Lo común como paradigma compartido de los movimientos sociales y más

Beatriz Busaniche de la Fundación Vía Libre nos manda un mail advirtiéndonos sobre este texto traducido por Ricardo García Pérez para Rebelión, es medio larguito pero vale la pena.

Fuente:  traducción de Rebelión de un texto que presentó Silke Helfrich en el Foro de Porto Alegre - http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100744

por Silke Helfrich

10 años después del Foro Social Mundial: elementos para un nuevo orden del día

Sólo podemos fomentar lo común como nuevo engranaje narrativo para el siglo XXI si lo consideramos el denominador común de movimientos sociales y escuelas de pensamiento diferentes. A mi juicio, imponer lo común no sólo sería posible, sino también inteligente desde el punto de vista estratégico. Veamos 15 razones para hacerlo:

1.- Lo común está en todas partes. Determina nuestra calidad de vida en muchísimos aspectos. Está presente en las esferas social, natural, cultural y digital (aun cuando a menudo sea invisible). Pensemos en las cosas que utilizamos para aprender (leer y escribir), las que usamos para desplazarnos (tierra, aire y mar), las que empleamos para comunicarnos (lenguaje, música y códigos), las que nos sirven para alimentarnos y curarnos (tierra, agua, medicinas), o aquellas de las que depende nuestra reproducción (genes, vida social). Lo común afecta a la forma de compartir y utilizar todas estas cosas. Representa un modo de reproducción fértil de nuestras relaciones sociales... en cualquier época. Por consiguiente, sería mejor describirlo en forma de verbo (poner en común) y no con un simple sustantivo (lo común o los bienes comunes). Lo común comporta un tipo especial de práctica de uso y de producción de conocimiento y bienes materiales en el que prima el valor de uso sobre el valor de cambio. Poner en común es una práctica que nos permite tomar nuestra vida entre las manos y preservar y ensanchar lo que compartimos, en lugar de dar fe de las restricciones que soporta y su privatización. Los derechos de los comuneros son independientes de la convención formal y la ley positiva. Simplemente se tienen sin que haya que pedir permiso a nadie, y se comparten con los demás. Lo común brinda un tipo de libertad distinta de la del mercado. De manera que la buena noticia es que, cuando nos concentramos en lo común, nos concentramos en cómo desplazar cosas de la esfera del mercado a la de los bienes comunes, en cómo desplazar la autoridad y la responsabilidad desde las burocracias estatales hasta las muy diversas modalidades en que los usuarios «gestionan lo común»... y prestamos atención a los muchos asuntos y recursos que todavía no están mercantilizados (como el 75% de la biomasa). Resulta alentador.

2.- Lo común tiende puentes entre sectores y comunidades, brinda un marco de convergencia y consolidación de movimientos. Los temas que tenemos que afrontar se han vuelto decididamente complejos. Para reducir la complejidad hemos agrupado los que guardan relación directa. En el debate político público existe la división en diferentes ámbitos de conocimiento y autoridad. Están los que discuten asuntos relacionados con los recursos naturales (los «eco...») y quienes analizan asuntos culturales y digitales (los «tecno...»). El resultado es la existencia de comunidades (decididamente) especializadas para cada uno de los centenares de problemas que nos acucian y la desaparición de infinidad de vínculos y relaciones entre ellos. En el caso de la diversidad de lo común, esta fragmentación es en cierto sentido inevitable, pero también contribuye a que perdamos la capacidad compartida de seguir los procesos y cambios económicos, políticos y tecnológicos en curso. Así disminuye también nuestra capacidad de reaccionar ante los cambios y de formular propuestas alternativas coherentes con meticulosidad. Lo común es capaz de unificar movimientos de cambio social diferentes, aun cuando presenten dinámicas profundamente dispares, porque nos permite centrarnos en lo que comparten los recursos comunes y los comuneros, y no en lo que los diferencia. El agua es finita, el conocimiento no. La atmósfera es global, un parque no. Las ideas crecen cuando las compartimos, la tierra no. ¡Pero todos son recursos comunes! Por consiguiente, ninguno de ellos puede ser propiedad exclusiva de una única persona. Todos están vinculados a una comunidad. Todos se gobiernan mejor si las normas y reglas de uso están confeccionadas por la propia comunidad o la gente que depende de esos recursos las considera legítimas.

