Los tiempos de oscurantismo de este blog me llevaron hasta Silvia Beatriz Adoue, a quién conocimos por esta otra obra: “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” Y LA MASACRE DE ARACATACA que realizara colectivamente. En esta oportunidad nos ocuparemos de su tesis doctoral: RODOLFO WALSH, O CRIPTÓGRAFO. Relações entre escrita e ação política na obra de Rodolfo Walsh. originalmente en portugués que Reflexiones Siesteras tradujo movido por el interés que pueda despertar en sus lectores.
Dada la longitud del trabajo, presentaremos la misma en entregas separadas por capítulos en tiempo a determinar. Esta semana en la barra derecha aparecerá el link al pdf de la tesis completa para los que no quieran esperar. Sepan disculpar el amateurismo.
INTRODUCCIÓN
No es un arma guardada que
rememora los disparos, sino un hacer
violento, en los cuales la escritura agrede la
molicie y espanta los oropeles.
Daniel Camels.
Argentino de familia irlandesa, nacido en 1927, educado en la fe católica, escritor de relatos policiales, periodista primero, militante después, Rodolfo Jorge Walsh se aproxima a la realidad con la mirada indagadora del detective y del exegeta. Para él, los hechos esconden e insinúan, dan pistas. Hay una verdad ocultada por el relato hegemónico y que es preciso que salga a la luz. La principal tarea de Walsh será revelarla. A los procedimientos ideológicos que construyen el relato hegemónico, el militante/escritor opondrá una serie de procedimientos literarios que constituyen las herramientas de su oficio de “criptógrafo” e inauguran un registro estético, una poética. Estudiar esas herramientas, balizar ese registro, reconocer esa poética son los objetivos de este trabajo.
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El día 10 de junio de 1956, en Buenos Aires, una mujer viaja en la butaca del fondo de un colectivo. El conductor tiene la radio prendida. El locutor del informativo anuncia que el levantamiento cívico-militar que pretendía restaurar el gobierno peronista derrocado por un golpe militar el año anterior, había sido debelado, y muchos de sus cuadros, detenidos o fusilados. La mujer también está absorbida por el golpe. Tiene, en un de los cuartos de la pensión donde vive, un mimeógrafo casero. Los días anteriores reprodujo algunos panfletos y los distribuyó a sus compañeros por medio de un hombre del que no sabe nada, pero que la ama. Se desmaya. Los otros pasajeros ayudan a reanimarla, solidarios: no es la única que lamenta el fracaso de la acción y todos temen por las represalias del gobierno a los peronistas, o a los pobres, lo que en aquellas circunstancias viene a ser la misma cosa. Por las dudas, la mujer consulta un médico. Él le anuncia: está embarazada. En febrero de 1957, nacerá su hija y la mujer abandonará la militancia.
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La noche anterior, en La Plata, un partidario de la Revolución Libertadora -nombre que se daba a sí mismo el gobierno de facto- estaba jugando ajedrez en un bar cuando oyó unos tiros. La noticia de un golpe lo llevó para su barrio, en medio del enfrentamiento entre militares leales y sublevados. Los sublevados le permitieron llegar a su casa. El portal de la misma fue utilizado por los leales para defender posiciones. Con la luz desconectada, a través de la persiana, oyó las últimas palabras susurradas por un soldadito agonizante: “¡No me dejen solo, hijos de puta!”. El hablar lo incomoda, le duele, hay algo que falló. El soldadito estaba allí cumpliendo el servicio militar obligatorio, no se identificaba con los leales; tampoco era un sublevado.
Algún desequilibrio se produce en el ajedrecista, único testigo, involuntario, de la muerte del soldado. Poco tiempo después, estará investigando los fusilamientos de aquella misma noche. Se hará militante peronista, llamará el golpe que derrocó a Perón Revolución Fusiladora, nombre con que recordará a aquel periodo post-peronista. Dedicará el resto de su vida a desvelar una verdad vislumbrada en la oscuridad, junto a la ventana de su casa. Veinte años después, perderá a su hija primogénita en un enfrentamiento con los mismos militares que antes habían derrocado a Perón. Él mismo, emboscado, responderá al fuego del enemigo con un arma de pequeño calibre, será malherido y harán desaparecer su cuerpo junto con sus escritos inéditos.
