Mi amiga Silvia Adoue me manda este texto que no conocía, no creo que sea muy difundido dado que no está citado mucho en la web a diferencia de otros.
Tres cosas para destacar:
- El espacio es siempre reducido para publicar (prensa escrita)
- El concepto que tiene Walsh sobre la “comunicación social”, más hoy que comunicación social y periodismo son casi sinónimos.
- La inutilidad por esforzarse en lo literario cuando el texto periodístico se se dirige hacia unos pocos.
por Alma Mater /
En agosto de 1970 la revista Alma Mater publicó una conversación entre el argentino Rodolfo Walsh y los cubanos Germán Piniella, Víctor Casaus y Vicente Carrión. Los cuatro transitaban entonces por la frontera entre la "literatura" y el "periodismo", y avanzan algunos criterios que todavía guardan una interesante vigencia. El próximo sábado, 28 de enero, Víctor Casaus participará en la "Descarga de la cubanía porteña", propuesta por La Cazona de Flores (Morón 2453, CABA).
Cuatro periodistas-escritores conversan de su oficio ante el micrófono. Discuten sobre el periodismo, la ficción y el testimonio. Son ellos, Germán Piniella, cuentista, estudiante de Periodismo y jefe de redacción de Alma Mater; Rodolfo Walsh, cuentista, dramaturgo y periodista argentino, autor de tres reportajes políticos de gran repercusión, El caso Satanowssky, Operación Masacre (editado en Cuba por La Honda de la Casa de las Américas) y ¿Quién mató a Rosendo?; Víctor Casaus, poeta, estudiante de Letras y autor del testimonio Girón en la memoria, y Vicente Carrión, cuentista, estudiante de Periodismo y subdirector de Alma Mater.
Los cuatro conversaron apasionadamente sobre su doble condición. Aquí está la versión de lo que ellos dijeron esa mañana.
PINIELLA: Aunque para muchos es ya un tema viejo y hasta agotado, queremos aprovechar esta oportunidad para conocer tu opinión sobre la polémica literatura y periodismo, y también lo relacionado con el testimonio como género literario.WALSH: Bueno, podríamos acercarnos al tema a partir de algunas experiencias personales. Yo creo que no es lo mismo razonar sobre el tema en Cuba que en mi país, la Argentina. Evidentemente en la Argentina periodismo y literatura tienden a correr por cuerdas separadas, sin perjuicio de que del sector de periodistas surge cierta cantidad de gente que escribe luego, o que se convierten en escritores. Pero ya cuando se hacen escritores la separación persiste. Hay algunos puntos de contacto, principalmente en algunos semanarios y sobre todo en los últimos diez años. Yo asistí al nacimiento de ese punto de contacto: unas revistas me mandaron a hacer notas al interior, a lugares muy poco frecuentados por periodistas. Uno de estos fue una isla en la confluencia del Paraná y Paraguay, donde estaban, en esa época, concentrados los leprosos en los leprosorios. Nosotros vivimos ahí, con un fotógrafo durante una semana. En otra oportunidad, con ese mismo fotógrafo nos internamos en una zona realmente inaccesible y hasta rodeada de leyendas, en la provincia de Corrientes, donde se decía que no podía entrar. Es una zona muy hermosa con una población reducida a un grupo muy escaso de cazadores que viven prácticamente como en el siglo XIX. Mi intención consciente y deliberada fue trabajar esa notas y otras que luego hice con el mismo cuidado y la misma preocupación con que se podía trabajar un cuento o el capítulo de una novela, es decir, dedicarle, por ejemplo a una sola nota el trabajo de un mes, un trabajo intensivo. Eso resultó un poco excepcional dentro de lo que es la práctica allá, porque en general no se considera que un periodista deba dedicarle un mes a una sola nota de 12 o 15 carillas, o de 20 carillas en el mejor de los casos. Se piensa que el periodista debe tomar el avión de esta mañana, viajar 1000 km de distancia, desembarcar dentro de dos horas y a la noche tomar el avión de vuelta, y con esa experiencia reflejar toda la vida de una comunidad, de una provincia, de un pueblo, y opinar absolutamente sobre cada uno de sus problemas políticos, económicos, sociales, de todo. Ese es un poco el criterio que predomina. Salvo esa otra tendencia que aparece en algunas revistas semanales que todavía persisten, periodismo y literatura marchan por carriles totalmente separados. No sé qué es lo que pasa en Cuba; tengo la impresión de que puede ser un poco parecido.
