Menemismo de izquierda

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Viene de acá

¿Entonces si la Tercera vía fracasa como oposición al neoliberalismo, cuál sería la verdadera oposición a este sistema político en donde lo que ahora manda es el mercado?

Todo indicaría que lo que las sociedades discuten hoy en día no es el: cuanto tenés tanto valés de los años noventas, sino mas bien parecería ser: quién soy y cuánto me falta, como si la doble proposición del liberalismo de mercado en donde “los ciudadanos son abandonados a nuestra suerte” hasta que seamos recogidos por nuestra “oportunidad estadística” del derrame nos fuese a proveer por un lado de una identidad y por el otro del sustento material para sostenerla. No sucede ni lo uno ni lo otro, el desamparo de los ciudadanos remite a la individuación, que tampoco soluciona nada. Es absurdo pretender dar una respuesta individual a un problema que desde todo punto de vista es colectivo. Por el otro lado el mercado nunca derrama, los ciudadanos cansados de esperar su turno desesperan y entran en un pánico producto de la propia ansiedad.

Las instituciones que tradicionalmente se habían encargado de este tipo de cosas han sido dejadas de lado, la familia que dio respuesta durante siglo a la crianza de los hijos ha sido desarticulada y judicializada. Las religiones que promovían la unión y la confraternidad entre pares han sido ridiculizada como institución, más allá de discutir las formas en que lo hacían. Finalmente el Estado, como una prolongación de la persona colectiva, se redujo a una nimiedad que ya de nada sirve. Entonces la pregunta sería ¿Vale la pena retomar  esas instituciones tales como fueron concebidas originalmente, cabe reactualizarlas y modernizarlas o valdría más crear nuevas mas acordes con el nuevo orden que se viene en su reemplazo?

Por lo pronto hoy muchos  bolgs y editoriales del domingo dan cuenta de esto. El copete de la nota de Verbitsky dice:

La oposición se distrae en rencillas intestinas ya que no disputa el poder sino el liderazgo de la minoría. La prensa autodenominada independiente se confiesa asustada por el crecimiento de CFK desde las Primarias. Pero unos y otros insisten en sus tácticas fracasadas. Este año terminará de cumplirse, cuantitativa y cualitativamente la consigna popular de 2001.

¿Y cuál era esa consigna? El tan meneado por varios “Que se vayan todos.”

Nadie interpretó esa consigna como debía, o reformulando podríamos decir que necesitamos diez años para poder practicarla. Yo agregaría que no se trataba de una cuestión de los “todos”, las personas que por entonces estaban a cargo  sino de las políticas, acciones y reacciones que sintetizan lo verdaderamente político de entonces y que hoy se puede apreciar en el movimiento de los indignados europeos.

Nando Bonato va mucho más allá que los editorialistas y se pregunta sobre estas dos fechas que coincidieron en el calendario:

¿Existen puentes entres los dos 11/ S? El nuestro digo, el trasandino donde quedó sepultada la esperanza de un Chile democrático y el otro, el del Norte atónito ante sus torres en caída.

La respuesta es un sí rotundo, ambos son un fin de época, el primero anula la posibilidad de discutirle al poder por otros medios que no sean los violentos, el segundo es el principio de un final por demás anunciado.

Porque nuestro 19D del 2001 se asemeja a esas fechas,  fue el comienzo de un proceso que como promete el copete terminará por concluir en octubre. Los otros, los de las torres gemelas, se perdieron diez años insistiendo con más de la misma receta.

Podríamos decir que de lo que se trata es del fin de los procesos centralizadores, del final definitivo de las monarquías, las colonias, en fin todo aquellos modelos manejados a control remoto desde un gran Mainframe central a los que muchos les gusta llamar “el imperio”, olvidando que Rusia alguna vez fue zarista.

A estos sistemas siempre les molestó el populismo simplemente porque rompía con la lógica de la centralidad del poder demonizando al nazismo, al fascismo, y a otros populismos que casualmente en Europa se fueron de rosca. Pero fueron pocos los que se preocuparon por analizar sus causas, les urgía desaparecerlos como medida disciplinatoria para quienes se les ocurriera semejante desdén para estos regímenes.

Por eso la respuesta de Blair al neoliberalismo daba más de lo mismo, lo mismo que la de Zapatero y la nuestra que por lúmpenes y marginales no fue atendida emergiendo paradigmática sin que nadie se atreva a atribuirse la paternidad de la criatura.