Nacida en febrero de 1957, oí durante toda la infancia, la narrativa popular de aquellos acontecimientos de junio de 56. La narrativa incluía el relato del ocultamiento de los hechos y su revelación por parte del ajedrecista, ya transformado en periodista militante. Viniendo del campo contrario, se hizo compañero de aquellos que resistían al gobierno iniciado en 1955, venciendo con su palabra, primero el silencio y después la versión oficial.
La narrativa popular es también la narrativa de esa lucha para imponerse en cuanto a narrativa. Es, desde su origen, un “contra-relato”. Una narrativa “forzada”. La identificación de las armas de esa lucha, sus recursos, me ocupa por razones que están en el cruzamiento de lo personal con lo colectivo, pero que, en todo caso, me llevan a tomar partido.
Este trabajo es resultado del estudio de la obra y de la biografía de Rodolfo Walsh en la busqueda de las líneas de tensión que definen su poética. Para eso, hice una aproximación a la temáticas recurrentes, como líneas de continuidad, pero que sufren, a lo largo de la obra, permanentes metamorfosis, como las imágenes de un caleidoscopio; hice también un reconocimiento de las formas de representación, en cuanto a la apropiación de géneros discursivos y voces sociales que Walsh utiliza en sus escritos, y estudié la circulación de los procedimientos que van de la acción política y del texto de publicista a la ficción y viceversa, pasando a veces por el oficio “simple” de traductor.
Hay temáticas, géneros y voces que recorren la actividad literaria, la periodística y la militante del autor. Los objetivos de este trabajo son los de encontrar recorridos que vinculen las tres series, una vez que la poética de Walsh está inscrita en esa red.
Algunos temas son revisitados por el autor a lo largo de su obra, algunos son símbolos, metáforas, otros son asuntos más generales permanentemente metaforizados: el “soldadito”, los oficios, la violencia institucional, el cadáver.
Esos temas son introducidos como señales que irrumpen en sus lecturas, en sus traducciones y en su historia personal. Son para Walsh señales de una escritura cifrada a decriptar. Esa mirada del autor sobre lo real y sobre sus lecturas tal vez pueda ser atribuida a rasgos heredados de su formación católica, llamados a la conciencia repentinamente, convocados por eventos vividos como excepcionales. En su biografía, muchas veces comparada a la trayectoria del profeta Daniel, nombre con que firmó muchos de sus escritos y que atribuyó al protagonista de muchas de sus ficciones, no faltaron los pasajes bíblicos, como la columna de fuego que reitera su presencia después de la muerte de su hija primogénita.
Los acontecimientos actúan sobre Walsh como revelaciones que se propagan asumiendo significados mucho más amplios. Esa relación del autor con los hechos es fácilmente detectada en el momento en que Jorge Masetti le entrega Walsh un telex recibido de casualidad, debido a un problema mecánico, en la agencia de noticias Prensa Latina. El escritor estaba en Cuba, trabajando en un proyecto periodístico que ayudó a construir. El telex es un mensaje cifrado de la CIA[1] que indica el día y lugar de desembarque de la invasión de la Bahia de los Cochinos, en 1961, bajo el comando norteamericano.
Walsh consigue interpretarlo con la ayuda de un libro sobre escritura cifrada, comprado en una librería de usados. Con esa experiencia, descubre su condición de criptógrafo, aún sin poseer conocimiento previo o talento especial para la profesión. Lo curioso es que, al descifrar el mensaje, percibe que, conociendo o no el oficio, no hará otra cosa en toda su vida[2].
Esos temas recurrentes se inscriben en su literatura como señales a ser interpretados en el transcurrir de la obra por parte del autor y sus lectores. El autor los recoge justamente por considerarlos núcleos de transparencia emergiendo en medio de la opacidad de lo real, capaces de condensar verdades de profundidad. No son para el autor construcciones de su propia creación. Walsh los presenta como impuestos a él de manera implacable para que el autor y su lector les adivinen el sentido.
El descifrado de enigmas se constituye también, en si mismo, en un de los temas de su obra: en la literatura policial, en su obra investigativa, en su actividad de inteligencia en la organización en que milita. Esto sucede porque la literatura, para Walsh, es también un lugar de reflexión individual y colectiva.