PINIELLA: Bueno, en cierto sentido puede ser un poco parecido, pero nosotros tenemos la ventaja de que en ciertas publicaciones —ya hablando de una publicación mensual—, sí hay la oportunidad de pasarse un mes haciendo un trabajo. Yo creo que el ejemplo más típico es el de la revista Cuba.
WALSH: Esa revista, por ejemplo, ¿qué tirada tiene?
CASAUS: Ahora tiene una tirada nada más que internacional.
WALSH: Es decir, que si bien el trabajo se hace, no se lo hace así en términos generales para darlo regularmente al público cubano…
PINIELLA: No, en este caso específico, no.
WALSH: Es decir, que tendríamos de todas maneras el mismo problema: el uso de un periodismo literario pero con una aplicación limitada, no con la aplicación en la prensa cotidiana ni en última instancia.
PINIELLA: Alma Mater, por ejemplo, es un caso insólito. No solo porque somos una publicación universitaria, sino principalmente porque tenemos aquí oportunidades de…
WALSH: Claro. Yo he visto algunas de las cosas que han hecho ustedes en Alma Mater. Me parecen excelentes. Sobre todo los reportajes. Pero sucedería lo mismo, es decir, el método existe, pero falta la última fase que es en última instancia la comunicación en términos realmente masivos. En Argentina la situación es esa, hay algunos escritores que prosiguen haciendo esa tarea, quizá no en condiciones óptimas o ideales como les dije al principio. En algunos casos hay un doble propósito: hacer un periodismo literario y, como decimos nosotros, recoger materiales, lo cual implica ya una interesante reserva, ¿no?, y una interesante diferenciación en la escala de valores.
Evidentemente se considera, inclusive nosotros mismos, que la literatura es en todo caso una forma superior, una escala más alta. Ahí entra la mitología burguesa, que no es nueva, que tiene una larga trayectoria de separación y compartimentación de actividades, de atribución de valores, a veces muy caprichosos; cualquiera que visite un museo europeo se dará cuenta de hasta qué punto, por ejemplo, una pésima Anunciación ocupa lugar destacado en las paredes, mientras que a lo mejor un trabajo de artesanía, alfarería o cerámica, etc., está relegado, cuando a veces es muy evidente que ese artista que hizo a lo mejor una mesita con piedras es un artista superior inclusive al Murillo ese terrible que está allí a la entrada. Con el periodismo y la literatura pasa eso. Al esgrimir como pretexto que está recogiendo material quiere decir que no está dando en ese trabajo periodístico lo mejor que puede aportar como escritor. Yo creo que es una concepción errónea. En ese género de periodismo literario, si lo hace con entusiasmo, se pueden conseguir resultados muy buenos y a veces superiores a los presuntos productos ulteriores ya terminados y refinados de la literatura. Pero el concepto ese existe, existe no solo en los escritores sino en los que dirigen las editoriales, las revistas, los diarios.
CARRIÓN: Aquí lo que acepta cuando más es que hay buenos periodistas que han sido después buenos escritores…
WALSH: Pero siempre con esa idea de que aprendieron.
PINIELLA: Nosotros creemos que sí se pueden hacer los dos, y hacerlos con calidad. Claro, es muy difícil de hacer.
WALSH: Lo interesante sería descubrir las causas. Esas no las tengo muy claras, no las tengo demasiado analizadas. Descubrir por qué causas, sobre todo en una sociedad burguesa, predomina ese sistema de valores. Es decir, ¿cuál es en última instancia el peligro de un periodismo literario? ¿Hasta qué punto es preferible para esa sociedad confinar al periodista con capacidad para convertirlo en un escritor, y por lo tanto en un escritor con una capacidad de comunicación mucho menor? Porque evidentemente, en términos de simple tirada, un periodista que a través de un semanario puede llegar a 120 mil lectores, cuando se consagra como escritor y «se eleva», digamos, cuando alcanza «esa etapa ideal superior del arte», pues llega a cinco mil lectores en el mejor de los casos. No sé si ustedes tienen alguna respuesta a esto.
