Vivir como Rilke o la venganza de la cigarra


Juan Urrutia Elejalde nos sorprende nuevamente con un post donde explora el límite de la lógica de la abundancia aquella donde:

“el regalar las cosas, y especialmente las ideas geniales, no solo te gana una reputación (frágil) y te puede dar una ventaja competitiva (temporal) si consigues establecer un estándar (siempre precario), sino que es posible que nunca cobres nada pues siempre regales todo incrementando tu reputación pero sin un euro en el bolsillo.”

Hasta aquí la abundancia, ahora Rainer Maria Rilke, el poeta checo. Dice que llevando esta lógica hasta el límite:

“acabarás viviendo como Rilke, de Palacio en Palacio, de poetisa inteligente en marquesa sensible, como un nómada de la inteligencia y de forma que tus necesidades te serán cubiertas y tus lujos te serán proporcionados por alguien que gusta de tus ideas sin necesidad de tener un centavo en la cuenta corriente.”

Es fantástico imaginar vivir como Rilke, aunque un tanto individualista, pero sigamos con Juan:

“-Pero “¿es eso sostenible?” me preguntan. Pues ahí está la gracia, en imaginar un mundo en el que todos y todas somos Rilke. Pero, “¿es eso alcanzable?” replican suspicaces. No del todo -contesto- mientras haya escaseces, pero el creciente incremento de la participación del valor de los intangibles en el valor añadido global nos acerca a un límite, […], en el que “todo” será intangible y reproducible sin costo y todos viviremos como Rilke, de palacio en palacio, de Italia a Bohemia.”

Un mundo absolutamente líquido, un mundo de flujos sin barreras, una fraternidad, en donde “dos o más agentes logran un diseño de red tal que les facilita un acceso universal a los flujos materiales e informacionales que la atraviesan y sostienen”. Pero lo novedoso del post de Juan es la incorporación del concepto de límite matemático a ese concepto, ya que ese punto totalmente tangible y alcanzable, el límite, podrá ser asequible tanto como se quiera en la medida en que se desconstruya la escasez, o visto desde el otro lado, en la medida en que subsista escasez ese límite nunca podrá ser alcanzado.

En términos de flujos, la abundancia sería el límite al que una sociedad podría tender en la medida que logre derribar todas las barreras que obstaculizan o derivan los flujos imposibilitando la distribución universal y ergódica de los mismos entre sus miembros, o sea la abundancia será alcanzada en la medida en que se construya fraternidad.

Rilke es el individuo en estado puro, desentendido de la linealidad del hombre, de las máscaras de su persona y sobre todo, despojado absolutamente de su ser, ya que su reputación es frágil, y su ventaja competitiva es temporal. El título gratuito imposibilita la acumulación, por lo que uno nunca llega a ser. El solo hecho de imaginar esta posibilidad da un poquito de vértigo, pero es posible.

La fatalidad del alma en pena. La vergüenza del hombre que no encuentra donde afincarse y realizarse como poeta criticado, calificado, juzgado y jerarquizado es burlada por un Rilke que vence los paradigmas del hombre, se saca las máscaras de la persona, emerge en la medida que no es; como contrapartida, mientras lo hace, adquiere la gracia de la líquida providencia del día a día. Todo un nuevo paradigma.

Como si cuando La Cigarra golpea a las puertas de La Hormiga en vez de ser abochornada por esta última como en la fábula de La Fontaine, viniera a despedirse, como se lee en esta nueva versión, porque se va a pasar el invierno a París con un Cigarro que la esponsorea.

La moraleja de la fábula original es:

“No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.”

La moraleja de la nueva versión parecería ser esta:


1 nos acompañaron:

ada e ido dijo...

Este post es MUY inteligente.
Mientras halla alguna treta que nos haga comer, siempre podemos seguir viviendo en fabulosos castillos, desposando marquesas y condes de bolsillo

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