones latino-americanas. Ese modelo está presente también en Os sertões, de Euclides de la Cunha, con su estructura tripartita: La tierra, El hombre, La lucha. Pero el escritor brasileño, sin romper con el substrato ideológico hegemónico en América Latina en la segunda mitad del siglo XIX, en la Nota Preliminar[1] de su texto reconoce la violencia estatal contra los no letrados, vistos como encarnación de la barbarie, como un crimen. Esta articulación es divergente de la de Sarmiento, que juzgaba que la sangre de los gauchos era su único trazo humano y que, por eso mismo, no debía ser ahorrada.
El Walsh antiperonista de 1956[2] veía esa violencia del Estado contra los pobres, y por eso sospechosos de barbarie, como un “desatino”. El autor registra en la introducción a la primera edición de la serie de reportajes en la forma de libro y, por lo tanto, dirigida a un público más amplio que el de las “hojitas sindicales”, un público que incluye sus pares, los letrados:
Suspicacias que preveo me obligan a declarar que no soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo. (p. 192)
En los últimos meses he debido ponerme por primera vez en contacto con esos temibles seres -los peronistas- que inquietan los titulares de los diarios. Y he llegado a la conclusión (tan trivial que me asombra no verla compartida) de que, por muy equivocados que estén, son seres humanos y debe tratárselos como tales. Sobre todo no debe dárseles motivos para que persistan en el error. Los fusilamientos, las torturas y las persecuciones son motivos tan fuertes que en determinado momento pueden convertir el error en verdad. (p. 68)
Más que nada temo el momento en que humillados y ofendidos empiecen a tener razón. Razón doctrinaria, amén de la razón sentimental o humana que ya les asiste, y que en último término es la base de aquélla. Y ese momento está próximo y llegará fatalmente, si se insiste en la desatinada política de revancha que se ha dirigido sobre todo contra los sectores obreros. La represión del peronismo, tal como ha sido encarada, no hace más que justificarlo a posteriori. Y esto no sólo es lamentable: es idiota. (p. 68)
La estrategia de comunicación de Walsh invierte el orden del referente sarmientino, elimina la descripción de la geografía e incluye la disputa por el sentido: primero Las personas, con su perfil humanizado; después Los hechos, como crónica de la violencia de Estado; por último Las evidencias, como lucha por el establecimiento de la verdad del contra-relato. La propia estructura es una acción política, una disputa dentro de una tradición del ensayo, al mantener la organización en tres partes y al modificar el orden y la composición de ellas.
Hay tres reediciones del libro, la de 1964, la de 1969 y a de 1972. La organización del material en las tres partes se mantiene en cada una de ellas. Esas reediciones mantuvieron el carácter provisorio de las versiones enunciadas, incluyeron nuevos personajes y los acontecimientos narrados inicialmente aparecen como los primeros episodios de un relato cada vez mayor.
En la primera edición, el prólogo de Walsh explica que la obra fue publicada inicialmente como una serie de reportajes y pide a los lectores que difundan lo ocurrido, que está caracterizado como una monstruosidad, una anormalidad. La introducción inocente al gobierno de la Revolución Libertadora, que el autor había recibido con esperanza, de responsabilidades por el crimen y toma distancia de las posiciones del peronismo. Un Provisorio epílogo rememora la noche de 9 de junio y las escaramuzas entre soldados leales e insurgentes que resultaron en la muerte del soldado Bernardino Rodríguez junto a la ventana de la casa del autor, ya mencionada en este trabajo:
Si hay algo justamente que he procurado suscitar en estas páginas es el horror a las revoluciones, cuyas primeras víctimas son siempre personas inocentes, como los fusilados de José León Suárez o como aquel conscripto caído a pocos metros de donde yo estaba. La pobre gente no muere gritando ‘Viva la patria’, como en las novelas. Muere vomitando de miedo, como Nicolás Carranza, o maldiciendo su abandono, como Bernardino Rodríguez. (p. 218)
Esa primera edición, termina responsabilizando por la masacre al jefe de la Policía provincial, teniente coronel Desiderio Fernández Suárez.
En la segunda edición, de 1964, el epílogo cambia. En él, el autor habla de la situación de los sobrevivientes y hace una declaración de fracaso. Si en 1957 afirmaba: “este caso sigue en pie”, ahora solicita: “de esa frase culpable pido retractarme” (p. 221) y expone toda su decepción por la impotencia de su denuncia.
En la tercera edición, de 1969, el autor añade al epílogo una página dedicada al Retrato de la oligarquía dominante. En él hace un relevamiento de los hechos más importantes de la violencia de Estado desde 1956, incluyendo los resultados de sus otras dos investigaciones. Y concluye: “Era inútil en 1957 pedir justicia para las víctimas de la ‘Operación Masacre’ [...] Dentro del sistema, no hay justicia” (p. 223-224).
En la última edición, de 1972, el prólogo retoma el recuerdo de la noche del 9 de junio de 1957. En él Walsh habla de su deseo de olvidar, su resistencia y, por fin, la investigación. Los acontecimientos de aquella noche remiten a la muerte del soldado Bernardino Rodríguez. La figura del soldado que allí estaba por haber sido convocado para hacer el servicio militar y no por su propia voluntad aparecerá después por lo menos tres veces en la obra de Walsh: en el cuento Imaginaria, en la pieza de teatro La granada y en Carta a mis amigos. La muerte de Bernardino Rodríguez parecía carecer de sentido. Y sus últimas palabras, recogidas por Walsh, son presentadas como una revelación de la banalidad del acontecimiento. En la trama de La granada, en medio de ejercicios simulados de guerra, un recluta queda “pegado” a una bomba que puede explotar en cualquier momento. El soldado es una especie de prefiguración de un cadáver, que, al tener su deseo de vida alienado, se transforma en objeto.
[…]Las modificaciones en las sucesivas ediciones hacen tender el relato hacia la épica. Julio Troxler, por ejemplo, uno de los sobrevivientes de la masacre, aparece en la secuencia final de la versión cinematográfica de Operación Masacre, ya convertido en militante, y esta secuencia tiene su guión incluido en la edición de 1972, “resumiendo la experiencia colectiva del peronismo en los años duros de la resistencia, la proscripción y la lucha armada” (p. 181). En esa misma secuencia, jóvenes que serían sólo niños cuando aconteció la masacre, realizan acciones asumidas por comandos que homenajean a Lizaso, uno de los fusilados. La literatura de Walsh intenta así lo imposible hasta para el realismo mágico: personajes fallecidos en el primer episodio salen de su condición de víctimas por el encadenamiento de los acontecimientos posteriores al primero de la serie, constituyéndolo en acto fundacional de la Resistencia Peronista, movimiento que fue afirmándose entre 1956 y 1973, año del retorno del peronismo al gobierno
[1]CUNHA, Euclides de la. Los Sertões (Campaña de Canudos). 2ª Ed. São Paulo: Ateliê, Prensa Oficial del Estado, Archivo del Estado, 2001, p. 67.
[2] En el Provisional epílogo a la primera edición, aparece: “Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de setiembre de 1955” (p. 215), refiriéndose al golpe que derribó el gobierno de Juan Domingo Perón.
1 nos acompañaron:
che que laburo!, lo baje y lo voy a imprimir, pinta que está bueno. gracias por subirlo
saludos
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