PINIELLA: Respuesta no tenemos. Nosotros en nuestras discusiones, en nuestras casi peleas, pudiéramos decir que tocamos de oído. A veces nos metemos en discusiones sin tener un cuerpo teórico, como estamos haciendo ahora, con lo que va surgiendo.
WALSH: En realidad ese me parece un buen método. Ahora, habría que hacer extensiva la pregunta a otro nivel —y ahí la experiencia de ustedes es importante. Nuestra conversación tiene dos vertientes: una, la preocupación de la revista por las relaciones entre la literatura y periodismo y dos, la preocupación mía por saber cómo funciona aquí ese problema y, en general, otros problemas vinculados al periodismo y la literatura. Habíamos llegado a una primera conclusión provisoria, o sea, que esa separación entre periodismo y literatura, y esa escala de valores, a pesar de algunas excepciones que ustedes señalaban —y yo creo que Alma Mater puede ser una de ellas—, esa separación existe aquí también. Un periodismo literario, un periodismo que pueda transmitir a grandes masas de lectores la visión de la realidad cotidiana, aquí en Cuba también parece que estuviera por hacerse o está en vías de hacerse.
PINIELLA: Pudiéramos decir que se comienza a hacer. Pero hay también otro aspecto, y es el problema de que nuestros periódicos son periódicos de pocas páginas. El espacio es el gran fantasma que recorre nuestra prensa…
WALSH: Sí, desde luego, la falta de espacio es un problema que nosotros conocemos. Ahora, yo me voy a tomar la libertad —tomando en cuenta que yo también he trabajado en el periodismo cubano y que todo lo que pueda decir está visto desde dentro de las preocupaciones de ustedes, desde dentro de la Revolución cubana, y que para mí es un fenómeno de capital importancia—, de sugerir que no se le puede atribuir a la sola falta de espacio…
PINIELLA: No, no, por supuesto, por supuesto.
WALSH: …el hecho de que la prensa cubana no contenga un reflejo constante de la sociedad en términos vivos, es decir, de lo que pasa abajo, en el pueblo, en los centros de trabajo, en el campo, en la Universidad. La falta de espacio debe influir, pero es posible que en última instancia es difícil desarraigar —y no solamente en el periodismo sino en general en todos los terrenos, pero limitémonos a este—, sea difícil desarraigar lo que hemos heredado, las formas que ya vienen un poquito cristalizadas, y que entonces haya una valoración quizás un poco mecánica del valor de la noticia, de lo que es noticia, de lo que es importante, y puede entonces suceder que de la prensa cubana estén excluidos aspectos realmente muy importantes de la vida de la gente, ¿no?
CARRIÓN: Yo creo que en general los países socialistas no han encontrado todavía su forma de expresión. Nosotros estamos precisamente en la búsqueda de esas formas. De ahí es que surgen estas preocupaciones y que replanteemos este problema. Más que otra cosa, en Cuba está conformándose algo todavía no definido, y no es que comience ya a manifestarse una expresión periodística que correspondería quizás a la sociedad socialista, sino que ella se está conformando. De ahí también que nosotros no tengamos todavía ningún basamento real concreto ni teórico para fundamentar esa conclusión a la que usted quería que llegáramos.
WALSH: Sí, evidentemente. A mí no me preocupa demasiado, por ahora, la falta de basamento teórico; evidentemente estamos siguiendo un camino totalmente empírico. Yo creo, sin embargo, que existen los elementos básicos para ese nuevo tipo de periódico: existe el material humano. Quizás lo que sea necesario es diseñar la política en cuanto a eso y revalorizar lo que es importante y merece ser comunicado cotidianamente a centenares de miles de personas. Esto implica, desde luego, una crítica a la expresión concreta de la prensa cubana. Yo pienso que es un poco mecánica la forma en que se seleccionan las noticias —y este es un comentario unánime de todos los visitantes latinoamericanos que venimos a Cuba. Bueno, ¿qué te parece si volvemos otra vez al tema, a la literatura y el periodismo, y al testimonio? ¿Vos qué piensas del testimonio?
