Afiches, enajenaciones y fetiches


 
Cruel en el cartel,
la propaganda manda cruel en el cartel,
y en el fetiche de un afiche de papel
se vende la ilusión,
se rifa el corazón...
Ahora hablaremos de la creación de un poder ajeno al hombre que lo gobierna y lo somete. Este poder independiente del hombre existe en realidad, puede ser el trabajo, el producto del trabajo, la mercancía, es Estado, la Religión, y es independiente y ajeno al hombre porque éste no lo percibe como creación del hombre o sus relaciones de producción o su actividad social.
En realidad todo poder independiente del hombre excepto el de la naturaleza no controlada por él adquiere una independencia que se convierte en dominio sobre el hombre a consecuencia de que la conciencia del hombre la disocia de sí mismo como su creación
Y apareces tú
vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!
El hombre que enajena, enajenado y que fetichiza se oculta a sí mismo que el es creador, ya sea como individuo o como parte de la humanidad que se relaciona para producir o desarrollar otras actividades, que todo lo que existe ha sido creado por él o humanizado por él. Esto quiere decir que el hombre ha dado a lo que le rodea características humanas en tanto que lo crea o lo utiliza para satisfacer necesidades materiales o intelectuales, subjetivas. El hombre se oculta a sí mismo su capacidad creadora de productos y de las relaciones que crean esos productos como mercancías; además de ocultarse que el es el origen de la enajenación y de una forma específica de relacionarse para producir, que fetichiza a la mercancía.
Ya da la noche a la cancel
su piel de ojera...
Ya moja el aire su pincel
y hace con él la primavera...
¿Pero qué?
Cuando Marx habla de fetichización no habla del fenómeno general de convertir en fetiches seres inanimados, Marx habla de la fetichización de un producto peculiar de la actividad productiva de los hombres, la mercancía; habla acerca de que la mercancía se le presenta a los hombres como producto ajeno e independiente de ellos, extraño, que cobra vida propia y controla la existencia humana, además de ocultarle que como mercancía es producto de relaciones sociales que el hombre establece para producir.
si están tus cosas pero tú no estás,
porque eres algo para todos,
como un desnudo de vidriera...
¡Luché a tu lado, para ti,
por Dios, y te perdí!
Por una vez la etimología puede tener aquí algo que decir. El término "fetiche", que remite hoy a una fuerza, a una propiedad sobrenatural del objeto, y por lo tanto a la misma virtualidad mágica del sujeto, a través de los esquemas de proyección y de captura, de alienación y de reapropiación, este término ha sufrido una curiosa distorsión semántica, ya que significaba en su origen exactamente lo contrario: una fabricación, un artefacto, un trabajo de apariencias y de signos.
Aparecido en Francia en el siglo XVII, procedía del portugués feitico, que significa "artificial", procedente a su vez del latín factitius. El sentido de "faire" [hacer] es, primero, el sentido de "imitar por signos" ("hacerse el devoto", etc. —vuelve a encontrarse este sentido en el "maquillaje", que viene de maken, emparentado con machen y to make). De la misma raíz (fació, factitius) que feitico, en español: afeitar y afeite, y en, francés "feint" [fingido], el español hecho, participio del verbo hacer, de donde hechizo, en el sentido de "artificial, fingido, postizo".
Yo te di un hogar...
¡Siempre fui pobre, pero yo te di un hogar!
Se me gastaron las sonrisas de luchar,
luchando para ti,
sangrando para ti...
He aquí la principal diferencia entre la fetichización y la enajenación: para que la enajenación se manifieste no es necesario que el hombre produzca únicamente mercancías. Por ejemplo, el esclavo al servicio de cualquier esclavista trabajaba y producía productos, unos para el consumo de su dueño y, tal vez, el suyo; otros para el intercambio (mercancía), pero eso en realidad no importaba al esclavo , pues éste de cualquier forma no se reconocía, no se objetivaba en los productos resultado de su actividad, le eran, los productos que producía ajenos, extraños y lo gobernaban en tanto que su producción era (incluso, no a veces) garantía de su existencia física independientemente del fin de sus productos.
Cuando los hombres crean un producto y están enajenados no logran reconocerse en el producto, esto quiere decir que no logran comprender que el producto de su trabajo es creación humana, no sólo del hombre humano individual, sino de un conjunto de hombres. Así pues, la objetivación del hombre en su producto se convierte en enajenación, en extrañamiento y desrealización del hombre.
Luego la verdad,
que es restregarse con arena el paladar
y ahogarse sin poder gritar.
Yo te di un hogar...
-¡fue culpa del amor!-
¡Dan ganas de balearse en un rincón!
En la enajenación se oculta el hombre a sí mismo que el producto creado por él es creación humana.
La fetichización de la mercancía oculta al hombre que la mercancía es producto de específicas relaciones sociales de producción. El primer fenómeno se refiere a las cualidades humanas que adquieren los productos creados por los hombres, sean o no mercancías. El segundo, se refiere a las relaciones sociales que originan la producción de mercancías.
En el modo de producción capitalista el trabajo enajenado es la actividad que crea mercancías, que produce el objeto material que se fetichiza, sin embargo el trabajo enajenado en tanto actividad no se fetichiza como tal. En otras palabras, lo que se fetichiza es el resultado material del trabajo, no así el trabajo ya de por sí enajenado.
Para concluir enfatizaremos que el hombre enajenado no es conciente de su enajenación y, por tanto, a él se le presenta ésta de manera general respecto a los productos de la actividad social y sus representantes materiales, en particular la forma natural, común, normal de percibir y entender su entorno.
A nuestro entender el límite del concepto fetichización y el ámbito en el cual se da el fenómeno, es la producción de mercancías y no se manifiesta en otros productos de la actividad social humana ligados indirectamente a la producción, aunque si en las representaciones materiales de estos productos -excepto el hombre- en tanto que son objetos materiales concretos y mercancías.
El fenómeno de la enajenación manifiesto en el trabajo humano y el concepto señalan la manifestación en la conciencia del hombre, su separación del mismo respecto al producto producido, sea o no mercancía, respecto a su actividad, al otro hombre, pero no explica el concepto ni manifiesta el fenómeno que la mercancía para llegar a ser tal y fetichizarse debe ser producto de relaciones sociales de producción capitalistas, o de específicas relaciones sociales de producción.

Walsh por fin entendió que no se trataba de llevar una verdad al pueblo, o de representarlo y sustituirlo, sino de desmontar el poder allí donde los intelectuales actúan: en el discurso. Desmontar el discurso hegemónico del poder para darle paso a las voces. Desmontar el discurso deslegitimador, bastardo, la forreada. No hacer de cuenta que no pasa nada, como si cualquiera pudiese hablar desde una posición distendida pretendiendo que[C1] “no pasa nada”. Como si todos pudiesen hablar de esa manera…


[C1]La voz del otro

http://www.comitecerezo.org/spip.php?article107
http://filosofiaenbachilleres.blogspot.com.ar/2011/02/lectura-enajenacion-y-fetichismo.html
Afiches Tango
Música: Atilio Stampone
Letra: Homero Expósito
fotos http://audreysindiamantes.blogspot.com.ar/2012/06/bettie-page.html

2 nos acompañaron:

rib dijo...

El nagual es la parte de nosotros mismos con la cual nunca tratamos.

Charlie Boyle dijo...

Muy bien, impresionante conexión

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