1.
No. Besémonos, apenas,
En esta agonía de la tarde.
Guarda -
Para otro momento.
Tu viril cuerpo trigueño.
Mi deseo ya no arde
Y la convivencia contigo
Me modificó - soy otro. . .
La niebla de la noche cae.
Y apenas distingo el color fulva (salmón oscuro)
De tus cabellos, - Eres lindo!
La muerte
Debía ser
Una vaga fantasía!
Dame tu brazo: - no pongas
Ese desmayo en la voz.
Sí, besémonos , apenas!,
- ¿Que más necesitamos?
2.
¿Quién es el que abraza mi cuerpo
En la penumbra de mi lecho?
¿Quién es el que besa mi rostro,
Quién es el que muerde mi pecho?
¿Quién es que habla de la muerte
Dulcemente a mi oído?
- Eres tú, señor de mis ojos,
Y dueño de mis sentidos
Tengo la certeza
De que entre nosotros todo acabó.
- No hay bien que dure para siempre ,
Y el mío, bien poco duró.
No levantes tus brazos
Para de nuevo ceñir
Mi carne de seda;
- Voy a dejarte, voy a partir!
Y si un día te acordaras
De mis ojos color de bronce
Y de mi cuerpo delgado,
Calma
Tu sensualidad
Bebiendo vino y cantando
Los versos que te mandé
En aquella tarde cenicienta!
Adiós!
Quién se queda sufre, bien lo sé;
Pero sufre más quién se ausenta!
4.
Por los que anduvieron por el amor
Amarrados al deseo
De conquistar la verdad
En los movimientos de un beso;
Por los que ardieron en la llama
De la ilusión de vencer
Y quedaron en las ruinas
De su fallado heroísmo
Intentando aún vivir!,
Por la ambición que perturba
Y arrastra los hombres a la Guerra
De resultados fatales!,
Por las lágrimas serenas
De los que no pueden sonreír
Y resignados, suicidan
Sus humanísimos carenciados!
Por el misterio sutil,
Imponderable, divino,
De un silencio, de una flor!,
Por la belleza que amo
Y en mi mirar adivina,
Por todo que la vida concluye
Y la muerte sabe esperar,
- Bendito sea el destino
Que Dios tiene para darnos!
5.
Mi amor en la despedida
Ni una palabra me dio;
Dirigió los ojos al suelo
Se quedó a llorar más que yo.
Nos dimos las manos con la certeza
De que las dábamos amando;
Pero, ay!, aquella tristeza
Que hay siempre en este "¿Hasta cuando?,"
- Una lágrima surgió
Y por la cara corrió. . .
Nada pudimos decir,
Se quedó a llorar más que yo.
6.
Si pasaras por el atrio
El día de mi entierro,
Dile a la tierra que no se coma
Los anillos de mi cabello.
Ya no digo que vinieses
A cubrir de rosas mi rostro,
O que en un llanto dijeses
A cualquiera de tu disgusto;
Ni me acuerdo que besases
Mi cuerpo delgado y bello,
Pero que siempre guardases
Los anillos de mi cabello.
No me pidas más canciones
Porque al cantar voy sufriendo;
Soy como las velas del altar
Que dan luz y van muriendo.
Si mi voz consiguiese
Disuadir esa frialdad
Y tu boca sonriese !
Pero sobria por naturaleza
No la puedo renovar
Y su brillo se va perdiendo...
- Soy como las velas del altar
Que dan luz y van muriendo.
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