PINIELLA: Creo que si hacemos la separación total entre literatura y periodismo el testimonio es más periodismo que literatura, y en cuanto a géneros, creo que el testimonio es un género del periodismo. Pero, como no creo que se puedan separar completamente, en el plano teórico podemos considerar al periodismo un género de la literatura y los géneros del periodismo serían, en ese caso, subgéneros de la literatura. Claro, esto planteándolo como un esquema. En definitiva, me parece que el testimonio es un género de nuestra época. Es interesante lo que Walsh decía sobre regresar al periodismo. Es lo que ha tratado Víctor y es lo que pensamos hacer todos nosotros. De una manera u otra todos tenemos un libro de testimonio en proyecto: alguno sobre la zafra, otro sobre el SMO, sobre los guardafronteras. Eso es sintomático.
WALSH: Es sintomático. Esa necesidad del testimonio que aparece en Cuba y que, además, tiene respuestas concretas, como el libro de Víctor, deberíamos tratar de definirla. ¿Por qué se siente en Cuba, y sentimos nosotros en Latinoamérica los que de alguna manera estamos vinculados al proceso revolucionario, la necesidad de volver al testimonio, abandonando inclusive las formas literarias tradicionales que nos parecían superiores? Habría que plantearse que, en última instancia, una revolución tiene esa ventaja, que puede cuestionar prácticamente todo. Entonces, también puede poner en tela de juicio aquella escala de valores heredada de la época burguesa que yo mencioné al principio. Podríamos ir más lejos y dejar planteada una pregunta: ¿Hasta qué punto los géneros literarios tradicionales —la novela, el cuento— son la expresión literaria históricamente determinada de la burguesía en una sociedad capitalista? Desde luego, los escritores nos van a caer encima, pero bueno, podemos formular la pregunta y discutir, ver hasta qué punto estos géneros —que por algo surgen y por algo adquieren esa fuerza— pueden representar mejor esa realidad revolucionaria en Cuba y PRE-revolucionaria en el resto de Latinoamérica. Más concretamente, ¿hasta qué punto, hoy por hoy, es necesario que nuestra literatura siga planteando, eterna y angustiosamente, los conflictos de la conciencia individual en nuestra sociedad? ¿Hasta qué punto es necesario convivir sin cuestionar al escritor y sus fantasmas, para decirlo con las palabras de Sábato? ¿Hasta qué punto le interesan al pueblo, a cualquier pueblo, al pueblo de Cuba, a nuestros pueblos, los fantasmas del escritor y no sus penosas y terribles realidades cotidianas?
PINIELLA: Yo creo que la pregunta es totalmente válida. De cierta manera el testimonio, si no es una respuesta, sí es un camino tentativo. Pudiéramos decir que es una especie de compromiso entre la necesidad de sedimentación en la literatura, del distanciamiento necesario, del tiempo para poder escribir sobre una cosa determinada, y la necesidad urgentísima de reflejar la realidad cotidiana, lo más inmediato. En ese sentido creo que el testimonio da una respuesta y al mismo tiempo da la otra parte del Periodismo, la mejor parte.
CASAUS: Es mucho más fácil acercarse a un lector de nuestra sociedad, a un lector latinoamericano que tiene una cantidad de limitaciones, no ya meramente educacionales sino también de hábitos de lectura no creados, a partir de un libro que plantee más directamente sus problemas y sus realidades y que los plantee de una forma que se parece mucho a la forma en que él está acostumbrado a identificarse con esa realidad. En ese sentido a mí me parece que el papel que puede jugar el testimonio es importante, no solo como expresión de esa realidad, de la importancia que eso tiene para nosotros desde el punto de vista ideológico, y político, sino también como forma de integrar a esa masa de lectores a otras formas literarias que están implícitas en el testimonio. Por eso creo que a la hora de hablar es muy importante señalar la influencia que hay en él del cine y de los medios masivos de comunicación, sobre todo del cine. Después de las últimas décadas, el escritor no puede seguir con su mundo interior solamente; hay que incluir la prensa, la noticia, el montaje.
PINIELLA: Yo me pregunto ¿cuál sería la reacción de ese lector del que tú hablabas, de ese lector no acostumbrado, ante tu libro de Girón y la reacción ante los problemas existenciales de Boris Vivan por ejemplo? ¿Qué significa La espuma de los días para un carbonero de la Ciénaga de Zapata?