Porque nosotros venimos de un intento de democracia a la europea y eso le da a nuestro proceso un significado especial, en los noventas supimos ser los mejores alumnos del FMI que felicitaba al gobierno argentino y lo da como ejemplo de lo que se debía que hacer para estar en sintonía con las políticas que desde el consenso de Washintong se dictaban. También en esa oportunidad era un  populismo peronista el que habría esa posibilidad, pero el que traía el remedio tenía inscripto en su ADN el gen que años mas tarde lo terminaría por aniquilar.

Porque populistas somos todos, nuestro egos colectivos e individuales dictan conductas tienden a ponernos en sintonía, nos gustas entrar en sincronía pero esto va mucho mas allá de las personas o de las mismas políticas que las impulsan.

Antes, hace mucho ya había políticas que no se basaban en la centralidad, la fraternidad de la Liga Iroquesa, por ejemplo, reunió a seis naciones iroquesas durante más de cinco siglos bajo una misma institución Gayanashagowa o la gran ley de la paz. Es por eso que nos parece casi natural que Evo Morales se afirme cada vez más en su gobierno porque todos los pueblos originarios americanos tanto los Iroqueses, como los Aimarás o los Watuu de la guajira colombiano-venezolana que todavía subsisten como comunidad matriarcal, se manejaron con gobiernos descentralizados.

La distribución fraternal, Sin dioses, no significa tibieza, ni amor y paz, significa NO-Centralidad, solo eso. Que nadie pueda se pueda apropiar de lo logrado debido a que existe un equilibrio tensionado entre los miembros que si por alguna causa se desbalancea, tumba. Le pasó a Mendez, populista-peronista, mas peronista que los Kirchner. Le pasará a Cristina, como una profecía que habrá de cumplir disparando hacia delante.

Por eso ante esta coyuntura de fechas y efemérides sería bueno que se discuta en profundidad y que en las escuelas se lea este texto del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera del que ya nos ocupamos en otra oportunidad y con el que termino, espero que puedan leerlo todo.

La imposición de una Constitución tal como piensa y siente exclusivamente el bloque de poder emergente, sólo se logra mediante insurrecciones que acaban, a través de la lucha de fuerzas materiales, con la presencia política de las otras clases sociales. Y esos acontecimientos dramáticos que cambian de raíz la estructura de poder y de las clases sociales de un país, no la hacen los gobiernos, la hacen los pueblos.

Las insurrecciones requieren una disposición colectiva insurreccional de las clases populares y una capacidad material para llevarlas adelante. Y durante la aprobación de la Constitución no había ni lo uno ni lo otro. Son cosas que jamás las define el Gobierno ni mucho menos pueden ser inventadas con las palabras altisonantes de una consultoría bien remunerada.

Paradojas del destino quisieron que el Che muriera en Bolivia. Parece que García Linera aprendió esa lección.

Lo que los críticos tienen que comprender es que la sustitución ventrílocua de las supuestas vanguardias letradas, antes partidos-conciencia, ahora ONG´s-conciencia o asesores-conciencia, ha quedado atrás. Tienen que aceptar que el Partido que hablaba a nombre de la clase no ha sido sustituido por la ONG o por el asesor que habla a nombre del “pueblo”. Los críticos tienen que entender que esta suplantación de la sociedad, tan íntima y propia del proceder de los que sustituyen a las clases sociales de acuerdo a su estado de ánimo personal, y a las luchas sociales por sus inventos verbales, no contribuyen a este proceso revolucionario. Si los sustitutos de la lucha social elaboraran leyes y definieran el curso de la historia, no hablaríamos de revolución, sino de una farsa financiada por gobiernos extranjeros, que pareciera ser en el fondo lo que los críticos sueñan como la “realización” suprema del “comunismo”.

El Gobierno es consciente de que estos procesos de construcción colectiva de leyes deben profundizarse y ampliarse a todos los componentes del Estado, con mayor participación social. Ésa es la garantía de la solidez del Proceso de Cambio y de la comunitarización de la toma de decisiones. Pero también el Gobierno de los Movimientos Sociales es consciente de que se tienen que tomar decisiones prácticas, y ejecutar las obras de beneficio social que el pueblo ha reclamado y planteado insistentemente. El Estado Plurinacional no es una idea bonita sobre la cual divagar infinitamente. Ese lujo se lo podrán dar quienes tienen cubiertos sus gastos en alimentos (incluidos los viajes a otros países para hablar mal del Gobierno). Ellos pueden especular con la dilatación del tiempo de ejecución material de las cosas porque no tienen necesidades materiales insatisfechas que resolver. Pero para la gente trabajadora, para el campesino que tiene que esperar el riego para poder garantizar el alimento de su familia, para el pequeño productor que tiene que llevar en la espalda sus productos durante días hasta llegar a la carretera, para el obrero que tiene que añadir valor agregado a la materia prima para mejorar el rendimiento salarial, para ellos el tiempo es una herida que desangra su esfuerzo, que lacera su necesidad insatisfecha.