En su texto autobiográfico, Walsh confiesa: “La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke. Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir”[3]. Pero fue ese mismo motivo que llevó al autor a retomar la escritura y no abandonarla más. Escribir se hizo para él un imperativo.
Walsh había comenzado -y que luego abandonó- un curso de Letras. Se lanzó, sin embargo, a la escritura en el periodismo y en la industria cultural, que eran su medio de vida. Su oficio de traductor lo puso en contacto con “la mejor literatura policial”. Pero su relación con el género no era ingenua.
La obra investigativa del autor, de alguna manera, es tributaria del género periodístico y también de la narrativa policial, de una narrativa policial en que el periodista es, por su parte, detective/narrador y que incluye las voces de testigos, víctimas y sospechosos. Pero, por el hecho que los crímenes investigados sean crímenes de Estado, encontramos también, en esas obras de Walsh, elementos de las narrativas de espionaje.
Muchas de las características de su escritura militante circulan en la producción de carácter periodístico y literario del autor. Tanto es así que es muy difícil clasificar algunas de sus obras, como es el caso de las llamadas “cartas personales“.
El estudio de la producción de Walsh en este trabajo está organizado en cuatro capítulos.
En el primer capítulo, se describen los cambios en la primera parte de la obra ficcional de Walsh, que comienza con literatura policial de enigma, pasa por el hard-boiled para después abandonar el género policial. En medio de ese proceso, encontramos las “intromisiones” de la literatura de espionaje, la testimonial, la investigación periodística y la reflexión existencial que lleva el autor hacia la acción y la literatura militante.
El segundo capítulo está dedicado a la obra investigativa de Walsh y reconoce la continuidad temática y formal con relación al conjunto de la obra del autor. También es estudiada la relación entre el proceso de investigación y el de escritura, así como la asociación de estos con la acción política del autor. Para esto, no puedo dejar de considerar la circulación de las obras y la recepción que tuvieron y confrontarlas con las elecciones formales y la figuración de la lectura esperada por Walsh.
El tercer capítulo focaliza los cuentos del autor, que conforman la parte de su obra considerada estrictamente literaria y que configuran un espacio de experimentación y reflexión sobre las formas más adecuadas inclusive para el conjunto de sus textos. Pero estos cuentos también expresan ciertas líneas de tensión que van pautar la actividad militante de Walsh: la cuestión de la autoría, el lugar ocupado por el intelectual, la producción de narrativas que se opongan a las hegemónicas, las posibilidades de la literatura de representar la realidad histórica y su vigor para actuar sobre ella.
El cuarto y último capítulo trata de las llamadas “cartas personales” del escritor, producidas los últimos meses de su vida y que revelan, por las elecciones formales, soluciones que el autor encontró para algunas de las tensiones que pautarán el conjunto de su obra[4].
Para responder a las indagaciones propuestas, en el estudio del corpus dedica atención a algunos procedimientos de construcción de los textos que lo integran: descripción de la composición de las narrativas policieles, sus cambios y el abandono de esa forma asociado a la militancia de Walsh; análisis de uso de estrategias propias al canon testimonial y análisis de los modos de apropiación de la oralidad y de géneros discursivos.
[1] Central de Inteligencia de los Estados Unidos.
[2] Este episodio fue investigado en: ARROSAGARAY, Enrique. Rodolfo Walsh en Cuba. Agencia Prensa Latina, militancia, ron y criptografía. Buenos Aires: Catálogos, 2004.
[3] WALSH, Rodolfo. “El violento oficio de escritor”. In: BASCHETTI, Roberto. Rodolfo Walsh, vivo. Buenos Aires: de la Flor, 1994, p. 31.
[4] No voy focalizar en este trabajo las dos piezas teatrales, en las cuales Wlash intentó una aproximación al conjunto de la América Latina. En ellas, él escogió un registro lingüístico de “castellano neutro“, que no aparece en el resto de la obra. Las tramas, sin embargo, están construidos como parábolas que condensan la mayoría de los temas presentes en la producción del autor. Tampoco voy a analizar las materias periodísticas, aunque en ellas circulen procedimientos “engarzados” en los otros géneros frecuentados.
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