Cada personaje en el Gran Cuñado representa a un político en la vida real al que los actores estudiaron con esmerada atención durante meses. Cada políticos tiene una identidad personal y otra política que los lleva a ser actores de la escena política. Así uno a uno, los personajes que entraron a la casa despliegan una caricatura de cada político real, los mismos que a su vez son actores.
Si tomáramos el juego como real, las “nominaciones” y las “sentencias” estarían en concordancia con las afinidades o rechazos que cada político representa en la vida real, lo que conformaría una suerte de simulacro de elección adelantada.
Sin embargo sucede algo distinto, a medida que los actores van desarrollando su personaje, le van imprimiendo características propias de la caricatura. Entonces siguiendo la primer lógica: cuanto mejor sea la representación, más atado estaría el destino del actor al del político en cuestión. Y en el caso de ser un político con un fuerte rechazo popular la salida de la casa del buen actor sería mas factible.
Pero vemos que esto no sucede así, alguna caracterizaciones son tan burlescas que provocan el efecto contrario, el público no los vota para sentir el perverso placer de verlos ridiculizados por la sátira. Tal es el caso de Fernando, interpretado por el inefable Freddie Villareal.
Entonces a través del personaje y la sátira descubren una faceta mas cercana y desenmascarada del político, lo que los hace más humanos y provoca el efecto rebote, invierte la imagen.
De todas formas ese tránsito no es gratuito, ya que del ridículo nadie vuelve, pero de alguna forma reconcilia. Esto mirado desde un juego de imágenes preconcebidas por el público y puestas en juego por el actor.
Otro aspecto a analizar es lo que opina el publico fascinado ante la impecable puesta. Es interesante ver cómo a partir de un personaje se pueden expresar sentimientos del público que también éste enmascaraba y que a partir del personaje puede liberar en una suerte de catarsis. Sapos y culebras son arrojados hacia un De Angelis que no es el mas “malo” de los personajes, la salida de Lilita en la primer nominación es otro caso.
Los malos no son tan malos y los buenos no son tan buenos en este juego de infinitos espejos, juego complejo de por sí, caricatura de una caricatura de una caricatura de la elección.
Robin Dunbar sostiene la hipótesis de que el cerebro humano no puede sostener interpretaciones de interpretaciones mas allá de cinco encadenamientos. Este es el número de personajes que usa Shakespiare en sus obras de teatro mas complejas. Cuatro es el de las obras populares, menos de tres la historia pierde interés, veamos:
Felipe Solá es una persona real que decide ser político y para serlo se impone de un personajes que responde a la regla “para permanecer en política hay que hacerse el boludo”. Primer personaje. El autor del personaje Felipe (de Tinelli) interpreta que el personaje que interpreta Solá va tener ciertas características reconocidas por el público y que pone en su libreto, segundo personaje. El actor a su vez interpreta el libreto dándole una impronta propia de la dramaturgia, tercer personaje. El público al votar se convierte en el cuarto escalón de representación de representaciones y este parece ser el gancho del programa, su propia complejidad.
Nunca se sabrá por qué sucede este encadenamiento, funcionaba para don Willam, funciona para Tienlli. Tal vez nunca se sepa que perversiones encierra el corazón humano, de lo que estamos seguro es que nada va a quedar como era entonces luego de Gran Cuñado.
Ref
"The social brain hypothesis and the relevance to social psychology"
1 nos acompañaron:
¿Hace falta tamaño análisis?
¿No crees que es muy simple el mensaje?
Tinelli no merece tanto.
Armando.
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