Por ello, para un Gobierno Revolucionario que tiene que oír y consultar a los movimientos sociales, el tiempo es escaso porque tiene que mostrar en los hechos el significado material del Estado Plurinacional, tiene que mostrar en las condiciones de vida básicas, que el sacrificio, el esfuerzo, la consulta y el debate social, traen mejoras.

Socialización democrática de decisiones e inmediatez de resultados en las condiciones de vida del pueblo es la tensión que atraviesa cada acción gubernamental. Al fin y al cabo, para el pueblo la revolución es el grito desesperado y urgente para mejorar sus condiciones de vida. Y eso se le reclama a diario al dirigente, al asambleísta, al gobernante, al Presidente, por muy hermano y compañero suyo que sea.

El tiempo conspira contra los procesos revolucionarios. Si no trae bienestar, la gente comienza a desencantarse de su obra, se vuelve más propensa a oír las fantasías conservadoras de quienes les prometen el paraíso por arte de magia, olvidando que el arte de magia será una nueva expropiación privada de sus esfuerzas colectivos.

En la revolución no hay magia ni palabrería, sólo el trabajo de los propios trabajadores, su esfuerzo compartido que permite generar riqueza común para usarla en beneficio de todos sin que unos cuantos se la apropien. Pero como las carencias son tantas, ningún esfuerzo inmediato es suficiente. Se requiere tiempo para avanzar, para ir satisfaciendo gradualmente la necesidad de muchos.

La posibilidad del desencanto no aparece porque la revolución se haya extraviado, como reaccionariamente interpretan la derecha cavernaria y sus acólitos oenegistas, sino porque no avanza lo suficientemente rápido para satisfacer materialmente las necesidades crecientes que la propia Constitución ha encumbrado como derecho común.

Y entonces el Gobierno tiene que apurarse para ejecutar las inversiones, acelerar las decisiones para priorizar los gastos productivos que generen con el tiempo mayores ingresos que se distribuyan entre todos, pero también tiene que detener la ejecución para consultar democráticamente a las organizaciones, y al hacerlo, tiene que suspender inversiones, paralizar mejoras en las condiciones de vida de la gente que inmediatamente reclamará el por qué no se ha realizado tal obra, por qué no se ha mejorado el salario, o por qué no se ha concretizado tal o cual derecho.

La revolución es revolución precisamente porque tiene que cabalgar esa paradoja: acelerar la ejecución material de inversiones para satisfacer necesidades y requerimientos materiales de las organizaciones, y detener las inversiones para realizar la deliberación democrática con las organizaciones sociales para definir el tipo de obra que necesitan. Cada una de estas acciones implica la parálisis de la otra y la desilusión correspondiente por esa falla. Es una contradicción necesaria del propio curso de la revolución, y no se la supera rindiéndose, con impotencia y arrepentimiento, a los brazos de la derecha como lo hacen los “resentidos”. Esa paradoja de la revolución se la enfrenta de cara al pueblo, con ellos, con absoluta transparencia de las dificultades, sin eludir las responsabilidades y depositando la confianza en que sea el propio pueblo, su trabajo, su lucha y su conciencia las que permitan seguir avanzando.

 

Bolivia es la modernidad

2 nos acompañaron:

Anónimo dijo...

"La posibilidad del desencanto no aparece porque la revolución...no avanza lo suficientemente rápido para satisfacer materialmente las necesidades crecientes que la propia Constitución ha encumbrado como derecho común."

¡guau! que vertigo!

¿siempre avanzando? ¿sin límites materiales, sociologicos, estrategicos o politicos?

Parece insostenible una posicion asi: tarde o temprano las cosas se detienen

Pepe dijo...

"Argentina ya es el país mas proteccionista del mundo"

obvio que el mercado "manda", como cualquier pais que quiera establecer un piso de problemas normales del capitalismo, la pobreza y la desocupacion.

si no hubiese mercado la miseria seria mayor.

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