Debate democracia-plurarquía

Augusto de Franco en este y en este texto abre un debate sobre Plurarquía y Democracia que reproducimos y traducimos literalmente para el público hispanohablante porque creemos que es de radical importancia filosófica en la implementación de la teoría de redes sociales a la práctica de la política cotidiana.
Para aclarar los términos utilizados sugerimos ver su libro Alfabetización Democrática especialmente su Presentación y entender de lo que se habla.
Pues bien, en el primero de los textos mencionados O debate democracia-pluriarquía Augusto señala:

La hipótesis según la cual existe una dinámica (democrática) que corresponde la cierta morfología (reticular) no tiene una justificación trivial. Además de eso, depende de lo que entendamos por democracia. Si tomáramos democracia en el sentido “débil” del concepto, como régimen político basado en la verificación de la voluntad mayoritaria, tal hipótesis no se sostiene. Es lo que argumenta, por ejemplo, David de Ugarte (2007), basado en las consideraciones de Alexander Bard, Jan Söderqvist (2002). Según esos investigadores de las redes, un modo de regulación propio de redes sociales distribuidas sería la pluriarquía (un régimen de abundancia) y no la democracia (un régimen de escasez).
El argumento es considerable. Si lo que define una red distribuida es, como dicen Alexander Bard y Jan Söderqvist (2002), que “todo actor individual decide sobre sí mismo, pero carece de la capacidad y de la oportunidad para decidir sobre cualquiera de los demás actores”. ¿Cómo podrían funcionar – en una “nueva era de redes distribuidas” – las reglas de la democracia, basadas en la prevalencia de la voluntad de la mayoría?
En ese debate, es más razonable encarar la pluriarquización como un movimiento contrario a la autocratización, es decir, como parte del proceso de democratización de la democracia y no como otro modo de regulación, que se instalaría definitivamente, sustituyendo la democracia, cuando ya no hubiera escasez. No cuesta recordar la semejanza entre ese tipo de ideología y aquella que asociaba el reino de la libertad al reino de la abundancia (y que, en el límite, justificaba la falta de libertad con argumentos economicistas, alegando que ella jamás podría instalarse de hecho o de verdad mientras hubiera escasez económica o de recursos).
Ahora, en el sentido “fuerte” del concepto de democracia, pluriarquía no se contrapone a la democracia. Ella no es otro modo de regulación y sino la misma democracia materializada en redes altamente distribuidas. Es necesario tener mucho cuidado aquí, por cuanto, en lo fundamental, ambas – la democracia realmente existente (posible en redes sociales poco distribuidas) y la democracia pluriárquica (posible en redes sociales altamente distribuidas) – continúan oponiéndose a la autocracia. Sí, eso es fundamental (y decir lo contrario sería irresponsable, tanto desde el punto de vista democrático, cuanto del punto de vista pluriárquico) porque la pluriarquía (como democracia radicalizada o democratizada) sólo puede ser ensayada en democracias (aún en las limitadas democracias que tenemos), pero nunca en autocracias.
Algunos defensores de la pluriarquía supervalorizan el mecanismo de la votación (que – es innegable – introduce artificialmente escasez política), identificándolo como el núcleo de la democracia representativa (la democracia en el sentido "débil" del concepto), cuando ese es sólo uno de sus elementos (el de la elección, al que se le debe añadir la libertad, la publicidad, la rotación o alternancia, la legalidad y la institucionalidad y, como consecuencia de todos esos, la legitimidad). En el afán de defender la superación de la democracia por la pluriarquía, combaten, en verdad, una caricatura de la democracia y se olvidan de ver que la democracia, aún en el sentido “débil” del concepto, aún como forma política representativa y formal de administración del Estado (o de cualquiera otra comunidad imaginada) ya es parte del proceso de desconstitución de la autocracia. O sea, ya es parte del proceso de pluriarquización. He ahí el motivo por el cuál no se puede democratizar la democracia en la ausencia de régimen democrático. Un repudio a la democracia representativa nos lleva hacia un mundo más autocrático, donde no es posible siquiera ensayar una experiencia pluriárquica. Eso no significa que la democracia representativa por sí sola nos vaya a llevar hacia la pluriarquía. No va. Pero permite. En contrapartida, la ausencia de democracia representativa no permite, impide.
Por otro lado, en primer lugar, es falsa la idea de que la democracia sólo puede ejercerse en base a elecciones. Sería desconocer buena parte de la experiencia de los griegos (que usaban, en muchos casos, el sorteo, que no produce escasez alguna).
En segundo lugar, es falsa la idea de que la democracia tiene un estatus epistemológico u ontológico diferente de la mentada pluriarquía. El núcleo de aquel conjunto de ideas que constituyen los principios de la democracia (transformar enemistad en amistad política o, para usar las propias palabras de David de Ugarte, refiriéndose a las redes distribuidas, convertir competición en cooperación) es el mismo del de la pluriarquía.
En tercer lugar, es falsa la idea de que solamente en base a la (o a partir de la) autonomía económica de una comunidad se puede practicar la pluriarquía. Si fuera así, la pluriarquía sería un modo de regulación aplicable solamente la comunidades económicas auto-sustentables, la asociaciones de productores, de mercaderes, de prestadores mercantiles de servicios y de otros grupos empresariales o semejantes. O sea, si fuera así, ella – la pluriarquía – no sería una alternativa para las comunidades reales de personas que existen en el mundo.
Hay una dosis excesiva de mercadocentrismo en este punto de vista. No se puede reducir la diversidad del mundo a un mundo de agentes económicos empresariales. Está bien que existan personas que se quieran ganar la vida por medio de empresas individuales y colectivas. Pero será, siempre, una porción de esas personas que vivirá así. Otras serán emprendedoras sociales y culturales y serán remuneradas por sus proyectos (no importa aquí quienes los financien).
Otras, aún, serán sostenidos por sus organizaciones de la sociedad civil o por sus comunidades. Una pequeña parte (tal vez florecientes en algunas localidades) vivirá de la autoprodución, de la producción de subsistencias o del autoconsumo.
Y muchas personas aún vivirán como empleados de alguien o de alguna organización (empresarial, estatal o social) por mucho tiempo. Imaginar que la pluriarquía sólo pueda ser actuada por no-empleados en empresas ajenas, en el Estado o en organizaciones de la sociedad civil, sería por lo menos suponer que ella será una alternativa concreta solamente en un mundo en que todos sean capitalistas o, como mínimo, agentes mercantiles capaces de proveer su sustentación económica sin depender de nadie – lo que es, desde un punto de vista de la estructura mítica del pensamiento, la misma utopía finalística que contaminó a las izquierdas que imaginaron que la verdadera “democracia” sólo podría ejercerse cuando ya no existieran patrones en el mundo, en una sociedad sin clases y ni
Estado.