3.- Lo común traslada el debate de la propiedad más allá del marco (a veces estéril) de lo público frente a lo privado. La reivindicación de propiedad pública sigue siendo importante pero, ¿acaso los estados-nación han ejercido de albaceas concienzudos de lo común? No. ¿Protegen el conocimiento tradicional, los bosques, el agua y la biodiversidad? No en todas partes. Hay mucho más que «público» y «privado». Se puede poseer durante un periodo de tiempo breve un recurso común para utilizarlo (para reproducir nuestro medio de vida), pero no se puede hacer con él lo que se quiera. Es importante recordar que el concepto de posesión de uso es muy distinto de la noción dominante de propiedad convencional. La posesión no deja espacio para la alienación. La propiedad sí. Y la propiedad permite el abuso y la mercantilización, la máxima monetarización y la «externalización» de costes a expensas de lo común, un proceso en curso al final del cual todos acabamos peor. A quienes somos más ricos incluso se nos alienta para que nos refugiemos en comunidades protegidas con vallas.

4.- La perspectiva de lo común no es un modo de pensar digital. Su modo no es el del procesamiento binario (0-1) o la disyunción exclusiva (o...o). Tampoco da primacía a los balances de resultados como un simple número de «éxitos». Buscamos soluciones más allá de los polos opuestos y de la métrica numérica del «éxito». No se trata simplemente de oponer lo privado frente a lo público, ni la derecha contra la izquierda, la cooperación contra la competitividad, la «mano invisible del mercado» contra el plan estatal, o las posiciones a favor de la tecnología frente a las contrarias. La perspectiva de lo común se centra en el olvidado tercer elemento o tercera instancia. Ahonda en nuestra comprensión de la propiedad común y en los principios universales que son útiles para las personas y para proteger su recursos comunes. En el sector de los bienes comunes primamos el aprendizaje de la cooperación sobre el de la competitividad. Los común resalta la autodeterminación de las normas y las tecnologías libres desarrolladas y controladas en común en lugar de tecnologías propietarias que tienden a concentrar el poder en las élites y les permitan controlarnos.

5.- Hablar de lo común significa centrarse en la diversidad. Según las palabras del ex gobernador Olívio Dutra (de Río Grande do Sul) pronunciadas durante la reunión «WSF 10 years later» («10 años después del Foro Social Mundial»), lo común «hace posible la unidad en el seno de la pluralidad y la diversidad». Sin duda, uno de los puntos fuertes de este enfoque reside en la idea de que no existen soluciones simplistas, ni pautas institucionales, ni ninguna panacea equivalente a «talla única para todos», sino tan solo principios universales como el de reciprocidad, cooperación, transparencia, respeto a la diversidad y otros. Cada comunidad debe determinar cuáles son las normas adecuadas para acceder, utilizar y controlar un sistema de recursos comunes basándose en estos principios. Es complejo, como lo es la relación entre naturaleza y sociedad, sobre todo cuando hablamos de bienes comunes a la humanidad. En este caso la «comunidad» es el conjunto de la humanidad, lo que alude a la auténtica necesidad de un nuevo multilateralismo basado en el enfoque de lo común.

6.- Centrarse en lo común establece un nuevo equilibrio entre tres C mayúsculas: Cooperación, Control y Competitividad. No existe cooperación sin competencia, y viceversa pero, en una sociedad basada en lo común, quienes obtienen reconocimiento son aquellos que más rinden en la cooperación, y no en la competitividad. El lema es vence en la cooperación, y no en la competición. Las reglas específicas de la cooperación en un sistema de bienes comunes varían de un entorno a otro. Nadie puede imponerlas y controlarlas desde arriba. Gracias a la investigación y la práctica sobre los bienes comunes hemos aprendido que en el mundo hay muchos sistemas autoregulados de control y gestión de bienes comunes, lo que significa que han establecido sus propios sistemas de control y seguimiento. O se autoregulan y coordinan en diferentes niveles institucionales. Por lo que se refiere al «control», la premio Nobel Elinor Ostrom aconseja lo siguiente: «Es mejor inducir la cooperación mediante acuerdos institucionales adaptados a los ecosistemas locales que tratar de imponer el control a distancia». Al mismo tiempo, «los sistemas impuestos desde arriba» (gobiernos, leyes, organismos internacionales) pueden adquirir una importancia esencial para fortalecer y facilitar el acceso a los bienes comunes. Pero para lograrlo requieren además una perspectiva sobre lo común que esté inscrita en su lógica y su arquitectura de gobierno.

