La Fraternidad como mediadora de la organización republicana

Unidad, indivisibilidad de la República,

libertad, igualdad, fraternidad, o la muerte.


Así reza un grabado de Paul AndréBasset, pradial del año IV (1796)

La física mecánica nos enseña que para que un cuerpo se encuentre en estado de equilibrio estable deberá apoyarse al menos sobre tres puntos que no estén en línea. Una condición de equilibro donde solo exista uno o dos puntos de apoyo será por lo tanto inestable.
Doscientos años después de acuñada la frase Liberté, Egalité et Fraternité nos damos cuenta que para que la estabilidad de la república sea posible es imprescindible que actúen estas tres divisas. La bipedestación tal vez haya servido para aprender a caminar, pero ya en la madurez de la república moderna nos damos cuenta que no ha sido suficiente para mantenerla en pié. El trípode basal sobre el que se funda la tradición republicana europea y que heredamos como latinoamericanos nos demuestra que las luchas por la libertad y la igualdad que se sucedieron durante ese período no han sido suficientes para sostener nuestros frágiles sistemas republicanos de gobiernos.
Ser patio trasero de las “grandes democracias” ha costado desigualdades sociales y muertes innecesarias que han puesto sistemáticamente en jaque nuestras republicas. Las “libertades individuales” no son tales cuando se debe pedir permiso a otros para poder vivir dignamente y la “igualdad social” nunca podrá existir mientras persista la marginación y exclusión social. La “guerra fría” entre los países del hemisferio norte produjo alineaciones que solo trajeron dictaduras y hambre a nuestros pueblos del hemisferio sur. Esta contradicción, denunciada con el retorno de las democracias a la región, allá por comienzos de los ‘80tas, no se ha salvado todavía más de veinte años después; las desigualdades sociales, la marginación y la exclusión de un vasto sector aún persisten. La maniquea lucha entre libertades individuales e igualdad social ocultó por muchos años otra lucha mucho más cruel y feroz: la lucha por el poder, sobre todo la lucha por el poder económico y la propiedad privada, en definitiva ha sido una guerra capitalista. Los que nada tenían, los sin poder, sin soberanía, los privados de propiedad, agua, vivienda, salud y justicia, no han sido actores. Su papel solo se ha limitado a acatar órdenes de un Norte poderoso tanto de un lado como del otro, condenándolos a papeles secundarios que solo han servido para hacer más poderosos a los ya ricos.
Y esa desazón y pobreza que cubrió de tristeza a todos los pueblos del sur se debió a que nuestras repúblicas siempre han estado rengas, les ha faltado una pata. Los funcionarios, serviles al poder, no se han preocupado por administrar la “cosa pública” como así lo manda el soberano de la república que son los ciudadanos. Esta alta traición de las elites gobernantes ha puesto de rodillas nuestros pueblos y los ha sometido a la voluntad del poder. Desde tiempos de la colonia la matriz operativa sobre los territorios, no importa cual haya sido el poder de turno, ya sea ejercido por parte de españoles, de ingleses aliados con las elites gobernantes y ahora de los mercados dentro del esquema neoliberal, ha sido siempre la misma: vaciar a los territorios de significado, de todo contenido preexistente, llámese culturas o pueblos originarios, recursos naturales, chacareros minifundistas, inmigrantes, etc.; para luego re conquistarlos y convertirlos en favor de nuevos intereses distintos a los originarios, serviles a las elites del poder.
Doscientos años después nos asimos de la fraternidad como punto de mediación y equilibrio sustentable entre las luchas entre libertades e igualdades, en definitiva como mediadora en la lucha por la propiedad privada. Solo rompiendo con el círculo vicioso de los tutelajes que impone el poder, solo sintiéndonos y reconociéndonos como iguales unos con otros es que se podrá lograr el equilibrio necesario para que nuestros pueblos puedan desarrollarse dentro de una organización republicana.
La revolución de los democráticos franceses fue la revolución de los pobres, del pueblo llano. Como tales, una vez establecido el nuevo sistema de poder, la divisa de la fraternidad, la que los reconocía como ciudadanos, fue dejada de lado y las luchas a partir de entonces han sido otras. La trilogía Robespierrana, aunque acertada en su definición trajo violencia al pueblo francés, si hoy tratamos de rescatarla es porque consideramos que hay posibilidades no traumáticas de imponerla. Es más, creemos que sin un delicado equilibrio entre las tres divisas la república nunca podrá sostenerse parada sobre bases firmes y sin república no hay organización social.
Rescatar el punto de apoyo faltante es la tarea que nos proponemos. Hay serios intentos en desarrollar una teoría social que sea capaz de articular las relaciones humanas en una forma no violenta, exploraremos esa posibilidad. La red social parecería ser que cumple con muchos de los requisitos para hacerla posible.
El moto que se cita en el copete que se representa en el grabado mencionado parece tener más validez ahora, a la distancia. Si el mismo no se ha cumplido en su totalidad es por que se ha optado por la segunda opción, la muerte, lástima que con el se haya ido la fraternidad.

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