Ante nuestra pregunta:

¿Que posibilidad hay, en una democracia en el sentido fuerte, que un agente pertenezca a muchas redes al mismo tiempo? Si Ai es par de Aj, pero también es par de Bj, Cj, Dj que pertenecen a tantas otras redes. ¿Que medidas, castigos, tomara An-i contra Ai por juntarse con otras redes a las que no considera pares.
En la plurarquía parecería posible. ¿En la democracia un proceso de individuación tan notorio está permitido? No se. Creo que la democracia toma en cuenta la pertenencia y la plurarquía no. No hago un juicio de valor sólo establezco una diferencia.

Augusto nos responde:

No sabemos lo que la democracia permite, querido Boyle, porque, en verdad, no existe "la" democracia - a no ser como movimiento de desconstitución de autocracia. Algunas formas contingentes por las que la democracia se materializó heredaron la idea de comunidad exclusiva (por ejemplo, las personas deben mantener lealtad con un país, no pueden pertenecer a dos partidos etc.). Pero eso no era esencial para los principios democráticos y fue tomado de culturas que, en su origen, no eran democráticas. Mi punto de vista aquí es bien simple: el movimiento de democratización es el mismo movimiento de pluriarquización - y el ritmo y la intensidad de esa dinámica depende de la estructura reticular de la sociedad (de su grado de conectividad-distribución).
Si la pluriarquía como idea permite más grados de libertad (pues es de eso que se trata) que la democracia como experiencia, óptimo. Es señal de que la democracia tiene posibilidades de democratizarse cada vez más.


Hasta aquí el primer texto, veamos ahora el otro mucho mas corto: O debate democracia-pluriarquía (3)

Lo local es una “zona” conformada de tal manera en el espacio-tiempo de los flujos que en él – y solamente en él – la democracia puede ser vivida como pluriarquía.
Una reproducción ligera de la idea de pluriarquía podría llevarnos a la peligrosa conclusión de que deberíamos abrazar a la democracia formal con la misma contundencia con que rechazamos a la autocracia. Ocurre que la aventada pluriarquía es, “genéticamente” hablando, democracia.
En otras palabras, la democracia es un proyecto local y no nacional: cuando se materializa en el local, tiende a mutar en pluriarquía. Eso es muy importante.
La pluriarquía no puede ser presentada como una alternativa o como una superación de la democracia: ella es, simplemente, una realización de la democracia (en el sentido "fuerte" del concepto, es decir, como modo-de-vida, ejercido en la base de la sociedad y en la cotidianidad del ciudadano – en la comunidad, pues!).
Si insistiéramos en presentar la pluriarquía como una superación de la democracia, o como un modo de regulación que sustituye tanto la autocracia cuanto la democracia (tomando, por democracia, la democracia en el sentido "débil" del concepto: formal, representativa, basada en la regulación mayoritaria de la enemistad política vía el mecanismo de la votación), caeríamos en una trampa. Pues el hecho es que la democracia en el sentido "fuerte" no puede ser ensayada (como "TAZ", reinterpretando ahora la sigla de Bey. Zona Temporalmente Autónoma) en la ausencia de democracia en el sentido "débil".
Dijimos que son dinámicas con los mismos genes por cuanto la democracia nació como un proyecto local. Jamás pasó por la cabeza del grupo de Pericles (para citar el principal think tank que se formó en Atenas, del que participaban Protágoras y Aspásia, entre otros) intentar convertir los espartanos o cualquiera otro pueblo del grupo ateniense a la democracia.
Fueron los modernos los que intentaron transformar la democracia en un proyecto internacional (o sea, válido para un conjunto de naciones-Estado). Pero sólo puede materializarse (como percibió con toda la claridad John Dewey), en lo local (es un proyecto comunitario que tiene a ver con un modo-de-vida compartido).

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