7.- Los bienes comunes no aíslan las dimensiones ecológica y social, como sucede en el enfoque del Green New Deal («Nuevo Proyecto Verde»). (1) Hasta cierto punto, puede ser útil hacer visible el «valor económico» de los recursos naturales, y sin duda es necesario internalizar en el conjunto del proceso de producción los costes ecológicos. Pero no basta. Este enfoque no aborda la dimensión social del problema, tiende a ahondar en las estructuras sesgadas del mercado vinculando las soluciones con el acceso al dinero. Así, el que más tiene, puede permitirse internalizar los costes. El que no tiene está perdido. Por el contrario, las dimensiones ecológica y social encuentran una explicación común en los bienes comunes. No existe ninguna solución basada en la perspectiva de lo común en la que quienes no tengan estén perdidos. 8.- El concepto de bienes comunes integra visiones del mundo diferentes: Hay en él elementos atractivos para el pensamiento socialista (por ejemplo, la posesión común), para los anarquistas (el enfoque de la iniciativa de organización autónoma), para el pensamiento conservador (que valora la protección de la creación individual), para las ideas comunitaristas y cosmopolitas, evidentemente (el enfoque impulsado por lo integral y la diversidad) y hasta para los liberales (la distancia con respecto a la responsabilidad del Estado, el respeto de los intereses y motivaciones individuales para sumarse a un proyecto o una comunidad). Pero está bastante claro que lo común no puede ser el programa de un único partido político. Ahí reside su fuerza, y esa es la razón por la que los agentes políticos dominantes suelen mal interpretar los bienes comunes e incluso tratan de apropiárselos. Si velamos por la coherencia del discurso de lo común (véase el punto 9), no lo conseguirán.

9.- El criterio de integración de ideas políticas distintas en el seno de un paradigma de lo común es claro y tripartito: (a) uso sostenible y respetuoso de los recursos (sociales, naturales y culturales, incluidos los digitales), lo que significa evitar la sobreexplotación y la infrautilización de recursos comunes. (b) compartir equitativamente los recursos comunes, así como participar en todos los procesos de toma de decisiones sobre el acceso, la utilización y el control de los mismos y (c) libre desarrollo de la creatividad y la individualidad de las personas sin menoscabo del interés colectivo.

10.- Lo común no tiene un único centro, sino varios. Sus estructuras de gobierno están descentralizadas y son, asimismo, diversas. En otras palabras: lo característico de los bienes comunes es que son policéntricos, lo que supone un enfoque profundamente democratizador, tanto desde el punto de vista político (principios de descentralización, subsidiariedad y soberanía de los comuneros y establecimiento de las normas por parte de los propios comuneros) como económico (el «modo de producción de lo común» nos hace menos dependientes del dinero y del mercado).

11.- Lo común fortalece un núcleo de creencias importantes sobre los seres humanos y la conducta. No somos sólo, ni siquiera principalmente, el «homo oeconomicus» que nos quieren hacer creer que somos. Somos mucho más que criaturas egoístas que velan por su interés personal. Necesitamos estar insertos en un entramado social y disfrutamos viviendo en él. «Lo común es la telaraña de la vida», afirma Vandana Shiva. Nos gusta colaborar, cuidar y compartir. Lo común refuerza la seguridad en el potencial creador de las personas y en la idea de interrelación, que significa que «necesito a los demás y los demás me necesitan». Lo común respeta nuestra libertad de cooperar y compartir. Es un tipo de libertad distinta de aquella en la que se basa el mercado. Cuanto más contribuimos, a más cosas podemos acceder. Pero, atención: no se trata simplemente de «acceder a todo gratuitamente».

