"El Padre Mio" de Diamela Eltit, es un libro que hay que leer, así que bájenlo y lean.
¿En que consiste? Algo que vengo tratando de descular últimamente, la pregunta la hace la indú Gayatri Chakravorty Spivak y la formula de esta manera: ¿Puede hablar el sujeto subalterno? Ella dice que no, que todo el royo que meten Michel Foucault-Gilles Deleuze sobre los intelectuales y el poder es un festilindo, que cuando se lo quiere pasar a la política inevitablemente uno se posa en una posición hegemónica o colonialista de la que es imposible sustraerse. Representar para Spivak, en todo caso, no admite otra que la acepción de re-presentar, es decir sustituir a quién se representa.
Pues la noticia es que no, la chilena Diamela Eltit parece contradecirla en esta espectacular novela-relato-testimonio que es “El Padre Mío”. El texto consiste en una introducción de la relatora- autora- investigadora donde cuenta su encuentro con El Padre Mío, un ser alienado, marginal que vive por algún lugar en Santiago de Chile. Eltit alternativamente recoge tres grabaciones de este sujeto en los años ‘83, ‘84 y 85 y publica estos testimonios en crudo, el libro es el resultado. Así comienza
Conocí al Padre Mío en 1983, la artista visual Lotty Rosenfeld me acompañaba en una investigación en torno a la ciudad y los márgenes, investigación iniciada en 1980, y en la que habíamos pasado por múltiples hospederías, barrios prostibularios y diversas situaciones de vagabundaje que Lotty Rosenfeld iba documentando en video.
El acierto de Eltit en todo caso no es haber grabado y reproducido los “hablas”, sino cómo lo hizo, tres escenarios distintos, tres años distintos, tres oportunidades distintas, tres imágenes de momentos de la dictadura chilena de los años ochentas distintos.
Pese a cómo se desarrollan los hablas, el texto se lee como una unidad fragmentada que el lector debe reunir en su cabeza para entender. Este procedimiento requiere de una natural sistémica que tenemos todos los seres humanos; una capacidad para entender al otro, o mejor dicho una capacidad para “querer entender” al otro cuando nos detenemos a verlo.Es Chile, pensé. Chile entero y a pedazos en la enfermedad de este hombre; jirones de diarios, fragmentos de exterminio, sílabas de muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de difuntos. Es una honda crisis del lenguaje, una infección en la memoria, una desarticulación de todas las ideologías. Es una pena pensé
Distingo un relato base en El padre mío, fijaciones permanentes en los tres discursos, por ejemplo “Colvin que es el señor Luengo” que siempre, a su vez, “es diputado y senador”. Hay otra fijaciones que no son tan rígidas de menor jerarquía, flotantes, que en general son nombres propios, y las repeticiones, como “garantías”, "medicamento", “administración”. También hay partes del discurso unitarias que solo aparecen en un solo "habla".
Lo fijo, lo móvil y lo novedoso en el discurso de Padre mío. Yo como lector puedo hacer una semiótica de estos hablas, un trabajo inmenso pero posible, allí encontraría los mismos elementos de pluralidad que encontré en el cuento “Esa mujer” de Walsh pero en estado puro, salvaje. Una especie de sistémica de la historia, de la memoria con esos tres elementos: Lo fijo, lo móvil y lo novedoso. Como tres elementos independientes que se mueven a distinta velocidad o frecuencias, sin embargo al final terminan englobando un solo habla. Impactante.