Walsh, el criptógrafo

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Los tiempos de oscurantismo de este blog me llevaron hasta  Silvia Beatriz Adoue, a quién conocimos por esta otra obra: “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” Y LA MASACRE DE ARACATACA que realizara colectivamente. En esta oportunidad nos ocuparemos de su tesis doctoral: RODOLFO WALSH, O CRIPTÓGRAFO. Relações entre escrita e ação política na obra de Rodolfo Walsh. originalmente en portugués que Reflexiones Siesteras tradujo movido por el interés que pueda despertar en sus lectores.

Dada la longitud del trabajo, presentaremos la misma en entregas separadas por capítulos en tiempo a determinar.  Esta semana en la barra derecha aparecerá el link al pdf  de la tesis completa para los que no quieran esperar. Sepan disculpar el amateurismo.

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INTRODUCCIÓN

No es un arma guardada que

rememora los disparos, sino un hacer

violento, en los cuales la escritura agrede la

molicie y espanta los oropeles.

Daniel Camels.

Argentino de familia irlandesa, nacido en 1927, educado en la fe católica, escritor de relatos policiales, periodista primero, militante después, Rodolfo Jorge Walsh se aproxima a la realidad con la mirada indagadora del detective y del exegeta. Para él, los hechos esconden e insinúan, dan pistas. Hay una verdad ocultada por el relato hegemónico y que es preciso que salga a la luz. La principal tarea de Walsh será revelarla. A los procedimientos ideológicos que construyen el relato hegemónico, el militante/escritor opondrá una serie de procedimientos literarios que constituyen las herramientas de su oficio de “criptógrafo” e inauguran un registro estético, una poética. Estudiar esas herramientas, balizar ese registro, reconocer esa poética son los objetivos de este trabajo.

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El día 10 de junio de 1956, en Buenos Aires, una mujer viaja en la butaca del fondo de un colectivo. El conductor tiene la radio prendida. El locutor del informativo anuncia que el levantamiento cívico-militar que pretendía restaurar el gobierno peronista derrocado por un golpe militar el año anterior, había sido debelado, y muchos de sus cuadros, detenidos o fusilados. La mujer también está absorbida por el golpe. Tiene, en un de los cuartos de la pensión donde vive, un mimeógrafo casero. Los días anteriores reprodujo algunos panfletos y los distribuyó a sus compañeros por medio de un hombre del que no sabe nada, pero que la ama. Se desmaya. Los otros pasajeros ayudan a reanimarla, solidarios: no es la única que lamenta el fracaso de la acción y todos temen por las represalias del gobierno a los peronistas, o a los pobres, lo que en aquellas circunstancias viene a ser la misma cosa. Por las dudas, la mujer consulta un médico. Él le anuncia: está embarazada. En febrero de 1957, nacerá su hija y la mujer abandonará la militancia.

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La noche anterior, en La Plata, un partidario de la Revolución Libertadora -nombre que se daba a sí mismo el gobierno de facto- estaba jugando ajedrez en un bar cuando oyó unos tiros. La noticia de un golpe lo llevó para su barrio, en medio del enfrentamiento entre militares leales y sublevados. Los sublevados le permitieron llegar a su casa. El portal de la misma fue utilizado por los leales para defender posiciones. Con la luz desconectada, a través de la persiana, oyó las últimas palabras susurradas por un soldadito agonizante: “¡No me dejen solo, hijos de puta!”. El hablar lo incomoda, le duele, hay algo que falló. El soldadito estaba allí cumpliendo el servicio militar obligatorio, no se identificaba con los leales; tampoco era un sublevado.

Algún desequilibrio se produce en el ajedrecista, único testigo, involuntario, de la muerte del soldado. Poco tiempo después, estará investigando los fusilamientos de aquella misma noche. Se hará militante peronista, llamará el golpe que derrocó a Perón Revolución Fusiladora, nombre con que recordará a aquel periodo post-peronista. Dedicará el resto de su vida a desvelar una verdad vislumbrada en la oscuridad, junto a la ventana de su casa. Veinte años después, perderá a su hija primogénita en un enfrentamiento con los mismos militares que antes habían derrocado a Perón. Él mismo, emboscado, responderá al fuego del enemigo con un arma de pequeño calibre, será malherido y harán desaparecer su cuerpo junto con sus escritos inéditos.

