Reflexiones extremas sobre el castigo



 Se entiende como Terrorismo de Estado cuando un gobierno usa el aparato del Estado para reprimir a la oposición o a algún sector minoritario, por fuera de los canales de la ley.
Dice Wikipedia que se supone que está filtrada por varios actores interesados:
El terrorismo de Estado consiste en la utilización de métodos ilegítimos por parte de un gobierno orientados a inducir el miedo o terror en la población civil para alcanzar sus objetivos o fomentar comportamientos que no se producirían por sí mismos. Dichas actuaciones se justifican por razón de Estado.
Wikipedia habla de “población civil”, podríamos hablar simplemente de Pueblo llano, en el sentido de ese sector de la población que no tiene las posibilidades de defenderse o tampoco puede accionar sobre los organismos del estado para protegerse dado que es el mismo Estado el que se ha vuelto en su contra.
De todas maneras hay una parcialidad hegemónica que le infunde a  las “otras” alguna forma de terror, anulándolo como otro, o sea erigiéndose ella misma como totalidad. Que hace desaparecer la diferencia en base a la total exclusión o parálisis de la misma. Anula la persona, anula el sujeto y anula al hombre y la mujer  en sus formas corrientes en que las conocemos y como dice Onfray, son los cuerpos los que sobreviven, los individuos que perduran hasta que también la muerte los termina de anular. Dice
Las tres figuras de la sumisión funcionaron en la juridicidad, el humanismo y el personalismo.[…]

Lejos de la red, de la estructura, de las formas exteriores que dibujan los contornos provenientes de lo social, la figura del individuo remite a la indivisibilidad, a la irreductibilidad. Es lo que queda cuando se despoja al ser de todos sus oropeles sociales. Bajo las sucesivas capas que designan al sujeto, al hombre y a la persona, encontramos el núcleo duro, entero, la mónada cuya identidad nada, salvo la muerte -y quizá ni eso-, puede quebrar. Unidad distinta en una serie jerárquica formada por géneros y especies, elemento indivisible, cuerpo organizado que vive su propia existencia, y que no podría dividirse sin desaparecer, ser humano en cuanto identidad biológica, entidad diferente de todas las otras, si no unidad de la que se componen las sociedades: el individuo sigue siendo irreductiblemente la piedra angular con la que se organiza el mundo.

Reducido a la pura individualidad, a la protección de lo que en si constituye el sustrato de toda vida y de toda supervivencia, Robert Antelme saca a luz un principio denominado por él la vena del cuerpo, según el cual, ante el espectáculo del golpeado, del torturado, existe siempre, en el fondo de sí, allí donde se estancan y yacen las partes malditas, una satisfacción de un tipo particular, un modo extraño de gozar que supone el placer de no ser el hombre golpeado. No significa que se disfruta con el sufrimiento del otro, sino que es una forma de autoprotección, para evitar que aquel sufrimiento nos contamine, puesto que el hecho vale como placer de un dolor evitado, principio de un hedonismo negativo. Afectado por la compasión, fragilizado por la misericordia, toda individualidad sometida al ritmo y a las cadencias violentas de los campos de concentración habría estallado, lisa y llanamente. Vena del cuerpo, pues... […]

Se trata de hacer algo del individuo descripto, mostrado y reducido de este modo, de esta figura causada por la indigencia y la deconstrucción máxima. Caído al grado cero de la unidad, frente a lo que permite construir o reconstruir, ahora se trata de ascender hacia una complejidad que determine y defina el pasaje de la metafísica a la política. Toda política, tradicionalmente, propone un arte para someter al individuo y hacer de él un sujeto por medio de las desventajas y ventajas que concede una persona. Se distingue como técnica de integración de la individualidad en una lógica holista en la que el átomo pierde su naturaleza, su fuerza y su potencia. Proclamadas todas las utopías, pero también los proyectos de sociedad que pretendieron reivindicar la ciencia, lo positivo y el utilitarismo más sobrio, plantearon este axioma: el individuo debe ser destruido, luego reciclado, integrado en una comunidad proveedora de sentido. Todas las teorías del contrato social se apoyan sobre esta lógica: fin del ser indivisible, abandono del cuerpo propio y advenimiento del cuerpo social, único habilitado, luego, para reivindicar la indivisibilidad y la unidad habitualmente asociadas al individuo.
 Entonces el Terrorismo de Estado que había partido de una parcialidad que trató de imponer una totalidad anulando las tres figuras de la sumisión social terminan generando un individuo que, o bien se deja reprogramar de cero y así le sirve socialmente a esa totalidad o muere porque no se deja reprogramarse . De esta  manera el terror termina haciéndolo actuar al individuo reducido a su cuerpo de una forma hedonista. No porque reciba placer al contrario esa opción hedonista la hace el individuo para no recibir más castigo o simplemente porque se resiste a morir.
Ideológicamente, al margen de la posición y del entorno que le toca vivir al torturado, es una posición liberal, centrada en el placer individual como describe Onfray, una posición absolutamente antisocial que remite al libertarianismo o al anarquismo. Opciones que se describen como de “ultraderecha”.
Muchos de estos procedimientos, producto esencialmente de conductas corporales, han sido virtualizados por la mente humana y son fáciles de reproducir en campos donde no existe la picana, ni se ha visto nunca pero que sin embargo los hedonismos  celebran de la misma manera el estar vivos, el poder respirar. El dicho “desde que me quemé con leche cada vez que veo una vaca lloro” hacer referencia a esa memoria virtual o corporal que nos hace actuar de determinada manera.
Onfray en su forma mas radicalizada parte de los campos de concentración donde es el Terrorismo de estado el que impone estos castigos corporales disciplinares, incluso sabiendo desde antemanos que el destino de esos cuerpos son el descarte, o sea que esos cuerpos no tienen redención o reprogramación. Su lugar llegada son los cuerpos que luchan hedonistamente por no morir, un comportamiento esencialmente individualista-egoista, con todas las consecuencias ideológicas que esto implica. Por lo que siguiendo este razonamiento el castigo y el disciplinamiento serían los responsables de producir conductas individualistas-egoistas sobre quién se los aplica, claro dicho esto en un plano dende no haga falta la picana.
El problema es cuando este procedimiento sale de los campos y se instala en las neurosis de los individuos de una forma no material sino psicológica. Un golpe, un submarino tienen consecuencias medibles sobre los cuerpos, de hecho siempre había médicos en los campos que medían estas variables físicas, límites hasta donde los cuerpos podían aguantar. En el plano psicológico la tortura no es mensurable y cualquier mediada estará cruzada absolutamente con un sinnúmeros de subjetividades que lo podrían condicionar, muy distinta a la medida física.
El dispositivo de vigilar y castigar fue inventado específicamente para acotar los movimientos de los individuos y someterlos a que acepten a la fuerza un cuerpo colectivo. Pero toda acción sobre el cuerpo físico como sobre la mente tiene una reacción en respuesta y esa respuesta es intrínseca al cuerpo (físico o mental) por eso cuando los aparatos represivos accionan  no saben las respuestas  efectivas que van a lograr de allí los entrenamientos, manuales y mediciones que se aplican en los campos. Conductismo puro.
El problema, creo yo, con una manera de pensamiento totalitario es esta última parte del párrafo anterior, que quién acciona disciplinarmente, no sabe la respuesta cierta que va a obtener de la otra parte. Tal vez este sea uno de sus puntos más débiles, no saber la reacción de los otros al querer imponer la totalidad.
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