El margen es un no lugar con casi todas connotaciones negativas, salvo se me ocurre “mantenete al margen”. Estar al margen o marginado es casi no estar, es estar por caerme, casi al filo, en un limbo de interfase con la exclusión. Estar marginado dista todavía de ser excluido pero se le parece mucho, le falta poquito. Juan Carlos Volnovich medico y psicoanalista dice[i] que la marginalidad, en la cartografía de la comunidad, puede ser entendida como desterritorialización del las masas que pierden los lazos primarios y familiares que los solidarizan. Marginalidad que empuja al borde pero también reterritorializa. Cita a Fleix Guattari quién sugiere reemplazar el concepto de “marginalidad” por el de “minorías” que está menos connotado valorativamente.
En otro pasaje se refiere a “marginalidad como tributaria de la tecnología y la ideologización. Consecuentes con esta hegemonía discursiva tenderíamos a entender el problema de la marginalidad desde una óptica negativa, contrastante con la positividad de la sociedad bien organizada, donde no deberían existir los marginales; o de existir los aceptaría como la escoria. Y propone que ha llegado el momento de pensar a la “sociabilidad del margen” fuera de la negatividad, como “indicios de modos diferentes” en la producción de subjetividad.
“¿Qué autoridad tenéis para protestar contra los privilegios de clase?” Bramaba la feminista Hubertine Auclert en el III Congreso Nacional de Obrero en Marsella en 1879. “O las mujeres son iguales de los obreros y de los burgueses, o los burgueses son, como ellos mismos afirman, los superiores de los obreros y de las mujeres. La mujer es, como el hombre, un ser libre y autónomo… Estos atentados a la libertad de la mujer hacen de ella, al tiempo que la sierva, la menor, la mendiga que vive a expensas del hombre…” En definitiva una marginal de la libertad civil sometida a las reglas de la Loi de familla. Este texto extraído de Antoni Domènech[ii] trata de explicar que fortificada “la efectiva distribución de la propiedad, sin exigir al mismo tiempo la libertad de las mujeres” planteaba la siguiente disyuntiva: “o todos son igualmente libres ( o todos se sacuden de encima el yugo de la loi de familla), o los burgueses podrán seguir afirmando que ellos son los superiores”.
“La plena ciudadanía que prometió la democracia Fraternal revolucionaria significaba la universalización de la Libertad Civil… y potencialmente, el fin de todas las relaciones sociales de dependencia… es normativamente incosistente quejarse del patronazgo de los burgueses… y al propio tiempo, empeñarse en ser patrón de la mujer.”
Ser mujer, ser obrero, ser canalla, ser pueblo llano, cabecita negro todavía hoy margina, pero esto está cambiando gracias a posiciones como la de Hubertine que cortan ancho en los reclamos. La igualdad pequeña, aquella que nos tendría que asemejar los otros, a los cualesquiera, a los del borde, a los marginales como el gaucho representado por el renegado de Martín Fierro, aquella que solo puede aportar la hermandad, a pesar de ONGs, feminismos y luchas obreras aún hoy sigue ausente.
En este post hacíamos referencia al de Noelia Seibane Simón, que suma inteligencia a su belleza, mas desde el lado del feminismo. Pero la licenciada en ciencias políticas también coincide en el planteo de Doménech referente a las connotaciones de marginación que conlleva ser mujer y panfletea una ley del gobierno de Zapatero que va en contra de esa desigualdad: la Ley de Igualdad, que para los que no quieren leer consta cuatro tipos de medidas ( de acuerdo al ámbito o la forma de implementación) que son: Medidas de entrada automática en vigor (referidas sobre todo a derechos por la maternidad), Medidas que deben ser desarrollados por parte del Gobierno Central ( que tienen que ver con ley de cupos, estudio de impacto de género en las nuevas leyes y acoso sexual), Medidas que deben poner en marcha el Gobierno Central, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos (tienen que ver con bajada a las provincias y municipios y con la promoción de la igualdad), Medidas a poner en marcha por parte de los agentes sociales (empresas y sindicatos).
De a poco lo personal toma cariz político de la mano de estas leyes, habrá que robarle a la feministas esta consigna para posibilitar restablecer la tercer consigna de la revolución francesa: la fraternidad, para garantizar que estos derechos igualitarios que todavía hoy se pelean entre los sexos puedan ser extensibles a todo otro tipo de marginalidad consecuente de la desigualdad social.
[i] En Redes. El lenguaje de los vínculos – Paidos2002 –Los que viven a l margen de la Sociedad Civil
[ii] Doménech, Antoni, El eclipse de la fraternidad, una revisión republicana de la tradición socialista. Crítica. 2004
2 nos acompañaron:
Bien por la ley. Educado aplauso. En mi caso sin demasiado entusiasmo. Se verificarán mejorías gracias a ella pero el cambio cultural demanadará una o dos generaciones (en occidente).
Una cruda realidad, es común que la mujer profesional, al menos en Buenos Aires, delegue las tareas domésticas que le eran historicamente asignadas, en otra mujer, ésto porque su marido tolera (y reclama) que trabaje, pero nada cede de su tiempo. Lo triste para la empleada es que su situación marginal no sólo es provocada por el hombre, también es avalada por otra mujer.
Aplaudo yo también, especialmente me llamó la atención eso del "impacto de género", que según entiendo es la influencia que tienen las futuras leyes sobre el género, algo así como el impacto ambiental. Esto quiere decir que la legislación para adelante tenderá a equiparar géneros.
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