Nacida en febrero de 1957, oí durante toda la infancia, la narrativa popular de aquellos acontecimientos de junio de 56. La narrativa incluía el relato del ocultamiento de los hechos y su revelación por parte del ajedrecista, ya transformado en periodista militante. Viniendo del campo contrario, se hizo compañero de aquellos que resistían al gobierno iniciado en 1955, venciendo con su palabra, primero el silencio y después la versión oficial.

La narrativa popular es también la narrativa de esa lucha para imponerse en cuanto a narrativa. Es, desde su origen, un “contra-relato”. Una narrativa “forzada”. La identificación de las armas de esa lucha, sus recursos, me ocupa por razones que están en el cruzamiento de lo personal con lo colectivo, pero que, en todo caso, me llevan a tomar partido.

Este trabajo es resultado del estudio de la obra y de la biografía de Rodolfo Walsh en la busqueda de las líneas de tensión que definen su poética. Para eso, hice una aproximación a la temáticas recurrentes, como líneas de continuidad, pero que sufren, a lo largo de la obra, permanentes metamorfosis, como las imágenes de un caleidoscopio; hice también un reconocimiento de las formas de representación, en cuanto a la apropiación de géneros discursivos y voces sociales que Walsh utiliza en sus escritos, y estudié la circulación de los procedimientos que van de la acción política y del texto de publicista a la ficción y viceversa, pasando a veces por el oficio “simple” de traductor.

Hay temáticas, géneros y voces que recorren la actividad literaria, la periodística y la militante del autor. Los objetivos de este trabajo son los de encontrar recorridos que vinculen las tres series, una vez que la poética de Walsh está inscrita en esa red.

Algunos temas son revisitados por el autor a lo largo de su obra, algunos son símbolos, metáforas, otros son asuntos más generales permanentemente metaforizados: el “soldadito”, los oficios, la violencia institucional, el cadáver.

Esos temas son introducidos como señales que irrumpen en sus lecturas, en sus traducciones y en su historia personal. Son para Walsh señales de una escritura cifrada a decriptar. Esa mirada del autor sobre lo real y sobre sus lecturas tal vez pueda ser atribuida a rasgos heredados de su formación católica, llamados a la conciencia repentinamente, convocados por eventos vividos como excepcionales. En su biografía, muchas veces comparada a la trayectoria del profeta Daniel, nombre con que firmó muchos de sus escritos y que atribuyó al protagonista de muchas de sus ficciones, no faltaron los pasajes bíblicos, como la columna de fuego que reitera su presencia después de la muerte de su hija primogénita.

Los acontecimientos actúan sobre Walsh como revelaciones que se propagan asumiendo significados mucho más amplios. Esa relación del autor con los hechos es fácilmente detectada en el momento en que Jorge Masetti le entrega Walsh un telex recibido de casualidad, debido a un problema mecánico, en la agencia de noticias Prensa Latina. El escritor estaba en Cuba, trabajando en un proyecto periodístico que ayudó a construir. El telex es un mensaje cifrado de la CIA[1] que indica el día y lugar de desembarque de la invasión de la Bahia de los Cochinos, en 1961, bajo el comando norteamericano.

Walsh consigue interpretarlo con la ayuda de un libro sobre escritura cifrada, comprado en una librería de usados. Con esa experiencia, descubre su condición de criptógrafo, aún sin poseer conocimiento previo o talento especial para la profesión. Lo curioso es que, al descifrar el mensaje, percibe que, conociendo o no el oficio, no hará otra cosa en toda su vida[2].

Esos temas recurrentes se inscriben en su literatura como señales a ser interpretados en el transcurrir de la obra por parte del autor y sus lectores. El autor los recoge justamente por considerarlos núcleos de transparencia emergiendo en medio de la opacidad de lo real, capaces de condensar verdades de profundidad. No son para el autor construcciones de su propia creación. Walsh los presenta como impuestos a él de manera implacable para que el autor y su lector les adivinen el sentido.

El descifrado de enigmas se constituye también, en si mismo, en un de los temas de su obra: en la literatura policial, en su obra investigativa, en su actividad de inteligencia en la organización en que milita. Esto sucede porque la literatura, para Walsh, es también un lugar de reflexión individual y colectiva.

En su texto autobiográfico, Walsh confiesa: “La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke. Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir”[3]. Pero fue ese mismo motivo que llevó al autor a retomar la escritura y no abandonarla más. Escribir se hizo para él un imperativo.