12.- Lo común brinda herramientas de análisis que nacen de categorías distintas de las capitalistas, por lo que el concepto contribuye a «descolonizar el pensamiento». (Grzybowski) Los comuneros redefinen el concepto de «eficiencia». Se preguntan cómo cooperar «con eficiencia» y cómo fomentar y facilitar que las personas cooperen. Reivindican derechos de uso (durante periodos limitados), en lugar de la propiedad ilimitada, para reproducir su medio de vida. Respeta las formas tradicionales de proteger los bienes comunes, así como los sistemas de conocimiento tradicional. En pocas palabras: lo común arroja nueva luz sobre muchos procesos reguladores políticos y jurídicos. Hay una gran diferencia si contemplo el entorno como un bien común o como una mercancía con la que comerciar. Hay una gran diferencia si el agua se entiende como un bien común, lo que significa que está estrechamente vinculada a las necesidades de las comunidades, o no. O pensemos en las semillas y cultivos; entender su diversidad como un bien común significa cosechar autodeterminación y seguridad alimentaria. Si la sociedad reconociera la diversidad regional de semillas como un bien común, el Estado destinaría todos los recursos disponibles al cultivo de semillas independientes y orgánicas y a proteger a los pequeños agricultores para que prosiguieran con su modo tradicional de desarrollarlas, en lugar de gastar el dinero de los contribuyentes en manipulación genética e ingeniería de semillas.

13.- En el sector de los bienes comunes hay gran diversidad y cantidad de actores. En los últimos años se ha acelerado el interés internacional por el paradigma de los bienes comunes. Varias organizaciones y comuneros tienen ahora seguidores transnacionales significativos (Creative Commons, Wikipedia, Free Software and Free Culture Movement, plataformas diversas para compartir, organizaciones contrarias a las explotaciones mineras, alianzas activas para un enfoque del Bem-Viver («Buen Vivir»), movimientos de escala mundial en favor de la agricultura sostenible, Water Commons, huertos comunitarios, proyectos de comunicación e información ciudadana y muchos otros). En realidad, se trata de un crecimiento espontáneo explosivo de iniciativas de bienes comunes. Desde que Elinor Ostrom recibió el Premio Nobel de Economía (octubre de 2009), muchas universidades han redescubierto el interés académico por lo común.

14.- Lo común constituye un modo de producción alternativo. Los problema que nos acechan no son problemas de disponibilidad de recursos. Son problemas nacidos del actual modo de producción. Por fortuna, en algunos ámbitos estamos siendo testigos de un desplazamiento del modo de producción capitalista (basado en la propiedad privada, el mando vertical, el intercambio de valores a través del dinero, la explotación de los recursos y del trabajo y la dependencia del crecimiento y el afán de lucro) hacia un modo de producción de bienes comunes (basado en la posesión, la cooperación, compartir y el interés y la iniciativa personales, donde el PIB es un indicador insignificante y el objetivo es la «vida buena», el bem viver). Muchos proyectos de «Producción entre iguales basada en bienes comunes» se desarrollan con éxito. Así sucede especialmente en el caso de la producción de conocimiento (Wikipedia, Free Software, Open Design). Pero está teniendo lugar una discusión muy animada acerca de cómo trasladar los principios de la producción entre iguales basada en la comunidad de bienes a la producción de lo que comemos, llevamos puesto o utilizamos para desplazarnos, al menos hasta cierto punto. Creo que es posible. En primer lugar, porque el conocimiento constituye la mejor parte de toda clase de producción. Todos los bienes son productos de conocimiento latentes. No existe producción de automóviles o de huevos sin un concepto y un diseño subyacente (que representa la mejor parte de su «valor de mercado»). En segundo lugar, porque hay muchos tipos de sectores de bienes comunes (economía de la atención personal, de la solidaridad) que todavía no están mercantilizados y en los que están profundamente enraizados los valores y reglas comunes. Esos sectores atestiguan que todos los días se producen al margen del mercado muchas de las cosas que necesitamos para vivir.

