Ingeniería inversa

 

A partir de este extraño cuento de Rodolfo Walsh.

        Yo he vuelto a mí país.

Que mis ojos no hayan visto el cielo desgarrado por la artillería, o que mis oídos no hayan escuchado el silbido de las bombas tal vez tan solo haya sido una equivocación en la codificación del mundo, una falla en el corazón de la Matrix. Sólo por un error vivo en una casa tranquila, con un jardín donde a veces cantan los pájaros. Todo esto lo había predicho Quigley aquella nuche casi olvidada, en una fiesta olvidada del todo.

Me costó reconstruir aquellas circunstancias en donde nos volvimos a ver. Me es imposible recordar si fui yo o fue el propio Quigley quien formuló aquellas vanas precisiones en aquél escenario tenebroso, días previos a la guerra en donde todo se volvería uno. Solo recuerdo que marchábamos juntos, sin embargo, como en un caleidoscopio, hoy me sería imposible hilvanar todas esas imágenes en una historia coherente.

Yo -cuán inevitable es repetirlo- he vuelto a mi país. No he visto la guerra. No hubiera creído en ella si Quigley no se hubiese equivocado en su última profecía. Pero se equivocó, y entonces es preciso resignarse.

De vana modestia sería atribuirle a la suerte mi destino. ¿Por qué a mí no me tocaría padecer todo aquel calvario? ¿Por qué conmigo su quiromancia había acertado…? Lo paradójico del caso es que él, quién había augurado el futuro leyéndole las manos a cuanto príncipe, artista, adorable mujer o asesino que durante años se lo hayan pedido, ahora había errado.

Hoy descreo de eso, que la historia de cada uno pueda estar escrita sobre las palmas de nuestras manos individuales. ¿Y si todos de repente quisiésemos cambiar nuestra suerte, como en un festejo, como en una guerra…?

Aquel destino escrito en mí, después de todo, tal vez no fuera ineludible, quiero decir que conmigo Frencis Quigley acertó; antes de que me haya ido, antes de que mis compatriotas recurriesen a un destino de ballenas suicidas provocando la hecatombe…

Paradójica la Quiromancia: un arte en donde el que lee es quién escribe y quién escribe es el que lee. Tal vez fuera la guerra la que ahora le sacara la careta produciendo que la gente perdiese todo interés en ella, en ese momento y en ese lugar, mi país. Claro, no conozco la guerra de cerca y no podría afirmar tal cosa, intuyo que debe ser difícil convivir con bombas que repican demasiado cerca de nosotros.

Cuentan los pocos que lo recuerdan que aquel Profeta Daniel, descifrador de signos y criptólogo por naturaleza, no tuvo una respuesta ante tal espectáculo. Tal vez deprimirse fuera su error . ¿Sería soberbia? ¿Un dato existencial en la vida de Frencis Quigley? O tal vez fuera, en cambio, que aquel arte individual de la quiromancia sucumbiera ante un destino colectivo… ¿Podía mi pueblo un día decidir entrar en guerra? Y lo que es más intrigante para mí aún:

¿Por qué Quigley, pudiendo tomar entre sus manos un fusil para ayudar a sus compatriotas, optó por llorar por los rincones una gloria que ya no volvería? Otros los habrán de repudiar por esto, no lo culparán, solo lo harán a un lado y lo arrumbarán en el olvido.

Cuentan los que lo vieron esos últimos días, sentado llorando sobre una roca, que loco lo intentó una vez más y que su método obstinado volvió a contradecirlo. ¿Por qué habría de insistir cuando ya los cadáveres de a quienes les había augurado un futuro promisorio se cernían por doquier alrededor suyo? Yo soy una falla de esa Matrix y también debería estar muerto como tantos otros, pero no. Estoy aquí, vivo y escribo para dar testimonio que sobreviví a la guerra. ¿Es la locura la falla, o acaso sea que el mapa completo donde se cuece el caos de la sopa primordial fuera imposible de cartografiar?

Porque de eso se trataba: para que alguien lea, algún otro antes debía haber escrito. Entonces lo que sí parecía ser de locos era pretender que los otros nos entendieran cuando éramos nosotros los que leíamos. Con las bombas, al final pude entender, que la escritura no sería posible si quién lee la historia no la completa con la suya propia. ¿Sería eso una manera de escribir en plural? Pero tal escritura sería imposible que estuviese grabada sobre una mano, mi mano, mas acertado sería que lo hiciera sobre la mano de mi pueblo, en donde cada uno pudiese agregar una línea, prolongar un trazo, y así tal vez de esa manera, ya no me sintiese solo, como una arrastrada, amarga, olvidada sombra, como Quigley, los dos únicos sobrevivientes a las bombas que no conocí. Ellas después de todo, no serían tan malas.  Si los que las habíamos puesto allí sobre la escritura de nuestra mano colectiva, en nuestra propia historia, habíamos sido nosotros.

Pero, ¿y si efectivamente el destino estuviese escrito…?

 

 

1 nos acompañaron:

rib dijo...

si entiendo entonces dios existe

http://es.wikipedia.org/wiki/Argumento_ontol%C3%B3gico

arrecia el papismo estimado

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