Walsh había comenzado -y que luego abandonó- un curso de Letras. Se lanzó, sin embargo, a la escritura en el periodismo y en la industria cultural, que eran su medio de vida. Su oficio de traductor lo puso en contacto con “la mejor literatura policial”. Pero su relación con el género no era ingenua.

La obra investigativa del autor, de alguna manera, es tributaria del género periodístico y también de la narrativa policial, de una narrativa policial en que el periodista es, por su parte, detective/narrador y que incluye las voces de testigos, víctimas y sospechosos. Pero, por el hecho que los crímenes investigados sean crímenes de Estado, encontramos también, en esas obras de Walsh, elementos de las narrativas de espionaje.

Muchas de las características de su escritura militante circulan en la producción de carácter periodístico y literario del autor. Tanto es así que es muy difícil clasificar algunas de sus obras, como es el caso de las llamadas “cartas personales“.

El estudio de la producción de Walsh en este trabajo está organizado en cuatro capítulos.

En el primer capítulo, se describen los cambios en la primera parte de la obra ficcional de Walsh, que comienza con literatura policial de enigma, pasa por el hard-boiled para después abandonar el género policial. En medio de ese proceso, encontramos las “intromisiones” de la literatura de espionaje, la testimonial, la investigación periodística y la reflexión existencial que lleva el autor hacia la acción y la literatura militante.

El segundo capítulo está dedicado a la obra investigativa de Walsh y reconoce la continuidad temática y formal con relación al conjunto de la obra del autor. También es estudiada la relación entre el proceso de investigación y el de escritura, así como la asociación de estos con la acción política del autor. Para esto, no puedo dejar de considerar la circulación de las obras y la recepción que tuvieron y confrontarlas con las elecciones formales y la figuración de la lectura esperada por Walsh.

El tercer capítulo focaliza los cuentos del autor, que conforman la parte de su obra considerada estrictamente literaria y que configuran un espacio de experimentación y reflexión sobre las formas más adecuadas inclusive para el conjunto de sus textos. Pero estos cuentos también expresan ciertas líneas de tensión que van pautar la actividad militante de Walsh: la cuestión de la autoría, el lugar ocupado por el intelectual, la producción de narrativas que se opongan a las hegemónicas, las posibilidades de la literatura de representar la realidad histórica y su vigor para actuar sobre ella.

El cuarto y último capítulo trata de las llamadas “cartas personales” del escritor, producidas los últimos meses de su vida y que revelan, por las elecciones formales, soluciones que el autor encontró para algunas de las tensiones que pautarán el conjunto de su obra[4].

Para responder a las indagaciones propuestas, en el estudio del corpus dedica atención a algunos procedimientos de construcción de los textos que lo integran: descripción de la composición de las narrativas policieles, sus cambios y el abandono de esa forma asociado a la militancia de Walsh; análisis de uso de estrategias propias al canon testimonial y análisis de los modos de apropiación de la oralidad y de géneros discursivos.


[1] Central de Inteligencia de los Estados Unidos.

[2] Este episodio fue investigado en: ARROSAGARAY, Enrique. Rodolfo Walsh en Cuba. Agencia Prensa Latina, militancia, ron y criptografía. Buenos Aires: Catálogos, 2004.

[3] WALSH, Rodolfo. “El violento oficio de escritor”. In: BASCHETTI, Roberto. Rodolfo Walsh, vivo. Buenos Aires: de la Flor, 1994, p. 31.

[4] No voy focalizar en este trabajo las dos piezas teatrales, en las cuales Wlash intentó una aproximación al conjunto de la América Latina. En ellas, él escogió un registro lingüístico de “castellano neutro“, que no aparece en el resto de la obra. Las tramas, sin embargo, están construidos como parábolas que condensan la mayoría de los temas presentes en la producción del autor. Tampoco voy a analizar las materias periodísticas, aunque en ellas circulen procedimientos “engarzados” en los otros géneros frecuentados.

Nosotros y los otros

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Gerardo Fernández en un gran post denuncia algunos de los mecanismos puestos en juego para presentar nuestra realidad como algo dado, inmutable, cristalizado a la que es en vano esforzarse para cambiarla. Dice

Se instaló una forma de ver las cosas desde un lugar de forastero o de turista, una concepción según la cual "todo ya está así y no se lo puede trastocar", una postura que se emparenta con esa aversión a la discusión política porque "ni vos lo vas a convencer a él ni él te va convencer a vos", entonces cualquier intercambio de ideas se lo considera desde el vamos una pérdida de tiempo. "Ya está todo inventado, no hay nada que modificar salvo cuestiones menores". Esta idea se hizo carne y hay un par de generaciones que han crecido mamando de esa teta, muchachos para los que la discusión válida sólo pasa por si el fracaso del Bichi fue la línea de tres...