WALSH: Ese problema es muy importante. Eso se ha discutido mucho y gente muy seria y muy bien intencionada y muy revolucionaria lo deja sin respuesta. Parecería que un escritor y sus medios de expresión deben dirigirse más bien hacia el encuentro de un futuro lector y no del lector presente, lo que equivale a dejar a ese carbonero sin lectura. Esa es la pregunta.
CASAUS: A veces el problema se deja en manos de los que quieren establecer la comunicación a un nivel en el cual le están haciendo daño a ese carbonero. Son los que creen que al carbonero hay que hablarle de una manera tan sencilla, tan simple, tan masticada, que es la manera de negarle toda posibilidad. Lo que hay que hacer es proponerle nuevas cosas al carbonero.
WALSH: Con eso evidencia, además, una ignorancia extraordinaria de lo que suele ser un carbonero, una subestimación de un hecho básico y evidente y que es en última instancia el creador de todo el lenguaje, el creador inicial de todo lenguaje, no es el escritor. Se ha mixtificado mucho la llamada « aventura del lenguaje». Ha sido un tema de nuestras revistas, de las secciones literarias de nuestros semanarios, que allá son muy importantes. Cuando ha empezado a aparecer un cambio en la actitud de algunos escritores en el sentido de abandonar un poco los fantasmas del mismo escritor y ocuparse realmente de lo que pasa, toda esa crítica literaria —que es, en última instancia una crítica de derecha, por más que se viste y se adorne es una crítica de derecha— ha insistido en señalar que esos caminos son falsos, que eso conduce al realismo socialista, que la esencia de la literatura y lo central de la vida del escritor es la llamada «aventura del lenguaje», como si no fuera más probable encontrar una auténtica aventura del lenguaje en algunos personajes del pueblo. Desde luego, hay que ir a buscarlos, ellos no se le presentan a uno en la oficina, hay que meterse en las fábricas, en los bosques, en los lugares donde la gente, donde el pueblo, se reúne y conversa. Yo no creo que el periodismo y la literatura tengan que hablar de otra cosa que de la gente y no es posible hablar de la gente sin hablar como la gente o de lo contrario entramos en la mitología.
PINIELLA: Eso es suplir un fantasma por otro.
WALSH: Yo he sentido los tironeos de esas distintas actitudes. Como les dije, yo tuve la triple experiencia: hice periodismo, «ascendí» a escritor y luego «descendí» nuevamente —y voluntariamente— a periodista. Cuando salió mi libro Operación Masacre, la crítica literaria lo dejó pasar en silencio, transcurrieron siete años antes de que alguien hiciera una gacetilla bibliográfica, y no obstante el libro se agotó, y no lo leyeron los literarios ni lo leyeron los escritores, lo leyó gente del pueblo. Cuando después de unos años escribí una obra de teatro y publiqué un libro de cuentos, entonces todo el mundo saltó, aseveró, yo era casi un estribillo de las gacetillas bibliográficas, y yo me puse a pensar, ¿qué cosa tan rara esta, pero quién me reclama esto a mí y por qué con lo otro se hizo tanto silencio? Hasta cierto punto pasó lo mismo con mi segundo libro de testimonio ¿Quién mató a Rosendo?: una revista, creo que fue Análisis, publicó un artículo titulado «Diez en literatura, cero en política». ¡Ahí estaba la clave!
CASAUS: Hay un ejemplo muy importante para nosotros que a lo mejor a ti te gustaría conocer, de un poeta cubano, que además era dirigente comunista, Rubén Martínez Villena. Una vez Jorge Manca, uno de los ensayistas más reaccionarios que tuvo este país y compañero literario de Rubén en épocas anteriores, publicó en el periódico El Mundo o en el Diario de la Marina un artículo muy paternalista —porque Rubén era mucho más joven que él— diciendo que se debía hacer una colecta entre los compañeros de «nuestro Rubén» para que este pudiera publicar su libro de poemas La pupila insomne. Y la respuesta de Rubén fue una frase que después se ha citado mucho: «Yo desprecio mis versos, me interesan tanto como a la mayoría de nuestros escritores la justicia social».
