Esteban Echeverria en su texto Dogma Socialista habla sobre fraternidad como pilar de la democracia. Es curioso que pese a la vinculación que existía entre Juan Bautista Alberdi, Esteba Echeverria y Hernández la divisa de fraternidad no se haya colado en el texto de nuestra constitución. Dice Antoní Domènech[i] en su libro “El eclipse de la fraternidad, una revisión republicana sobre la tradición socialista”, que las democracias latinoamericanas heredan de Europa su tradición republicana. Establece una diferencia entre el republicanismo de Estados Unidos, que nunca incorpora la consigna de “fraternidad”, a diferencia de los iberoamericanos. Sostiene que la “democracia jeffersoniana no se planteará nunca el problema político de la elevación a la vida civil de las clases domésticas subalternas. En una democracia de pequeños propietarios agrarios- la familia Engels -como la soñada por Jefferson, o bien esas clases no existían, o de existir- como en el sur de la república- no vivían en condiciones de semiservilidad o de semivasallaje, sino en condiciones de inequívoca esclavitud“.
En nuestra república hereda su independencia y su tradición de la revolución francesa y no de la norteamericana. El rey era de España, Napoleón era un peligro imperial europeo que se podía trasladar a las colonias, la herencia, la inspiración y la tradición eran robespieranas, por eso al menos es contradictorio que nuestra constitución se inspirara en la norteamericana.
Domènech afirma luego que el sentido político de incorporar la consigna de “fraternidad en la revolución se debía a la necesidad y voluntad del pueblo francés de incorporarse a “una sociedad civil republicana de libres e iguales de quienes vivían por sus manos, del pueblo llano del viejo régimen europeo”, y este pueblo vivía de alguna forma “socialmente regimentados bajo una gran variedad de formas de dominación”.
Los interese del pueblo llano y del pueblo burgués fueron distintos. Una vez establecida la revolución: el pueblo llano quería la incorporación de “todos” a la nueva sociedad civil de libres e iguales, los burgueses solo querían su propia incorporación para poder avanzar sobre las estructuras que lo habían dejado relegado hasta entonces. Para estos la libertad-igualdad era el libre ejercicio de la industria y del trabajo.
En 1790 el diputado Robespierre acuña las divisas de Libertad, Igualdad, Fraternidad cuando pide para los desposeídos la incorporación a la Guardia Nacional. En 1793 dice que la República debe asegurar a “todos” los medios de existir, “todos” deben tener una propiedad suficiente como para no tener que pedir permiso a otros para subsistir. Domènech afirma que hasta ese momento nadie había puesto en duda la dominación patriarcal, ni incluso el propio Rousseau. “de aquí la extraordinaria fortuna de la consigna robespierriana de `Fraternidad´ como mediadora de la `Libertad´ y de la `Igualdad´. Nunca una divisa política ha expresado un modo mas feliz y colmado para sus bases sociales todo un ideario político y entero programa de acción”, dice y recuerda a Friedrich von Schiller con su poema musicalizado luego por Beethoven en la Novena Sinfonía “El himno a la alegría”:
En nuestra república hereda su independencia y su tradición de la revolución francesa y no de la norteamericana. El rey era de España, Napoleón era un peligro imperial europeo que se podía trasladar a las colonias, la herencia, la inspiración y la tradición eran robespieranas, por eso al menos es contradictorio que nuestra constitución se inspirara en la norteamericana.
Domènech afirma luego que el sentido político de incorporar la consigna de “fraternidad en la revolución se debía a la necesidad y voluntad del pueblo francés de incorporarse a “una sociedad civil republicana de libres e iguales de quienes vivían por sus manos, del pueblo llano del viejo régimen europeo”, y este pueblo vivía de alguna forma “socialmente regimentados bajo una gran variedad de formas de dominación”.
Los interese del pueblo llano y del pueblo burgués fueron distintos. Una vez establecida la revolución: el pueblo llano quería la incorporación de “todos” a la nueva sociedad civil de libres e iguales, los burgueses solo querían su propia incorporación para poder avanzar sobre las estructuras que lo habían dejado relegado hasta entonces. Para estos la libertad-igualdad era el libre ejercicio de la industria y del trabajo.
En 1790 el diputado Robespierre acuña las divisas de Libertad, Igualdad, Fraternidad cuando pide para los desposeídos la incorporación a la Guardia Nacional. En 1793 dice que la República debe asegurar a “todos” los medios de existir, “todos” deben tener una propiedad suficiente como para no tener que pedir permiso a otros para subsistir. Domènech afirma que hasta ese momento nadie había puesto en duda la dominación patriarcal, ni incluso el propio Rousseau. “de aquí la extraordinaria fortuna de la consigna robespierriana de `Fraternidad´ como mediadora de la `Libertad´ y de la `Igualdad´
Escucha, hermano, la canción de la alegría;
el canto alegre del que espera un nuevo día.
ven, canta, sueña cantando,
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volverán a ser hermanos.
