El límite de la república
De la noche a la mañana el gobierno, tal vez a partir de que mandara a la justicia lo investigado sobre Papel Prensa, parecería que pierde terreno día a día en la arena de la política. Gerardo Fernandez hace un raconto de los últimos hechos, Artemio López en cambio quema las naves y se pinta la cara. ¿Pero cuál es verdadero límite del modelo kirchnerista?
¿Se puede huir para adelante indefinidamente, profundizando el modelo de confrontación política o la gente se cansa y abandona las banderas que los trajo hasta aquí? ¿Los Kirchner son menemismo con derechos humanos? ¿Se puede vivir permanentemente en la confrontación, o este modelo termina más irritando que satisfaciendo las expectativas?
La respuesta se encuentra en los límites de lo institucional, desde su mas amplio significado constructivista de “erigirse en”, hasta su significado de institución republicana, mucho mas abstracto, intangible e imaginado. Chantal Mouffé en "En torno a lo político” define de una forma magistral el límite admisible que debería haber en la confrontación por las diferentes demandas en pugna, ergo confrontación por lo institucional en sí. Lo hace de esta manera:
“El pluralismo que planteo requiere discriminar entre demandas que deben ser aceptadas como parte del debate agonista, y aquellas que deben ser excluidas. Una sociedad no puede aceptar aquellas que cuestionan sus instituciones básicas como adversarios legítimos. El enfoque agonista no pretende abarcar todas las diferencias y superar todas las formas de exclusión. Pero las exclusiones son concebidas en términos políticos, no morales. Algunas demandas son excluidas, no porque se las declara ‘malignas’, sino porque desafían las instituciones constitutivas de la asociación política democrática. Sin duda la propia naturaleza de esas instituciones es también parte del debate agonista, pero, para que tal debate tenga lugar, es necesaria la existencia de un espacio simbólico compartido. Esto es lo que quise decir cuando en el capítulo 2 afirmé que la democracia requiere un ‘consenso conflictual’: consenso sobre los valores ético políticos de la libertad e igualdad para todos, disenso sobre su interpretación.”
¿Hasta donde está permitida entonces la confrontación agonista dentro de una institución? Hasta que pone en peligro la sostenibilidad de la misma institución. Hasta que pone en crisis lo institucional, como espacio de convivencia común. Esto lo deja claro, la duda persiste cuando tenemos que debatir la propia naturaleza de esas instituciones. Más difícil aún si esas instituciones han sido apropiadas sistemáticamente por grupos de poder, esto es la concentración del poder sobre ellas en unas pocas manos. Es por eso, como recordaba El Escriba, que el brasileño Emir Sader reconoce que lo que le queda pendiente al gobierno de Lula es "Quebrar el monopolio del dinero, de la tierra y de la palabra". Quebrar estos monopolios en el sentido de distribuir el poder de todos apropiado en las manos de unos pocas. En este caso el espacio institucional ya no es el espacio común donde se pone en juego de lo político sino un espacio diseñado a la medida de unos pocos.
Hoy Artemio a propósito de la complejidad del artefacto agonista puesto en mercha por los Kirchner arenga así:
“En el peronismo, pensado como un conjunto populista, contradictorio, a lo oscuro siempre se llega por lo más oscuro, compañeras y compañeros, esa es nuestra marca original, la contradicción nos constituye y las circunstancias mandan. El tablero está ahí, puede cambiar, pero jugando el juego, siempre a morir.”
Descontextualizar el agonismo kirchnerista en un acuerdo de gobernabilidad, en un contubernio electoral es agotar la esencia de la identidad K en el intento por la permanencia. El modelo K podría dibujarse en la figura de Guillermo Moreno sin temor al yerro, el abandono de la confrontación agonista simplemente será interpretada como una derrota.
De lo que se trata la pelea es de arrebatarle algunas de las manijas que están acostumbrados a manejar los monopolios señalados por Sader:
Primero, disminuir un poco el rol del capital financiero, que sigue siendo hegemónico, con una tasa de interés muy alta que atrae al peor capital, el de la especulación, que no genera bienes ni empleo. Segundo, el monopolio de la tierra, los falsos terratenientes, la demanda de la soja, es incontrolable. Es soja para exportación, transgénica, en desmedro de la soberanía alimenticia, la provisión de alimentos para el mercado interno, acceso a la tierra. El gobierno impulsó mucho a la pequeña y mediana empresa, el microcrédito, la producción familiar, pero no a un ritmo comparable al de la demanda china. Ese es un tema que no se puede borrar de la noche a la mañana. Y el tercero, el monopolio de la palabra, de los medios.
“Es hora de apagar la luz.” Recomienda Artemio, para que los gatos se reproduzcan y den a luz una profundización del modelo en el sentido de Sader.
La diferencia está en que antes, ante cualquier intento de distribución del poder hegemónico, las respuestas siempre fueron antagónicas por parte de ese poder. Desprestigiadas al extremo las fuerzas armadas, ya no le son útiles al poder central como herramienta de coerción y represión, es por eso que estos monopolios debes dar su lucha como una lucha también agonista y dentro de las instituciones, saben que corren el peligro de la Media Luna de Bolivia, la posibilidad de perderlo todo, por eso la lucha hoy es diferente.
Pero vuelvo a preguntar. ¿No está cansada la gente de este “estado de crispación”? En la respuesta puede estar echada la suerte del kirchnerismo para el año próximo, un incremento en la imagen negativa de Nestor solo reduce las posibilidades de triunfo en la segunda vuelta.
No tengo una respuesta acabada de lo que planteo en el post, solo se me ocurre lo que le escribí a Artemio en mi comment :
Si en cambio no reduce nada esa complejidad, bucea en la noche de la ciénaga tanteando una salida, un cabo suelto, un nuevo significante vacío, tal vez se logre recomponer este colectivo kirchnerista que pueda sacarlos del pozo
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