WALSH: Es realmente una definición perfecta. ¿Por qué no volvemos a nuestro punto de partida? ¿Cómo contemplan ustedes en Cuba la posibilidad de una mayor participación del escritor en un periodismo de masa y un mayor acercamiento del escritor cubano? Y cuando digo mayor, me refiero a lo que veo publicado en la prensa, no me refiero, por ejemplo, al libro de Víctor sobre Girón que me parece una perfecta aproximación a los sentimientos, a las ideas y a las experiencias del pueblo. Bueno, ¿cómo visualizan ustedes ese problema?
CASAUS: Yo creo que las limitaciones nuestras, que se asemejan en algunos casos a las de otros países latinoamericanos, tienen, por el contrario, una raíz más bien de tipo subjetivo, en el sentido de que aquí no existen limitaciones materiales. Creo que lo que cuenta en muchos casos en muchas redacciones de periódicos y revistas es una falta de aprovechamiento del material humano, cosa de la que se quejan muchos periodistas. Porque problemas materiales no hay para que un periodista se pase seis meses en la Sierra.
PINIELLA: Nuestros periodistas se han hecho en la práctica, en la mala práctica, a través de los años, tienen sus ideas sobre lo que debe ser el periodismo, tiene sus limitaciones. Nosotros también tenemos las nuestras, pero la Escuela de Periodismo al menos gradúa gente con nivel universitario. Como periodistas profesionales son pocos los periodistas nuevos; digo nuevos en el sentido de otro acercamiento al periodismo, o son gente que, por necesidad imperiosa de la Revolución, empiezan a hacer periodismo porque hacen falta, y se han quemado en la pelea. Es justo reconocerlo y no se les puede echar la culpa sino que fueron a cumplir una tarea que había que hacer. Claro, desgraciadamente muchos han adquirido los viejos hábitos, otros no lo han adquirido y están entre los mejores periodistas del país.
CARRIÓN: Pero el problema esencial no está en el elemento humano sino en las concepciones por las cuales se dirige a ese material humano. Lo mismo que decía Walsh, la valoración de una noticia es una muestra del criterio con que se hace el periodismo aquí. Entonces, hay una confusión de términos o una fusión demasiado íntima que se hace aquí de relaciones internacionales, política nacional e internacional, y la manifestación periodística. No hay una valoración acorde con la realidad que vive el país en términos periodísticos. Esa misma concepción obliga a que ese elemento humano se introduzca a un mecanismo y una vez que está dentro se siente aprisionado. Entonces, el que ha tenido inquietudes de hacer un nuevo periodismo se encuentra ante una alternativa: o hace ese diarismo totalmente ineficaz o «asciende» a la literatura.
WALSH: Ahí está la clave, en los valores: el «ascenso a la literatura». Es decir, yo pienso que la cosa tendría que ser totalmente al revés. Cuando un hombre demuestra grandes posibilidades de comunicación no es el momento de decirle: «Bueno, usted que escribía para cien mil, ahora escriba para cinco mil», sino al revés.
CASAUS: Lo que es paradójico es lo que decía Carrión entre la situación de Argentina u otro país, y la de Cuba. Es paradójico que aquí se creen limitaciones que no deben existir y de las cuales Walsh, por otra parte, se puede valer: manejo de técnicas y de elementos de vanguardia en la expresión. Yo creo que eso entraría en contradicción aquí, en alguna medida, con esa idea del diarismo y la cotidianidad mal entendida. Ese es el riesgo que se corre con los alumnos de la Escuela de Periodismo que al graduarse y llegar a las publicaciones se vicien con ese mecanismo. Si a esos compañeros no se les da la posibilidad de ejercer los nuevos criterios que tienen y de realizar un periodismo más profundo, al cabo de un par de años son otra vez los diaristas cotidianos y aburridos.
PINIELLA: Aunque estoy de acuerdo con que el problema está con el criterio con que se dirige la prensa, yo hago hincapié en el problema de los periodistas. Nosotros no podemos depender de que cambien los criterios y decir que entonces sí vamos a hacer buen periodismo. Eso también depende de nosotros en cierta medida, puesto que si esperamos a que se produzca un milagro lo más probable es que estudiemos cuatro años y después desertemos también.●
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