Si en tu camino sólo existe la tristeza
y el llanto amargo de la soledad completa.
si es que no encuentras la alegría en esta tierra,
búscala, hermano, más allá de las estrellas.
ven, canta, sueña cantando, …
Domènech refleja que el grito de ¡Fraternidad! es también un grito a la emancipación de las tutelas señoriales. De los que están bajo la esfera de la libertad y la igualdad pero que aún responden a los tutelajes de un patrón que nos domina, del que necesitan para poder subsistir. Si se podía ser hermano bajo tutela de un señor como “menores que compartían cotidianeidad bajo la misma dominación patriarcal-patrimonial; se podía llegar a ser también hermano emancipado” […] ”Caído ese régimen, todos los individuos pertenecientes a la clase doméstica y subalterna, antes separadas y fragmentadas” […]” se unirían, se fundirían como hermanos emancipados que solo reconocerían un progenitor, la nación , la patria”
Por entonces Democracia, era tradicionalmente el gobierno de lo pobres ya libres, era la pretensión de universalizar la libertad republicana, de lograr una sociedad civil en que todos fueran plena y recíprocamente libres, iguales en el viejo sentido republicano de la palabra. `Democracia´ era, pues, `Fraternidad´ y `Fraternidad´ era `Democracia´.
Domènech recuerda que luego del guillotinamiento de Robespierre con la Constitución de 1795 en Francia es abolido el sufragio universal. Se establece el voto calificado con el que se puso a resguardo la seguridad de los propietaristas. Luego bajo el poder de Napoleón, las ideas republicanas se esparcieron por toda Europa. Las ideas de ley civil y ley de familia volvieron a separarse y con ella la Fraternidad se desdibujó.
Esta situación se mantuvo en Francia hasta mitad del siglo XIX donde el “pueblo llano” de principios de siglo había cambiado su rol al de “trabajadores proletarios” de los nuevos centro urbanos industrializados, y a los campesinos les había cambiado su situación ya que ahora manejaban algo de tierra propia, también las capas media de la ciudad habían mutado a burgueses típicos como pequeños y medianos industriales. Con el advenimiento de la ideas marxistas, lo que ahora se discutía era la propiedad privada, el valor del trabajo, y la libertad industrial.
Los idearios fraternales, si bien se habían combatido, nunca se habían depuesto, en 1948 este ideal vuelve a florecer. Pero advierte Alexis de Toqueville que una sociedad sin patrones, esclavos con una loi de famille abolida, “sin trabajadores sometidos a los caprichos absolutistas” era incompatible con la libertad política, es decir con la República puramente política y no social. Por eso fracasa en ese último intento por reflorecer. El éxito de la burguesía por preservar la propiedad privada y el advenimiento del marxismo a disputársela es la causa fundamental que el concepto de fraternidad sea puesto de lado definitivamente. Dice Tocqueville “Vi la sociedad partida en dos: los que nada poseían, unidos en una común codicia; quienes poseían algo, en una angustia común. Se acabaron los lazos, se acabaron las simpatías entre las dos clases: imperaba por doquier la idea de una lucha inevitable e inmediata”.
Para Domènech la cuestión de la pequeña propiedad privada, no ponía en cuestión “el valor intrínseco de la Fraternidad pero sí su eficiencia como consigna programática. La divisa de la fraternidad fue en general considerada a partir de entonces por los socialistas políticos como un lábaro confundente (emblema de confusión), omnubilador del problema de base de la propiedad” Cuan necesaria es esa divisa en nuestra Argentina de hoy cuando el voto se cambia por la dádiva y el pobre lo vende por un bolsón de comida o un trabajo en el estado. El “apriete” y la demagogia son monedas corriente. Parece actual el llamado del himno de “volver a ser hermanos”.
Solo cabe mencionar el papel que jugó la mujer durante este período. Ésta tiene un protagonismo fundamental durante la revolución pero no es hasta fines del siglo XIX cuando la feminista Hubertine Auclert pone blanco sobre negro sobre la situación de la mujer, quien había estado ajena al tema de la propiedad privada y marca la contradicción que significaba no pedir la libertad civil de las mujeres: o todos son igualmente libres, o, los burgueses podrán seguir afirmando tranquilamente que ellos son los superiores de los obreros y de las mujeres. Se preguntaba si el pueblo burgués quería conservar los privilegios de sexo, “¿Qué autoridad tenéis para protestar contra los privilegios de clase?”. Tan contundente como efectiva la frase costó para imponerse pero falló en su intento de restablecer la idea de fraternidad.