El o la comentarista Vita le marca el camino que desemboca en este post, dice:

Sí, en lo psicológico hacernos cargo a "nosotros" de lo que hicieron "ellos": esas preguntas retóricas estilo negro oro, susana y mirta ¿qué nos pasó a los argentinos? ¡cómo estamos los argentinos! Uno es responsable de lo que vota pero mucho nos han engañado y el operador de este engaño fue el periodista. Fue el pedagogo de esta historia mal contada adrede, para que ganen "ellos". Y "ellos" son el poder económico concentrado en pocas manos.

Una psicóloga que tuve me advertía sobre los peligros de este procedimiento. Hacernos cargo de lo que hicieron “los otros” en una situación recursiva y constrictora no soluciona nada (para nosotros), por el contrario nos lastima. Por eso advertía sobre la objetividad en la lectura de esa realidad. El problema es separar la paja del trigo, especialmente si la relación de la que se trate es con un hermano, familiar, un pariente, un amigo, un connacional, un prócer. Para involucrarse con lo que es responsabilidad de “el  otro” o de “los otros” debemos estar prevenidos que podemos salir lastimados, dado que no es nuestra la responsabilidad de lo que hace “el otro”, de allí nuestra imposibilidad de modificar la realidad.

Que nos tengamos que aguantar los retos y monólogos de nuestra vieja que visitamos poco, es un signo de cortesía y convivencia, pero que nos tengamos que bancar a Patricia Bullrich defendiendo el 82"% móvil para los jubilados, es un poco mucho. Una de las últimas rabietas que se agarró mi viejo antes de morir fue que esta señora junto con los otros corruptos del gobierno de De la Rua le rebajaran la jubilación.

La cohesión social en este caso obliga, en un mecanismo de la espiral del silencio, a la aceptación de lo que hace “el otro” como algo que es responsabilidad mía en pos de la convivencia, y esto muchas veces ocultando u oscureciendo de quién es la responsabilidad. Recibir una información fragmentada lleva a la historia única.

Nadie nos prohíbe hacernos cargo de lo de “los otros”, solo que tenemos que estar sabiendo, ser consientes, estar informados de que esta situación la generó “el otro” y que aceptarla como propia conlleva pagar los costos de una situación muchas veces no deseada.