15.- El discurso de los bienes comunes es un discurso sobre el cambio cultural. No se trata de un mero enfoque tecnológico o institucional. Más bien, ofrece un marco nuevo para el pensamiento y la acción política y personal.

¿Por qué ahora?

Porque ha llegado el momento de los bienes comunes.

1.- En el actual momento histórico de cambio se está redescubriendo lo común en muchos contextos. El mercado y el Estado (por sí solos) no han conseguido proteger los recursos comunes ni han satisfecho las necesidades de las personas. En realidad, el fundamentalismo del libre mercado prevaleciente hoy día está asediado. Su sistema de análisis económico, sus políticas públicas y su visión del mundo están perdiendo valor explicativo, por no referirnos al apoyo público. ¡Cada vez hay más personas que descubren que lo que nos permite gozar de la biodiversidad, la diversidad cultural y las redes sociales no es el mercado!

2.- Las nuevas tecnologías favorecen nuevas modalidades de cooperación, así como la producción descentralizada de tecnologías esenciales de la era industrial, hasta ahora monopolizadas. Hoy día podemos reubicar incluso la producción de energía o electricidad en bienes comunes sociales (estaciones de producción de energía solar ciudadanas, paneles solares domésticos). Podemos decidir cuáles son noticias e información valiosas para la comunidad y reproducirlas nosotros mismos con «la mayor fotocopiadora» que ha existido jamás: Internet. La importante revolución en curso de la producción permite cambiar las reglas. Representa una gran amenaza para los monopolios.

3.- Los procesos que se desarrollan en la actualidad conceden al individuo la posibilidad de comprometerse con un contexto más amplio. La perspectiva de bienes comunes moderna no está orientada al «retorno al pasado». No se trata de un enfoque de mera relocalización, sino que el horizonte es de cooperación local, descentralizada y horizontal en redes distribuidas, de tal modo que las personas puedan capacitarse a sí mismas para crear cosas en común y ponerlas a disposición de los demás... si quieren. El objetivo es ampliar lo máximo posible el sector de los bienes comunes y la producción basada en ellos y reducir la dependencia del mercado. Solo es posible si el nuevo modo de producción es capaz de resolver incluso problemas complejos, si logra «producir entre iguales» artefactos que incluso las grandes empresas tendrían dificultades de elaborar desde el punto de vista logístico, económico y conceptual. ¡Y lo es! Pensemos simplemente en la Wikipedia o en un coche libre de patentes. Tal vez si las empresas no hubieran encerrado las tecnologías y controlado el mercado hubiéramos desarrollado vehículos de transporte individual basados al 100% en materiales reciclables y que consumieran sólo un litro cada 100 kilómetros. En un mundo en el que el modo de producción de lo común esté generalizado, se acabó la distinción entre centro y periferia.

4.- Hay nuevas formas legales de proteger los derechos de uso colectivo y de acceso libre y/o equitativo a los bienes comunes: la General Public License (GPL), las licencias ShareAlike, los modelos de propiedad de recursos naturales con un mecanismo incorporado para impedir la especulación y evitar la sobreexplotación, los fondos de acciones sobre recursos comunes, los sistemas de gestión de agua de riego en México, los de gestión de agua Johads de India o la Allemansträätten (derechos de cada persona) en países del norte de Europa. Son herramientas poderosas de las que tenemos que aprender más y desarrollar más. Es un ámbito en el que necesitamos grandes dosis de pensamiento jurídico e innovación creativas, y debemos respetar la gran variedad de reglas formales e informales para proteger los bienes comunes en todo el mundo.