La lucha de clase nunca más fue por la inclusión o por la eliminación de las dependencias patronales y propietarias. El texto de Domènech citado en este apartado tal vez peque de romántico, pero no lo podemos dejar de lado, por que de él emana todavía la alegría y la fuerza viva de la fraternidad de la que nos habla el himno.
[i] Antoni Doménech es un filósofo catalán que dedicó muchos años estudiando el proceso de la revolución francesa en especial sobre la Fraternidad. Actualmente es catedrático de la Universidad de Barcelona
Por entonces Democracia, era tradicionalmente el gobierno de lo pobres ya libres, era la pretensión de universalizar la libertad republicana, de lograr una sociedad civil en que todos fueran plena y recíprocamente libres, iguales en el viejo sentido republicano de la palabra. `Democracia´ era, pues, `Fraternidad´ y `Fraternidad´ era `Democracia´.
Domènech recuerda que luego del guillotinamiento de Robespierre con la Constitución de 1795 en Francia es abolido el sufragio universal. Se establece el voto calificado con el que se puso a resguardo la seguridad de los propietaristas. Luego bajo el poder de Napoleón, las ideas republicanas se esparcieron por toda Europa. Las ideas de ley civil y ley de familia volvieron a separarse y con ella la Fraternidad se desdibujó.
Esta situación se mantuvo en Francia hasta mitad del siglo XIX donde el “pueblo llano” de principios de siglo había cambiado su rol al de “trabajadores proletarios” de los nuevos centro urbanos industrializados, y a los campesinos les había cambiado su situación ya que ahora manejaban algo de tierra propia, también las capas media de la ciudad habían mutado a burgueses típicos como pequeños y medianos industriales. Con el advenimiento de la ideas marxistas, lo que ahora se discutía era la propiedad privada, el valor del trabajo, y la libertad industrial.
Los idearios fraternales, si bien se habían combatido, nunca se habían depuesto, en 1948 este ideal vuelve a florecer. Pero advierte Alexis de Toqueville que una sociedad sin patrones, esclavos con una loi de famille abolida, “sin trabajadores sometidos a los caprichos absolutistas” era incompatible con la libertad política, es decir con la República puramente política y no social. Por eso fracasa en ese último intento por reflorecer. El éxito de la burguesía por preservar la propiedad privada y el advenimiento del marxismo a disputársela es la causa fundamental que el concepto de fraternidad sea puesto de lado definitivamente. Dice Tocqueville “Vi la sociedad partida en dos: los que nada poseían, unidos en una común codicia; quienes poseían algo, en una angustia común. Se acabaron los lazos, se acabaron las simpatías entre las dos clases: imperaba por doquier la idea de una lucha inevitable e inmediata”.
Para Domènech la cuestión de la pequeña propiedad privada, no ponía en cuestión “el valor intrínseco de la Fraternidad pero sí su eficiencia como consigna programática. La divisa de la fraternidad fue en general considerada a partir de entonces por los socialistas políticos como un lábaro confundente (emblema de confusión), omnubilador del problema de base de la propiedad” Cuan necesaria es esa divisa en nuestra Argentina de hoy cuando el voto se cambia por la dádiva y el pobre lo vende por un bolsón de comida o un trabajo en el estado. El “apriete” y la demagogia son monedas corriente. Parece actual el llamado del himno de “volver a ser hermanos”.
Solo cabe mencionar el papel que jugó la mujer durante este período. Ésta tiene un protagonismo fundamental durante la revolución pero no es hasta fines del siglo XIX cuando la feminista Hubertine Auclert pone blanco sobre negro sobre la situación de la mujer, quien había estado ajena al tema de la propiedad privada y marca la contradicción que significaba no pedir la libertad civil de las mujeres: o todos son igualmente libres, o, los burgueses podrán seguir afirmando tranquilamente que ellos son los superiores de los obreros y de las mujeres. Se preguntaba si el pueblo burgués quería conservar los privilegios de sexo, “¿Qué autoridad tenéis para protestar contra los privilegios de clase?”. Tan contundente como efectiva la frase costó para imponerse pero falló en su intento de restablecer la idea de fraternidad.
La lucha de clase nunca más fue por la inclusión o por la eliminación de las dependencias patronales y propietarias. El texto de Domènech citado en este apartado tal vez peque de romántico, pero no lo podemos dejar de lado, por que de él emana todavía la alegría y la fuerza viva de la fraternidad de la que nos habla el himno.
[i] Antoni Doménech es un filósofo catalán que dedicó muchos años estudiando el proceso de la revolución francesa en especial sobre la Fraternidad. Actualmente es catedrático de la Universidad de Barcelona
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