El país de no ficción

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Es difícil exagerar la importancia del movimiento liderado por Gino Germani (sociólogo, director de investigaciones, editor) en los años cuarenta, que se consolidó en la Universidad posterior a 1955. En el pasado, la literatura le proporcionaba su modelo al ensayo histórico o de interpretación social; en aquel primer posperonismo, las ciencias sociales (nuevas para la Argentina) suscribían el acta de una muerte que se creía no sólo inevitable sino auspiciosa. Al ensayo sólo se lo toleraría en el campo de la literatura, pero debía ser expulsado de las disciplinas que pensaban la sociedad y la historia.Se seguían escribiendo ensayos, pero sus autores venían de un pasado que no estaba iluminado por las luces de las ciencias sociales, o se obstinaban en seguir teorías que no ponían a la investigación empírica como piedra de toque.Incluso la tolerancia con el ensayo literario duró poco. En efecto, el estructuralismo francés, con sus tremendos artefactos semiológicos, observaba a la crítica literaria anterior con la misma insatisfacción que la sociología sentía frente al ensayo y la acusaba de lo mismo: era poco científica. Los 60 fueron la gran época metalúrgica de los modelos estructurales. Frente a ellos, grandes libros de crítica literaria como Muerte y transfiguración de Martín Fierro, de Ezequiel Martínez Estrada, eran sólo ensayos, culpables de una carga excesiva de subjetividad, algo que no estaba de moda en ese período regido por la oposición de sujeto y estructura, donde lo bueno caía siempre del lado de la estructura.Para seguir con el ejemplo de Martínez Estrada, el movimiento envolvente de Muerte y transfiguración..., sus volutas y repeticiones en escala ascendente, su barroquismo, lo colocaban del lado del ensayo, aunque el libro presentara una masa importante de datos y de análisis. Sebreli también era un ensayista, alguien que tenía solamente impresiones sobre cómo eran las cosas y no había hecho encuestas ni había pasado un tiempo suficiente en los archivos. Ensayo era, en los años sesenta, todo lo que no se atenía al régimen de las investigaciones sociológicas.El ensayismo era un discurso más subjetivo que objetivo; escrito con un fuerte tono personal; no necesariamente basado en investigación empírica. Lo curioso es que esos rasgos son efectivamente los que siempre caracterizaron al ensayo. Lo nuevo es que, en esos años sesenta, se los consideraba anticuados, superados por las ciencias de la sociedad y del lenguaje.Si se hace un rápido viaje en el tiempo hasta hoy, se comprueba que estas posiciones antiensayísticas han triunfado en lo que podemos llamar la prosa académica producida por investigadores universitarios. Esa prosa no puede conseguir miles de lectores como los que, después de haber criticado duramente a Martínez Estrada, tuvo Juan José Sebreli o tiene un historiador como Félix Luna, también mirado con desconfianza por los profesionales que murmuran una palabra: divulgadores.Los discursos de las ciencias sociales y la historia, que se modernizaron a partir de los sesenta, están altamente tecnificados. Esto quiere decir que las técnicas de investigación definen el carácter de la escritura. Y el aparato crítico (notas, citas, fuentes, documentos, bibliografías) decide el aspecto mismo de la página impresa.El discurso científico se distingue por una página impresa con letras de diferente cuerpo (para el texto y las notas) que remiten al pie de página, por la profusión de bastardillas y de comillas de las fuentes bibliográficas. La textura visual de este tipo de página es diferente de la página tipográficamente homogénea del ensayo.Aunque no esté escrito en primera persona, el ensayo la presupone. La prosa académica habla en modo impersonal. El ensayo es persuasivo y puede ser caprichoso, aforístico. La prosa académica es probatoria y argumentativa.Así las cosas, los miles de lectores, cuando existen, están en otra parte. Hasta hace veinte años, esos miles de lectores leían ensayos escritos desde lugares políticos bien definidos: anarquismo, marxismo, nacionalismo, populismo, antimperialismo. Sobre todo el revisionismo histórico, con su mezcla de rosismo, nacionalismo y antiliberalismo, construyó un edificio hospitalario, donde el sentido común encontraba versiones más fuertes que las escritas por los historiadores y sociólogos profesionales. Decenas de miles de ejemplares de Jauretche o de Hernández Arregui prueban esa popularidad.Hoy esos lectores (o, más bien, sus hijos) leen libros escritos dentro de un género, más que desde un lugar político-ideológico, aunque ese género no excluya las opciones ideológicas. El primer libro de fortuna en este género fue el que hasta hoy es su paradigma insuperable: Operación masacre de Rodolfo Walsh. Algunos años antes que Truman Capote escribiera A sangre fría, el relato de Walsh de los fusilamientos de junio de 1956 inaugura el non fiction, es decir la narración de hechos reales escrita con las técnicas literarias. El non fiction es la expansión de la crónica periodística por medios tradicionalmente literarios. Un género de mezcla.Hoy ese uso de tecnología literaria se ha difundido. No hay noticia, ni denuncia, ni opinión, sin relato. Esa mañana el mayor X no sabía que iba a encontrar a quienes, poco después, le revelarían.... etc. etc. Ese género periodístico, enormemente expansivo porque toma zonas que ocupó el ensayo, la historia, la reflexión cultural, la política, la biografía, tiene una capacidad para escuchar a los testigos de los hechos. El non fiction es un género de voces. En su inclinación judicial por el testimonio, lo escrito tiende una mano a la televisión, última aventura del non fiction transfigurado en reality-show. El ensayo, texto de una voz, es una lectura minoritaria frente a los libros sin muchas huellas subjetivas de autor, pero donde se escuchan (o se creen escuchar) muchas voces

Beatriz Sarlo. Ensayista.

Fuente:

http://edant.clarin.com/suplementos/zona/1999/09/26/i-00702e.htm

Solo queda kirchnerismo

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Durante los últimos ciento cincuenta años el poder en la Argentina ha hecho denodados esfuerzos para construir un relato oficial, una historia cotidiana de Nación que trate de establecer una identidad nacional a partir de un discurso dominante: nacionalista y masónico. Esta narración de nación, que ha tenido pretensiones universalistas, ha formulado caprichosamente que esa identidad colectiva debería converger a una sola, borrando así toda posibilidad de diversidad o matiz. Inaugurada en épocas Mitre, este relato se ha mantenido desde entonces y ha sido el que ha dominado la escena política.