5.- Y por último, pero no menos importante: cuando metemos la nariz en los bienes comunes, descubrimos cosas nuevas asombrosas. Entramos en contacto con centenares de comunidades dinámicas. Nos asaltan ideas inesperadas, aprendemos sobre proyectos e ideas alentadores y multiplicamos nuestras redes. Es tonificante. ¿Sabías que existe un proyecto de OpenCola ? ¿O que el lago más grande de Nueva Zelanda, el lago Taupo, está lleno de truchas? En la muy turística región de Taupo hay mucha «presión sobre el recurso», pero la población de truchas sigue disfrutando del lago porque los neozelandeses respetan una regla muy sencilla: Pesca lo que necesites para comer (para ello, las autoridades locales expiden una licencia de pesca), pero no lo vendas. Así, en ninguno de los menús de los centenares de restaurantes de la región se pueden encontrar truchas. Recuerda: los bienes comunes no están a la venta. ¿O sabes algo de biología de código abierto y medicina participativa? ¿Has oído hablar de la infinidad de bancos locales de semillas, especialmente en el hemisferio Sur, y de los increíbles tesoros que nos prodigan? ¿Sabes en qué situación se encuentra el incipiente movimiento internacional de edición académica de libre acceso en su esfuerzo por garantizar que podamos acceder libremente a lo que se ha publicado con fondos públicos, a la producción de conocimiento? ¿Eres consciente de los movimientos intercultural y de huertos comunitarios, o de los regímenes de bienes comunes utilizados por los langosteros de Maine (EE UU) para impedir la sobreexplotación de la langosta? ¿Y qué pensar de Crisis Commons , una organización en la que centenares de voluntarios están aportando conocimientos especializados y reuniendo información utilizando tecnologías de la información modernas para apoyar la ayuda de emergencia después del terremoto de Haiti?

Los bienes comunes son algo que devuelve el entusiasmo a los debates políticos. Los jóvenes son todo oídos cuando conocen la producción entre iguales, porque eso es lo que hacen .Los «eco...» son todo oídos cuando se enteran del principio de copyleft que les permite la reproducción viral de software y contenidos. Se enteran de que «ese complicado asunto de las autorizaciones» es para defender el libre acceso al conocimiento y a técnicas culturales. Eso es precisamente lo que reclaman en su campo. Los «tecno...» encuentran motivación para utilizar sus sorprendentes habilidades para ayudar a gestionar sistemas complejos de recursos naturales. Dicho de otro modo, los bienes comunes ensanchan el horizonte, vienen acompañados de una brisa de aire fresco de pensamiento y práctica colectiva dinámica y no dogmática.

El de los bienes comunes es un concepto poderoso, de capacitación y fortalecimiento de comunidades destinado a recrear constantemente una vida más digna. Eso es lo que necesitamos para forjar un movimiento diverso e irresistible basado en un pensamiento político y conceptual coherente.

Porto Alegre (Rio Grande do Sul), Enero de 2010

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Nota

(1) A Green New Deal es el título del informe presentado el 21 de julio de 2008 por el Green New Deal Group en el que se esbozan una serie de propuestas para abordar el cambio climático, la actual crisis económica y la tasa máxima de extracción de petróleo. (N. del T.)

Fuente: http://commonsblog.wordpress.com/2010/01/28/the_commons_as_a_common_paradigm_for_social_movements_and_beyond/
La presente traducción cuenta con una licencia Creative commons (Atribución, Compartir obras derivadas igual) http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/

2 nos acompañaron:

ada e ido dijo...

es verdad que las nuevas tecnologias favorecen el pensamiento en red. Y tb es verdad que hay mas acciones comunitarias centradas en temas especificos. Ahora bien, lo que da un poco de miedo de todo esto es cierto olorcito hippie, cierta voluntad optimista, como si fuera posible mover la direccion de los vientos que mueven las olas en lugar de ser diestros en surfearlas.
En el mundo internetiano esta esa voluntad punkie del sofware libre o pirateado pero la circulacion de lo que genera ese soft o el marqutineo mismo de ese mundo esta viciado con todas las mezquindades y generosidades de la vida diaria extra web.Las mismas apetencias de poder, de seduccion, las mismas necesidades de validaciones egocentricas...
Los mecanismos selvaticos que hay que sortear para el exito de cualquier mision siguen siendo los mismos aunque ahora el dinero no sea una pieza clave o "la" pieza clave.
Por supuesto esta idea es alucinante, descubrir que el dinero no sostiene al mundo. Pero hay que ir con cuidado con todo esto. Viste que cuando pasaste cierta edad ya no queres ver repetidos los mismo errores generacionales

Charlie Boyle dijo...

Mas que un movimiento hippie en la correcta dirección es una cuestión de supervivencia

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