Mestizo

Dice Juan Urrutia en un minipost hace unos días:

“El situacionismo tiende a olvidarse y sin embargo ya dije que tenía una cierta relación con las ciberturbas. Y también relacioné estas últimas con el aburrimiento. Que el aburrimiento es la contradicción principal ya lo vimos al hablar del Dadá, del Moviminto Surealista y del situacionismo al comentar el ensayo de Sadie Plant. Esta autora se preguntaba cual era el gesto más radical. Deacía yo que seguramente morder la mano que te da de comer. Ahora pienso que es el silencio. Es como el momento límite justo antes de que la palabra se haga revolver”

Con la cabeza puesta en este capítulo de De Revolutiónibus Orbium Argentum y con una vuelta de tuerca en lo que veníamos trabajando últimamente, basado justamente en la multipertenencia de Juan le hicimos el siguiente comentario:

”Juan, creo que habría que pensar al silencio como un desconstructor de multipertenencia, por ende de individualidad. El silencio barre con el sujeto y preserva al agente. Quita su multidimensionalidad. Lo hace materialista”

A lo que nos contesta:

“No estoy seguro de que entiendo bien la última parte; pero con relación a la primera parte me ha recordado a un escrito de Giorgio Agamben, La comunidad que Viene, en el que refiréndose al ser humano que vemos emerger, piensa que no es ni especie ni individuo sino algo que no es sino la manera de no ser ni lo uno ni lo otro: género e individuo son únicamenta las dos vertientes que se precipitan a los lados de la cima del cualsea La comunidad que viene estará formada por “cualseas”. A saber quienes y cómo son esos “cualseas” estádedicado el librito. Me propongo pensar si el homo posteconomicus de El Capitalismo que Viene, totalmente desprovisto de rentas, es algo parecido a este “cualsea”

Habría dos formas de ver esto. La primera es la visión que tiene Giorgio Agamben al respecto, a la que hace referencia Juan, la segunda que es nuestro punto de vista que no necesariamente sería coincidente con Agamben, habría que desarrollarlo un poco. Me explico mejor.

Según Agamben, La comunidad que Viene,: género e individuo son únicamente las dos vertientes que se precipitan a los lados de la cima del cualsea”. El cualsea, puede ser de cualquier manera, y no dejará nunca de ser, no importa la forma, no importa el contenido. Si ese ser es un ser humano, (cual sea), será un individuo que optó por pertenecer a tantos dominios, a tantas dimensiones, que en el intento pulveriza su ser, se desintegra en un discurso vacío y polimorfo, carente de significante, un discurso cualsea, de un dominio cualsea, de una multipertenencia cualsea. El proceso de individuación por la pertenencia no es tal, ya que no se lo puede individualizar por saturación de multipertenencia, donde se extravía y se vacía. Agamben habla de limbo, no exactamente referido a esto pero es aplicable al ser. No pertenece al género ni pertenece al individuo, queda en un limbo, en una nada.

Nuestra intención era usar al silencio como arma, como la usan nuestros pueblos originarios como el Aymara, el Kolla, el Mapuche. Ya explicábamos las causas de ese silencio en nuestro anterior libro que estuvo por llamarse “Paisajes del silencio”. Lo que nos gustaría remarcar hoy es la potencia del silencio como negación de la palabra, y en esto nos vamos a explayar un poco.

Si la palabra es la que construye y desconstruye universos dialécticos multidimensionales a los que nosotros podemos adherir voluntariamente en un proceso de individuación por la multipertenencia y será en definitiva la que posibilitará esa multidimensionalidad de nuestro ser, al negarla negamos toda posibilidad de construcción de ese universo individualista. Al negarla nos sumergimos en el género, resumiendo el universo al plano de lo material. Un mundo eminentemente emocional que solo necesita de la materia para alimentarse y reproducirse, es por eso que “desconstruye la multipertenencia, por ende de individualidad. El silencio barre con el sujeto y preserva al agente. Quita su multidimensionalidad. Lo hace materialista”.

Esa es la fuerza de Evo Morales, un ser disperso en la aymaranidad que no es, que es cualsea, pero que a su vez es, existe y gobierna Bolivia. Y por qué citamos a Evo como ejemplo porque tenemos una mirada alternativa sobre ese “Ser que Viene”.

Ese ser que viene es un ser mestizo, un ser que cayó del paraíso, a un limbo en donde es pero a su vez no es y en esto si coincidimos con Agamben. Agamben provoca un ser a partir de exceso obsceno, nosotros proponemos un modelo por defecto, carente de palabra, de allí el silencio. Nosotros proponemos un silencio negado a la palabra, Agamben propone un silencio por saturación de palabras, creemos que el producto final es el mismo, aunque por caminos distintos.

Como latinoamericanos entendemos muy bien el concepto de mestizo, mestizaje, como choque de culturas entre la cultura europea y la de los pueblos originarios. Un choque entre Dios y el Diablo, entre la palabra y el silencio, entre lo materialista y lo simbólico, entre lo abierto y lo cerrado, entre lo masculino y lo femenino, y el resultado… El resultado es irremediablemente lo mestizo.

Sobre lo mestizo no podemos decir que sea un ser individual ni un ser genérico, ya que terminan siendo “únicamente las dos vertientes que se precipitan a los lados de la cima del cualsea”. La diosa, la puta, la chingada del Laberinto de la soledadde Octavio Paz.

El único problema con esto es perdonarse a uno mismo por el lado que nos tocó caer en el cualsea, o desde otra forma mas redentora del mestizaje, no tener un mirada autoreferencial y parcial sobre nosotros mismos, sino una mirada cenital desde esa cima. Tal vez haya llegado la hora de dejar de lado al ser, a la persona, al átomo humano y empezar a pensarnos a nosotros mismos como una dualidad heisemberguiana, no desde el holismo como lo propone Capra sino simplemente reconociendo que la humanidad no puede ser concebida como un edificio compuesto infinitos ladrillos unitarios ni como, una masa amorfa carente de individualidad, una humanidad mestiza.

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