El juego ha consistido en contrastar un discurso con una fuerte identidad con otro de signo contrario, y si esto no se lograba naturalmente, el discurso se ajustaba de forma tal que ante la tribuna, aparezca como un opuesto. Algo así como un River-Boca o la pelea de la Escudero con Graciela Alfano en lo de Tinelli.

Construir una identidad política significa construir un mapa político, una geografía con hitos, con accidentes reconocibles, para que quién la transite sepa por donde camina. Si el que establece los recorridos es el poder, conocer esos recorridos se traduce en seguridad.

Sin embargo a este proceso de articulación bipolar de la realidad, no hubiese sido posible sin un proceso paralelo de espiral del silencio, en donde apartarse del discurso oficial, hablar en disidencia, implicaría sanciones concretas. De allí que que es mas importante con quien estar o donde ubicarse que qué decir. Dice E Noelle Neumann

“Basándonos en el concepto de un proceso interactivo que genera una ‘espiral’ del silencio, definimos la opinión pública como aquella que puede ser expresada en público sin riesgo de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante en público”.

Esto implica un proceso jerárquico que influye en la opinión pública- opinión publicada que establece agenda. La agenda política del país. Para el poder es mucho más fácil tratar con este esquema en donde la negociación entre cúpulas es mucho menos compleja que una deliberación anárquica que podría terminar en contra a los interesas del stablishment. De allí que establecer agenda ha sido una de las herramientas mas importantes que ha ostentado para poder ejercer su poder.

Esta mañana me he tomado el trabajo de leer a Van der Kooy, el discurso de Carrió, pero sobre todo a Morales Solá, que con el rimbombante título “El imposible kirchnerismo sin Kirchner” analiza las posibilidades de un kirchnerismo sin Nestor. En Ramble se analiza cómo influye, para los políticos retóricos, el hecho de salir en los medios... Dice Artemio:

Recordemos que solo tres años atrás, Lilita Carrió resultaba la segunda minoría electoral con 4,5 millones de votos.

Así son los liderazgos sin partido, construidos por y en los medios, articulados no gremial ni territorialmente, sino con la "opinión pública", y así lo son, además, en un contexto donde todo fluye vertiginosamente.

Lo que pasa es que ni Morales Solá, ni Carrió, ni Van der Kooy están avisados del cambio de pantalla, o si lo saben se hacen olímpicamente los boludos tratando de aplicar la fórmula descripta mas arriba.

Veamos: los dos editorialistas se encargan de desmitificar, desprestigiar, a esta nueva fase del kirchnerismo sin Nestor, los dos hacen un raconto de lo acontecido en el debate parlamentario con la negociación de los votos y las fracturas producidas en los diferentes bloques, aplicando una especie de riverboquismo extemporáneo. Hablan de peronismo disidente, de radicalismo, y de tantas otras identidades perdidas (como la de Carrió), en los virajes del devenir político. Algo así como que si Julio Grondona , idos Boca y River a la “C”,tuviese que salir a la palestra a polemizar entre Villa Dálmine y Atlanta.

Si uno tuviese hacer una nube de tags con todas las palabras escritas hoy en los medios preponderantes, la que estaría para el Libro Guiness sería precisamente “KIRCHNERISMO”, el resto es cartón pintado y desteñido. En todos los casos el andamiaje del discurso se realiza en función del kirchnerismo, o a caso a quién le importa que Das Neves dijo tal cosa, o que el Lole se fue del Peronismo disidente o que el Ricardo Alfonsín se guarda en el radicalismo para ser candidato a presidente. Luego de titular su nota “El imposible kirchnerismo sin Kirchner” , Morales Solá concluye:

Reutemann, Solá y Das Neves son los dirigentes del peronismo disidente que ganaron claramente elecciones provinciales el año pasado. Uno se fue y los otros dos, Solá y Das Neves, están más cerca de la puerta que de la común mesa. La política argentina está, otra vez, girando en el vacío.

Que la política argentina esté otra vez gire en el vacío significa que ni MS ni VDK la pueden controlar.

Recuerdo un copete de la memorable Revista Humor que decía algo así: “Cuando Alsogaray se pone contento con la toma de alguna medida económica, el pueblo se debería poner triste”. Alsogaray se murió, pero usando una lógica inversa a la de Andrés Cascioli, podríamos decir:

“Cuando Morales Solá percibe que la política argentina está girando en el vacío, el pueble debería festejar”

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