El 24 de marzo es una fecha especial para muchos, tendría que serlo para todos los argentinos.
Quiero compartir lo ocurrido en los Tribunales Federales, en razón de la ex Causa Feced, respecto del juicio que se viene desarrollando desde el año 2010 y que próximamente tendrá lugar la sentencia.
Los analistas, practicantes del discurso del psicoanálisis, somos testigos, a partir de nuestros analizantes, de historias, angustias, acontecimientos; testigos de marcas, cicatrices que no se ven, pero que si se escuchan.
Lo que les quiero contar: se trata de una paciente que está en análisis conmigo desde hace tiempo, en los años del proceso fue detenida y presa; quien se constituyó en querellante en la ex causa Feced.
En los primeros tiempos se trato de la presentación de pruebas que respaldaran las denuncias de los querellantes sobre los represores; torturas y violaciones, entre otras cosas.
Presentamos un informe, en carácter probatorio, para respaldar la fidelidad de sus dichos, sustentado en el criterio profesional y dentro del marco psicoanalítico; pensado desde la clínica de la escucha y no fundado en el peritaje tradicional, ligado a una clínica de la mirada.
Dando cuenta que a partir del trabajo clínico, otorgaba consistencia a los dichos de mi paciente. No tiene esta acción un efecto standard, en el sentido que todo denunciante debería realizarlo, para validar su querella. El que practica análisis y el que no, sabe (o no); que ese efecto uniforme, no ocurre. Es singular y propicia lo propio, es “hacer- lo” apropiado.
Se trata del hacer y hacerse lugar; tomando posición como testigo, ciudadana y practicante del discurso psi. De una forma en que también es posible acompañar, poniendo el cuerpo, dándole cuerpo a la palabra que acompaña, y está claro que acompaña de otra manera. Fui ofrecida y citada como testigo, no víctima directa, sino como profesional; convirtiendo un tratamiento privado en un recurso para tomarlo al servicio de uno, en función de muchos.
El 8 de noviembre de 2010 declaramos mi paciente y yo, entre otros testigos. Fue una experiencia fuerte, difícil.
Tal como dejé expresado en mi declaratoria, yo no tuve participación como militante en aquellas épocas, tampoco familiares directos afectados. Fui como analista de mi paciente, como analista sola y ciudadana. Se trató de un compromiso ético político respecto de nuestra historia reciente, no es una cuestión de creencia.
Vimos la oportunidad de participar desde otro discurso (psicoanalítico), salir del amparo del consultorio y darle cuerpo a lo que también corresponde y es posible.
Tantas veces hablamos de lo perverso del sistema, de la brecha que suele abrirse entre lo justo y lo legal. También es responsabilidad nuestra no guardar nuestras palabras para que advenga la verdad, a su construcción. Así le quitamos espacio a lo corrupto.
Nos fue bien. Sentamos precedente a nivel judicial, estaba como posibilidad. Es un hecho histórico. Dije casi todo lo que quería decir y finalmente me salió decir. Argumenté por qué estaba ahí sentada. No fui impugnada, por lo tanto se le dio validez judicial a la prueba, como estrategia y más allá de ella que sea recurso para otros, para quien quiera. Estuvo disponible.
Esto no significa que cada testigo querellante tenga que certificar las cicatrices psíquicas, como de hecho no pasó, de la misma forma que todos debieran certificar otras cicatrices con un médico forense. Ponerse a disposición y habilitar la interdiscursividad es permitir la construcción de la verdad desde más de un lugar y hacer posible la sanción jurídica, y sobre todo la sanción social. Por los que no están, por los que estamos y para que la historia de este país, no tenga el destino de la repetición.
Esto excede el proceso de orden legal, tiene una consistencia diferente: sobretodo en el acontecer de mi paciente, el testimonio es palabra estremecedora, solicita a quien la escucha, hace temblar los cimientos del yo que se afirma responsabilizándolo.
Testimoniar es independiente de la voluntad, es dar la palabra al otro, ponerla en circulación. Palabras detenidas, ocultas, desaparecidas…liberarlas conlleva a la intención de re-ligar el hecho traumático al funcionamiento psíquico en una historia singular, dándole continuidad a su ser sujeto.
Dar testimonio, hablando también por los que no han podido llegar a esta instancia, auspicia la solidaridad que aporta un valor terapéutico importante. Hacer manifiesto públicamente las violaciones a los DDHH propios y de los otros, concreta a su vez la postergada función del duelo que conlleva efectos reparatorios propios y sociales. Y desde el lugar de analista, la posibilidad de hacerle lugar a que esto suceda y que implique el menor sufrimiento posible, de qué manera? De toda esta, acompañando y haciendo una apuesta a una consolidación del lazo que ampare frente a momentos tan determinantes.
Accionar para transmitir esta historia, revelarla y que transite. Emociona y me siento honrada de ser parte. Quería traerlo aquí, para que cualquiera de nosotros pueda considerarlo y tomarlo, celebrando con ustedes que esto suceda.
Que la justicia tenga el lugar que durante tantos, tantos años le fue negado. Que sea.
Lilián Milicich
Psicóloga Mat. 1394
0 nos acompañaron:
Publicar un comentario